Sin ellas
LA VIOLENCIA MACHISTA SE CRUZÓ EN SUS VIDAS, Y AHORA HAN PERDIDO TODA ILUSIÓN. ASUN AÑORA A NAGORE. A PAQUI LE OCURRE OTRO TANTO CON CHARO, SU HERMANA ASESINADA. JUAN PABLO AL MENOS VIVE PARA CONTARLO
JORGE NAPAL - Domingo, 19 de Febrero de 2012 - Actualizado a las 05:27h
(Iker Azurmendi)
"¿Tú no sueñas que todo esto realmente no ha ocurrido, que no es más que una pesadilla?". "Lo he soñado mil veces". Asun Casasola le mira, y Paqui Román responde sin titubeos. Paqui le conocía a Asun de verla en la tele, de cuando aireaba a los cuatro vientos que matar "sale barato". A su hija la mató un joven llamado José Diego Yllanes, que ya goza de días de permiso tras una condena por homicidio de doce años y medio de prisión. Tres años después del atroz asesinato, Asun se levanta todas las mañanas "porque hay que seguir viviendo". Acude al cine con sus amigas los viernes, pero va porque se lo piden, no porque salga de ella. La ilusión por la vida se ha desinflado. "Te ven por la calle y te dicen: tienes buena cara, ¿ya te vas recuperando? No entienden que esto es una condena de por vida".
La esperanza en la justicia era lo que la mantenía viva, pero se dio de bruces con el fallo del Tribunal Supremo, que puso fin a su periplo judicial.
Asun, que se ha reincorporado a su trabajo en una empresa de Lezo hace unos meses, necesita seguir aferrándose a algo, y ha encontrado un nuevo motivo de lucha: "animo a toda la sociedad a que vea el documental dirigido por Helena Taberna", una cinta que interpela al espectador, que le hace reflexionar en torno al crimen que acabó con la vida de su hija. "El documental lo he visto ya 46 veces, y lo seguiré viendo las que haga falta mientras me inviten a hacerlo. Que la gente vaya, y que reflexione. Que todo el mundo sepa que cuando una mujer dice que no, es que no", expresa con un aparente carácter que siempre se desmorona al llegar a casa.
EL FUTURO
"Vivir o morir"
¿Y ahora qué? "O vives o te mueres, no hay otra". Asun apenas logra conciliar el sueño desde hace tres años, necesita el apoyo de un psicólogo y un psiquiatra y toma nueve pastillas diarias que están destrozando su estómago. "Jamás olvidaré ni perdonaré lo ocurrido".
Paqui está junto a ella, sentada a la mesa en una tertulia que jamás debería haberse celebrado. Ella tampoco está dispuesta a olvidar ni a perdonar. "Leed esta carta por favor, fijaos qué emocionante", sugiere al resto. La hernaniarra ha acudido al encuentro con una misiva en la que puso el alma Dori, una amiga de su hermana asesinada. "Te escribo estas palabras sentada en el rincón de la barra que tanto nos gustaba y que tantas confidencias nuestras ha oído… Dentro de un tiempo, cuando se apaguen las velas que hay en el banco, cuando dejemos de hacer ruido por ti, todo quedará en silencio, ya no pondremos cara a tu nombre, porque somos así…"
Asun y Paqui no se conocían. Ambas tienen la deferencia de aceptar la invitación de este periódico y compartir su dolor. El encuentro tiene lugar en un hotel a medio camino entre Irun y Hernani, municipios donde residen respectivamente. Paqui le conocía a Asun de la tele, hasta que también a ella acabó estallándole la lacra de la violencia machista. "Coge el coche y ven, que parece que hay una bronca con tu hermana y tu sobrina", le desvelaron de madrugada. ¿Cómo? ¿Qué? Eran las 5.45 horas. Acudió de inmediato al centro de Hernani, junto a la parada de taxi indicada, y se encontró un precinto policial. "A tu sobrina se la han llevado herida con arma blanca", le dijeron. Paqui seguía sin entender nada… "¿Y mi hermana?" "¿Qué pasa con mi hermana?". Silencio. Nadie decía nada. La ambulancia que al parecer atendía a Rosario Román, Charini, como le conocían sus amigos, no se movía, seguía estacionada en el lugar de los hechos. ¿Por qué no se movía esa maldita ambulancia? Unos segundos después, la tierra pareció abrirse bajo sus pies: "Tu hermana ha muerto".
CHARO, VÍCTIMA NÚMERO 37
"O conmigo o con nadie"
A Nagore Laffage, de 20 años, José Diego Yllanes la mató el 7 de julio de 2008. Fue una mañana en la que, recuerda la madre, "mi hija le dijo que no". A Txarini, de 55 años, Freddy Apollo le acuchilló hasta la muerte el pasado 3 de julio. Otra madrugada en la que la mujer había dicho "que no" a una relación sentimental que había acabado. En su deriva asesina, el navajero vociferaba que si Charo no era para él, no lo sería para nadie, y cumplió su sentencia de muerte. Charo, aquel mes de julio, fue la víctima mortal número 37 en el Estado. El año se cerró con 67 mujeres asesinadas.
Freddy Apollo, que está a la espera del juicio, también apuñaló gravemente a Yoli, la hija de Charo, que tras recuperarse de sus heridas físicas encara un futuro incierto sin el calor ni el apoyo de la persona a la que más quería. "Eran como dos hermanas, como dos amigas".
Juan Pablo Urtizberea es el tercer invitado en el encuentro. No tiene que lamentar la muerte de ningún familiar en trágicas circunstancias, aunque vive sin quitarse de la cabeza no poder haber hecho más por salvar la vida de Yasmín Rodríguez. Yasmín era una colombiana de 37 años, nuevamente, asaltada de madrugada. La puñalada que recibió de Edward Enrique San Clemente, en Irun, el 9 de mayo de 2009, le seccionó arterias vitales, y la mujer se desangró sobre el asfalto después de haber sido perseguida en coche por su agresor.
ALTO EN LA CARRETERA
Dos puñaladas por sorpresa
Urtizberea pasaba por allí con su ciclomotor, se detuvo ante lo que parecía un accidente de tráfico, y recibió dos puñaladas, una en el abdomen y otra en la espalda, que a punto estuvieron de costarle la vida. El tribunal ha declarado a Edward Enrique San Clemente responsable de dos delitos de asesinato, uno consumado y el otro en grado de tentativa. El viernes se hizo pública su condena: 35 años de cárcel.
Asun Casasola le conocía a Juan Pablo Urtizberea de alguna que otra concentración en repulsa por estos asesinatos. Ambos residen en Irun. Urtizberea acepta también de buen grado la invitación. Tres personas, tres víctimas que durante buena parte de las dos horas que se prolonga el encuentro no dejan de intercambiar impresiones. "¿Tú no sueñas que esto no ha ocurrido?", vuelve a preguntarle Asun a Paqui. "Mil veces", responde. "¿Sabes qué me fastidia? El tratamiento que se da a este tipo de muertes, empezando por la propia esquela: Fulanita de tal, murió el día tal… no, no, perdona, ¡la mataron!", enfatiza la hernaniarra. Paqui, que tiene un hijo de once años, ha hecho un enorme esfuerzo por mantenerse fuerte durante los últimos siete meses, pero la entereza ha comenzado a resquebrajarse en los últimos tiempos. "He empezado a ir a un psicólogo, y vaya lloreras que me pego", les reconoce al resto.
Urtizberea, entretanto, en una esquina de la mesa, parece adoptar un premeditado segundo plano, como si fuera consciente de que el dolor por la pérdida de una hija o una hermana es infinitamente más intenso que sus cuchilladas. El irundarra se preocupa por el calvario de los Román. "¿A tu hermana ya le había amenazado antes ese tipejo?". "Sabíamos que la amenazaba, pero después de matarla hemos conocido un montón de episodios más. Incluso, tuvo que ser socorrida de unos arbustos donde la arrojó tras recibir una paliza brutal", repasa Paqui en su memoria. Lo hace con el rostro colorado por la indignación que siente al recordar. "No entiendo que las pulseras para localizar a la gente se las pongan a las mujeres amenazadas. No, perdona, pónsela al maltratador para que sepamos todos dónde está", defiende.
Asun comparte su opinión. En su caso, ahora solo pide que a Yllanes le queden años de cárcel suficiente para que su hijo no llegue a cruzarse con él nunca. "He pensado muchas veces qué pasaría si Javier se cruzara con él. Por eso prefiero que pasen unos años, que Javier tenga su familia y esté todo más calmado", expresa Asun. "¿Cuánto te tardó el juicio?", le pregunta Paqui, y Asun responde que año y medio. "Después de mi experiencia, te diría que seas prudente y no te hagas demasiadas ilusiones", le advierte la mujer que ha agotado toda la vía judicial.
Yoli, la hija de Charo, todavía está siendo sometida a pruebas forenses, y no hay fecha para la vista oral. Por eso Paqui trata de hacerse una idea de los entresijos. "Tiene que ser muy duro aguantar el tipo cuando estás viendo al asesino a unos metros de ti", reflexiona Paqui. Durante nueve días, la familia Laffage dio en ese sentido muestras de encomiable entereza.
PESADILLAS A LA NOCHE
"¿Esto no es terrorismo?"
Las miradas se dirigen a la esquina de la mesa. "¿Y tú volverías a actuar igual?", le preguntan a Juan Pablo. El irundarra gira el botellín de agua que tiene entre sus manos, y se hace un silencio de unos segundos que Urtizberea aprovecha para buscar las palabras exactas. "No sé. Vas en moto a casa, ves un problema de tráfico y te acercas a ayudar. Llegas, y de repente te apuñalan. Es duro dar una respuesta. Las heridas físicas las veo en el espejo del baño todos los días, pero la cabeza es otra cosa. No sé lo que haría", confiesa Urtizberea, que responde con otra pregunta. "Oye, con todo esto que nos ha pasado, ¿no os parece que estamos al fin y al cabo ante un tipo de terrorismo?". Su pregunta cae sobre la mesa. Entretanto, Asun acaricia el colgante de plata que le regaló su amiga África, en el que un niño y una niña se están dando la mano.
Paqui agradece al pueblo de Hernani las muestras de cariño, como Asun y Juan Pablo lo hacen con Irun. Un cariño que de puertas adentro suele transformarse en pesadilla. "He llegado a soñar que sonaba el móvil, y que nadie lo quería coger. Entonces iba yo lo tomaba, y la voz de mi hermana me decía: Ayúdame, ayúdame. Es un sueño que acaba por despertarla con sobresalto, y lo primero que hace Paqui en esos momentos es apagar el móvil. "No sé ni cómo reaccionaría si en ese instante sonara realmente el móvil", admite ella. A Paqui se le desgarra el corazón al recordar el mensaje que recibió su propia hermana el día del asesinato: "Oye, Charo, que me he enterado que han matado a alguien, ¿sabes tú algo?". El mensaje se quedó para siempre en el móvil. Charo era la muerta.
MALTRATO SILENCIADO
Aguantar y aguantar
Asun se interesa por la trastienda del caso. "¿Pero pensabais realmente que la iba a matar?". "Estábamos convencidos de ello", insiste Paqui. "Mi hermana era muy buena, le decíamos que a veces parecía tonta de lo buena que era. Fue maltratada muchas veces, pero por evitar que afectara la situación a la familia, y porque no trascendiera su calvario en el trabajo, pues se callaba, no denunciaba". Asun remueve el poso que han dejado esas palabras. "Nos las arrebatan porque no se respetan los derechos de las mujeres que dicen que no", se muestra convencida. Y Paqui, que se remueve sobre la silla, imprime entonces a su voz un aire solemne: "Que se enteren de una vez. Con nuestro cuerpo hacemos lo que nos da la gana. ¿Por qué me van a matar si la relación de pareja se ha acabado? ¿Por qué me tienen que quitar la vida?". Las preguntas alcanzan los oídos de unos clientes de la cafetería, y todo parece quietud en ese momento. "No, ni olvido ni perdono", zanja la hermana, herida en lo más hondo.
La madre de Nagore Laffage toma en sus manos la carta que ha traído Paqui, escrita por la amiga de Charo, y comprueba el sentimiento que se descuelga línea tras línea: "Te quiero pedir perdón, perdón por no haberte escuchado más, por no haberte sabido ayudar más…". Han transcurrido dos horas de charla y nadie se levanta de su asiento. "Podríamos estar hablando durante días", sonríen los tres, fumadores habituales, sorprendidos por no haberse levantado un solo instante a echar un pitillo. La charla toca a su fin y Asun, Juan Pablo y Paqui se intercambian los teléfonos, e incluso hablan de la posibilidad de quedar en cualquier otro momento. Charlar siempre es una buena terapia, aunque no hay palabras en el mundo que puedan curar el dolor que llevan dentro.
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