IRUN
Irun se viste de Oiasso
Con la ceremonia de apertura del mar y las ofrendas a Isis se cerraron los Dies Oiassonis. El pasado romano de la ciudad regresó por tercer año en forma de recreación histórica organizada por el Museo Oiasso
30.07.12 - 01:00 -
IÑIGO MORONDO |
Más de cien personas participaron en la representación, que fue acompañada por numeroso público
Los Dies Oiassonis cerraron así su fin de semana de espectáculos, ocio y cultura romana
«El mismo escenario pero con muy distinto paisaje», en palabras de la directora del Museo Oiasso, Mertxe Urteaga, sirvió para que Irun recreara una ceremonia que sus ancestros romanos celebraban en aquella versión de época clásica de la ciudad que se llamaba Oiasso.
Fue aquel un municipio portuario, «importante en el territorio», aseguraba Urteaga. Los historiadores asumen que, por tener puerto, Oiasso debió de celebrar actos como el que se reprodujo ayer. «Durante el invierno, cuando las condiciones eran peores, el mar se cerraba a la navegación. Hacia el mes de marzo, se realizaba la Navigium Isidis, la ceremonia con la que se volvían a abrir los mares». Que llevara el nombre de Isis se debe a que esta Diosa, de origen egipcio, fue adoptada en el panteón divino romano para ser protectora de la gente de mar. La manera en la que se realizaban la procesión, la ofrenda a la Diosa y la ceremonia de apertura «la conocemos en gran detalle gracias al libro 'El asno de oro'», novela escrita por Apuleyo hace 1.900 años y que se conserva completa.
Ayer, como en la época romana, el día comenzó con una procesión que se abría con una mascarada: «Un carnaval en el que los romanos se disfrazaban de otros romanos; de senadores, de soldados, de pajareros, de pescadores...» La colaboración de entidades como Santiagoko Deabruak y la Asociación de Vecinos de Santiago, barrio en el que se encuentra el Museo y en el que se desarrolla el conjunto de los Dies Oiassonis, dio lustre a esta parte. Iban seguidos por una comitiva de los adeptos de Isis, entre los que destacaba un grupo de mujeres de blanco que perfumaban las calles a su paso con la quema de incienso y arrojaban pétalos de flores para adornar el camino que, justo tras ellas, recorrían los porteadores de la figura de la Diosa.
Ésta, en el caso de ayer, no era de gran tamaño, pero sí de gran exactitud. Isis se presentó tocada por una corona con forma de barco y que es, en realidad, «el cuarto creciente de la luna de marzo, que aumenta de tamaño desde abajo hacia arriba», explicó Urteaga al comienzo de la marcha. En una de sus manos, la Diosa porta una llave que, con el paso de los siglos, se ha convertido en el símbolo de la feminidad que hoy conocemos. Un soldado 'auténtico' guardaba a la Diosa y, tras él, caminaban los portadores de los cirios y el acompañamiento musical, ayer de la mano del grupo tarraconense Thaleia. Los iniciados y los sacerdotes formaban el séquito del sumo sacerdote, que cerraba la procesión en compañía de Anubis, representado por un sacerdote vestido con la cabeza de chacal propia de este Dios, también de origen egipcio.
Ofrendas a las aguas
Con todo ese grupo de más de cien personas se presentó Isis en el canal de Dunboa. La lectura de un texto en latín abrió la ceremonia de apertura de la navegación, a la que siguió la bendición del sumo sacerdote sobre la regata en la que una canoa monóxila, idéntica a las de los romanos, aguardaba para dirigirse al mar. Para completar el acto, el sacerdote arrojó un huevo, incienso y lo que debía ser azufre a las aguas, y el resto de la comitiva flores y ramos de laurel. Con el mar de nuevo abierto, la canoa se dirigió hacia el Bidasoa, y el resto de los romanos a una celebración en honor a la Diosa llamada Ploiaphesia.
El rito, que como todas las actividades de la mañana contó con numeroso público, se celebró en un altar montado para la ocasión, en cuyo interior ardía madera. «Los romanos entendían que el humo, aromatizado con incienso, ascendía al cielo reclamando la atención de los Dioses. Y con el mismo objetivo, hacían ruidos estridentes con sus instrumentos», explicó Urteaga antes de que arrancara la ceremonia. Un pequeño coro interpretó una canción en griego que «no es la que cantaban en este acto los romanos. No sabemos lo que cantaban, pero sí que lo hacían en griego», quiso decir la directora de Oiasso para no faltar al rigor. La bendición y los votos del sumo sacerdote, en una mezcolanza trilingüe de latín, castellano y euskera, puso el punto final, y la comitiva se dirigió de nuevo al entorno del Museo para disfrutar de un cerdo de 150 kilos asado al burduntzi en una última representación, en este caso, del banquete de Trimalción, siguiendo la descripción de 'El Satiricón', de Petronio.
El programa de estos Dies Oiassonis empezó el sábado con talleres y gastronomía de inspiración romana, teatro y música. En sólo tres años, esta actividad ya se ha consolidado como referente del mes de julio por su capacidad para unir el espectáculo y el ocio con la cultura y la oportunidad de aprender.
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