IRUN
Dulce, espeso y ecológico
El maestro chocolatero Koldo Salinas se encargó de la chocolatada popular con la que Bioterra cerró ayer las puertas de su décima edición
10.06.13 - 00:02 -
Bioterra ha encontrado en Irun Dastatu una iniciativa que agrupa a los cocineros del municipio, un nuevo campo abierto que explorar. Porque el crecimiento experimentado en el sector de los productos ecológicos ha sido tal que los cocineros aseguran que es «perfectamente posible elaborar un menú completo y de calidad», empleando únicamente alimentos certificados.
A hablar sobre esto dedicaron la mañana los cocineros Iñigo Lavado (Resturante Iñigo Lavado de Ficoba), David Rodríguez (Restaurante Danako, también en Irun) y Christophe Grosjean (del restaurante angeluarra Chateau de Brindos, con estrella Michelín). En la misma sesión de conferencias participó también el maestro chocolatero irundarra Koldo Salinas (Pastelería Brasil), que fue quien por la tarde se encargó de la chocolatada, ecológica y popular, que servía casi de broche final a la feria. Hubo chocolate para unas 300 personas, muchas de ellas presentes en la paciente cola que precedió al reparto y otras muchas que se llevaron una dulce sorpresa al salir de la feria. O al entrar en ella, porque pasadas las seis de la tarde seguía llegando gente al ferial.
La sabrosa bollería, igualmente ecológica, que resultó el complemento ideal del oro negro de Salinas, fue provista desde Ekoleku, una de las tiendas de ecoalimentación con las que cuenta la ciudad. La conjunción de las dos ofertas desembocó en una merienda «que ya me podrían dar todos los días», decía uno de los pequeños tras recibirla.
Chocolateros del futuro
Tanto o más había disfrutado, apenas media hora antes, el medio centenar de niños que participó en el taller confitero de Koldo Salinas. Esta vez, él solo puso los mimbres y sus alumnos el arte. El chocolatero irundarra había preparado los huevos de chocolate y las cremas para decorarlos, a la vez que puso a disposición de los críos los utensilios necesarios. Ellos fueron los encargados de decorar los huevos (y de comérselos después), con menos ayuda de los padres y madres de la que cabría esperar, por lo que éstos pudieron dedicar el tiempo del taller a inmortalizar con sus cámaras las creaciones de sus hijos. Irun, ciudad de tradición chocolatera, puede respirar tranquila. Hay cantera para el futuro.
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