Aunque es donostiarra, lleva muchos años en Irun, los suficientes para poder considerarle prácticamente un ITV.
(Ríe) Sí, llevó
aquí 35 años. Nací en San Sebastián y estudié allí. Los quince primeros
años de cura estuve en Herrera, muy a gusto. Después me trajeron a
Belaskoenea, a Pentecostés. Ahí también estuve muy a gusto, 21 años,
hasta que el obispo Uriarte me llamó diciendo que se había muerto el
párroco del Juncal y que tenía que venir. Yo le respondí a ver si no
había otro que quisiera y él me dijo que creía que era para mí. Incluso
le di algunos otros nombres, pero él me respondió que precisamente esas
personas le habían dicho que debía ser para mí. Así que vine hace
catorce años.
¿Le resultó duro el cambio?
Al principio se
te hace durillo, estaba muy contento en Belaskoenea y si quieres a la
gente pones corazón. Pero dicen que la distancia es el olvido (ríe), es
una canción. Ahora sigo yendo a Belaskoenea, aunque hay un ucraniano de
28 años que lo lleva muy bien. Pero a veces, si hay un funeral en
euskera o algo, voy yo a oficiar. Por otro lado, cuando llegué al Juncal
fui haciendo pequeñas obras y donde había un cuarto de plancha puse el
despacho, para tener un sitio donde estar, trabajar y poder recibir a la
gente. Ahora estoy muy a gusto, aunque no sé hasta cuándo, porque ya
tengo 77 años.
¿Qué destacaría de todos estos años en Irun?
Nada en especial.
Quiero decir, nuestra vida es de dedicación a la parroquia. Aquí caben
los niños, los adolescentes y los mayores; aquí se hacen bodas,
funerales… Lo que haga falta. Este despacho siempre está abierto.
Precisamente lo puse para que la gente me pueda encontrar para lo que
sea.
¿Cómo se enteró de que este año el premio Txapelaundi recaería en usted?
Vinieron de la
Asociación de Vecinos de la Parte Vieja. Yo al principio ni me lo
esperaba. Creo que mi candidatura la presentaron el presidente, Koldo
Susperregui, y Gorka Álvarez Aranburu. Cuando vinieron a contármelo les
pregunté si no tenían a otro. Lo digo de corazón. Evidentemente me hace
ilusión que se acuerden de mí, todos tenemos nuestro corazoncito. Pero
yo no hago las cosas para que se acuerden de mí, sino que considero que
si hay que hacerlas se hacen, y que si no hay que hacerlas no se hacen.
¿Cuál era su relación previa con la Asociación de Vecinos Alde-Zaharra San Juan?
Tengo mucha
relación con ellos. Por ejemplo, el día 31 de agosto, en San Ramón
Nonato, hacemos una eucaristía en la capilla de las Siervas, que también
pertenece al Juncal, y también la hago yo. Y alguna vez también me
piden alguna colaboración, para que les preste algún local o algo.
Además, cuando hay un acto religioso en la ermita de Santa Elena,
llamada aquí cariñosamente Ama Xantalen, también lo oficio yo. Esa
ermita fue un templo romano hasta el siglo IX y después se convirtió en
templo cristiano, por lo que será de los más antiguos de Gipuzkoa.
Sabiendo que
después le entregarán el premio Txapelaundi, ¿le resultará más especial
que otros años la misa que oficiará hoy en Ama Xantalen?
La misa será
igual que siempre, ya la tengo preparada y la voy a hacer igual. Dentro
de la iglesia yo soy igual que antes. Sólo que después, aunque no me han
tomado las medidas, me pondrán una boina (ríe).
¿Qué les diría a quienes han hecho posible que la distinción sea este año para usted?
Les diría que no
es mi estilo. Hay una frase de Jesucristo que intento aplicar, y es que
si él no vino a ser servido, sino a servir, yo tendría que hacer lo
mismo. Pero ya que me van a poner la boina, ciertamente estoy muy
agradecido de que se hayan acordado de mí y que valoren lo que estoy
haciendo. Cuando pones corazón, que la gente te quiera te hace mucha
ilusión.
¿Le han felicitado los vecinos del barrio?
Desde que la
gente se ha enterado me felicitan todo el rato y en todas las esquinas.
No sé si habrá quien no piense así, pero la verdad es que a la gente que
me ha parado le ha parecido bien que me den a mí el premio. En este
momento en el que estamos, de increencia y de mucha pluralidad de
pensamiento, por lo menos veo que la gente está a gusto con que me lo
hayan dado a mí.
¿Seguirá en el Juncal mucho tiempo más?
–Mientras pueda y
mientras el obispo me aguante (ríe) estaré aquí. Por lo menos este
curso estaré, no sé si alguno más. Depende sobre todo de mi salud, pero
estoy muy contento así que me gustaría seguir.