viernes, 13 de diciembre de 2013

La participación ciudadana

Articulo revista AIA de Diciembre.

La participación ciudadana
Democracia y Participación Ciudadana son dos conceptos que caminan de la mano, no es posible hablar de la Participación Ciudadana en los asuntos públicos sin considerar que es y como se materializa la Democracia, para ello  consideremos un breve apunte histórico sobre la Democracia Representativa que desde el siglo XIX ya fue cuestionada en cuanto a su efectividad real o formal, así lo manifiesta Benjamín Konstan en sus escritos sobre la libertad en 1819 “…La tendencia de la ciudadanía a ocuparse de sus asuntos domésticos dejando en manos de otros las cuestiones públicas, conlleva el peligro de que estas sean manipuladas”.
Nuestra constitución prevé la intervención ciudadana en su artículo 23.1, pero en la práctica esta posibilidad no ha producido una participación real. Hoy la Participación Ciudadana es un asunto pendiente  y una necesidad real de la Democracia Participativa junto a  la Democracia Representativa que tenemos.
Las nuevas constituciones de países como Colombia, Ecuador y Bolivia son un ejemplo de normas fundamentales que han buscado nuevas vías de participación ciudadana (ver “participación Política” del profesor Noguera Fernández) la iniciativa y la consulta popular son hoy una necesidad sentida por buena parte de la ciudadanía. La expresión “no nos representan” del 15M retrata esta carencia.
Pero, tanto la posibilidad de ejercer la participación de forma positiva como donde ejercerla, son asuntos ambos de importancia y urgencia democrática, precisamente por esta urgencia, entre otras razones, resulta eficaz preocuparse por la Participación Ciudadana a nivel local.
Colaborar con cualquier movimiento ciudadano para tratar de los asuntos públicos es sin duda una opción personal, como lo es la participación en cualquier movimiento u asociación deportiva, cultural o asistencial, pero a diferencia de estas colaboraciones participar en los asuntos públicos, si queremos evitar  que nuestros problemas y derechos los decidan otros es una obligación y una necesidad personal y ciudadana.

Es muy corriente oír quejas sobre los políticos que nos gobiernan y sin duda muchas son fundadas, pero es claro que sin involucrarse, si pasar a la acción  estas quejas quedan escritas en el agua. Para que surja algo positivo de nuestro descontento no hay otro camino que aportar algo, trabajo, tiempo o habilidades, y nuestra aportación es siempre más efectiva dentro de un grupo organizado.

Según Luis Aranguren Gonzalo, “la participación ciudadana se entiende como el modo en que los ciudadanos toman parte en la definición, elaboración y ejecución de las políticas públicas, más allá de las formas de participación vinculadas a los procesos electorales”     ….La participación es un fin es sí misma, el hecho de participar alienta una puesta en común de experiencias, habilidades, actitudes proactivas, generación de cultura de equipo, comunicación…,

Decidir donde participamos plantea de nuevo opciones personales, en general y por proximidad es de nuestro pueblo de donde tenemos más conocimiento y en donde los problemas nos afectan más directamente. También es vedad, que muchas veces es de nuestro propio pueblo de donde tenemos más ideas equivocadas en cuanto a lo que sucede y como sucede, así la participación es una oportunidad de obtener información de primera mano. Seria pues una premisa fundamental encontrar información, uno de los puntos en donde podemos encontrarla es precisamente en las asociaciones ya constituidas. Unirse a una asociación o crear una nueva son las opciones que tenemos.

La participación entendida como ejercicio teórico sobre asuntos a largo plazo no es lo más deseable, son los asuntos más inmediatos y de forma práctica, haciendo propuestas, aportando ideas, como se materializa el ejercicio responsable de colaboración ciudadana, es en los asuntos en curso y en los proyectos en debate  donde podemos influir.
El sentir y el conocimiento de la calle, normalmente no lo perciben ni los técnicos ni los políticos desde su despacho, esto no excluye que en ocasiones técnicos y políticos bajen a ras de suelo y se empapen de lo que piensan los ciudadanos, la participación cobra sentido haciéndoles llegar en todo momento estas percepciones elaboradas previamente en el trabajo de grupo y enriqueciendo con ello los proyectos municipales
La participación tiene además otro aspecto que es incómodo que causa malestar en muchos ámbitos, es la vertiente de control que inevitablemente la participación ciudadana tiene. Los técnicos argumentan que ante temas complejos se requieren conocimientos, los políticos están dispuestos a escuchar pero menos a dejarse influir, en resumen todos temen. Sin considerar que también entre los ciudadanos hay gente suficientemente instruida y que en su defecto la obligación de trasparencia y de ofrecer datos y aclaraciones está sobre el tapete democrático.

Por si esto no fuera ya bastante complejo, hay que  ser conscientes de que dentro de los partidos existe el dirigismo de los aparatos, con el resultado de que el político local se encuentra entre la espada del aparato y la pared del ciudadano. Pero no se puede mirar para otro lado frente a un asunto delicado, únicamente  abordable dejando de lado la acritud para sustituirla por paciencia, constancia y firmeza, para llegar no solo a ser oído, sino también para ser influyente, ser tenido en cuenta. El fin de la participación es sin duda conseguir mejoras para el pueblo, para la ciudad, participando en las decisiones  con seriedad y no ser un mero espectador de lo que pasa en nuestro entorno.

Pero la participación ciudadana no es solo trabajo o buena voluntad, participar requiere comprometerse y aun no siendo un contrato, si es compromiso duradero (mientras se pueda) y responsabilidad, participar no es un juego, no es un  pasatiempo para jubilados ociosos, es algo serio y gratificante tanto como trabajar en equipo, compartir experiencias y anhelos con otros, sentirte útil es Capital Social. Aunque seriedad y compromiso no excluyen celebraciones y aniversarios, como todo trabajo que se precie. Hay momentos para todo.

Generan capital social aquel tipo de asociaciones que encarnan los valores de la ética cívica… la autonomía, igualdad y solidaridad para forjar una sociedad progresivamente más justa (Adela Cortina)

La gestión pública necesita organización y planificación, en este contexto la participación ciudadana no puede estar exenta de ambas y también de una normativa que regularice el que y el cómo, son los propios representantes municipales quienes deben facilitar  y articular el sistema de participación, de la experiencia surgirán las modificaciones y las mejoras. Bien entendido que el legítimo deseo de participar no puede caer en seguidismo,  defender su independencia de toda contaminación es responsabilidad del propio movimiento ciudadano.

El acceso a la participación activa no debe de ser coartado porque es positivo, enriquecedor y porque un pueblo unido a sus representantes es un pueblo fuerte, los electos deben y necesitan sentirse arropados por los electores que no solo refuerza su legitimidad sino que elimina la penosa desafección, el mundo está desde siempre en evolución, abrir las puertas al progreso es un ejercicio de sensatez.

Es preciso abrir espacios donde lo público pueda ser lugar de encuentro en el que sea posible la pluralidad, el acuerdo y la disidencia, sin que esto último socave las bases de diálogo. Luis Aranguren.

La práctica de colaboración no es posible sin el acceso a los datos precisos, o mejor a la totalidad de datos que el propio ayuntamiento maneje con la sola excepción de aquello que sea reservado por su propia naturaleza. Esta trasparencia es además la mejor garantía ante cualquier conato de corruptela. Finalmente los procesos participativos pueden conllevar un coste que conviene tener en cuenta antes de concretar el sistema.

El derecho a la ciudad. La ciudad fue tomada por los intereses del capital y así dejó de pertenecer a la gente. Henri Lefebvre 1968, aboga a través del derecho a la ciudad por “rescatar el hombre como elemento principal, protagonista de la ciudad que él mismo ha construido”. El derecho a la ciudad es entonces restaurar el sentido de ciudad, instaurar la posibilidad del “buen vivir” para todos, y hacer de la ciudad “el escenario de encuentro para la construcción de la vida colectiva


Foro Ciudadano Irunes
J. Julián Escalero

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