El doble aniversario del Tren Txikito
Hace cien años que comenzó a funcionar, y el próximo 31 de diciembre se cumplirán sesenta de su último servicio comercial
- JOANA OCHOTECO
- IRUN
1916 y 1956 son las fechas de comienzo y fin del conocido como Tren Txikito. Hace cien años que comenzó a funcionar, y el próximo 31 de diciembre se cumplirán sesenta de su último servicio comercial.
El ferrocarril del Bidasoa o Tren Txikito se creó «para satisfacer las necesidades del transporte minero de la zona», según explica Ricardo Berodia en el volumen 23 de Estudios del Bidasoa, editado por Luis de Uranzu Kultur Taldea. Fue en 1894 cuando una compañía francesa que explotaba las minas pidió al Ayuntamiento terrenos para construir vías férreas. El proceso hasta que estas fueron una realidad fue largo y complejo, y el trazado completo del ferrocarril entre Irun y Elizondo no se inauguró hasta 1916.
Además de la vocación minera con la que había nacido, el Tren Txikito transportaba mercancías como troncos, granito, caolín... Y también viajeros. El 1 de febrero de 1916 se puso en marcha el primer tramo, hasta Doneztebe; y el 28 de mayo del mismo año «se procedió a la inauguración de la línea completa hasta Elizondo», según concreta Ricardo Berodia.
El Tren Txikito contaba con múltiples paradas: además de las de Irun, la línea se detenía en Behobia, Endarlaza, Bera, Lesaka, Iantzi, Sunbilla, Doneztebe, Legasa, Narbarte, Oronoz-Mugaire, Arrayoz e Irurita-Lekaroz, antes de llegar a Elizondo. «Es sorprendente que un tren con un recorrido que apenas superó los 50 kilómetros dispusiera de tantas estaciones y apeaderos». La explicación puede encontrarse en «su disposición a fomentar el comercio, así como el deseo de ofrecer un mayor servicio a los pueblos ribereños», sugiere la publicación de LUKT. El tren tardaba 2 horas y 10 minutos en cubrir el trayecto completo.
La estación en miniatura
La estación de Irun-Mendibil, la principal de entre las situadas en la ciudad, se ubicaba en Kostorbe, conformando un complejo de edificios que incluía cuatro pabellones «destinados a depósito, talleres, cantina y el bello edificio principal, que albergaba la estación y las oficinas». Una reproducción de este complejo se exhibe actualmente «y hasta que nos dejen» en el establecimiento Atrezzo de la calle Estación. Su autor es Manolo Cariñena, un apasionado del Tren Txikito: «toda la vida he tenido ilusión por él y afición por los trenes. Yo tenía 14 años cuando desapareció, pero antes, me escapaba del colegio para ver el tren, con unos 9 años. Y los domingos, solía ir al parque Mendibil a ver cómo hacía maniobras», recuerda.
«El primer día que me vieron por allí me pillaron debajo de una de las máquinas de vapor, buscando a ver dónde estaba el motor... Que obviamente no lo tenía. Cuando estaba allí abajo me sacaron por los pies y me preguntaron a ver qué estaba robando. Yo les dije que nada y les pregunté dónde estaba el motor de aquella máquina». Manolo Cariñena recuerda que aquel hombre que le descubrió bajo el tren le invitó a volver el domingo siguiente para enseñarle cómo funcionaban los trenes. Así lo hizo, y «me llevó a una máquina pequeñita y la puso en marcha solo para mi».
En la maqueta que se expone en Atrezzo pueden verse todos los elementos que componían aquella estación del Tren Txikito, «al que se le llamaba así porque la configuración automotriz era mucho más pequeña», explica Cariñena. Ha invertido tiempo y trabajo en terminar la maqueta de la estación, pero está satisfecho con el resultado. En la idea de exponerla en Atrezzo tuvo mucho que ver José Mª Castillo, que le sugirió mostrarla en este establecimiento. «Dentro de un tiempo, queremos llevarla también a Elizondo», explica. Manolo Cariñena también conserva billetes originales del Tren Txikito, que se exponen asimismo en el escaparate de Atrezzo junto con una silla que recogió de la estación. «Recuperé todo lo que pude».
Ocaso y último viaje
Según recoge Ricardo Berodia en su estudio, «la Compañía de los Ferrocarriles del Bidasoa tuvo desde sus comienzos un reconocido prestigio, no solo en cuanto a sus unidades móviles y a los servicios que prestaba, sino que también supo dotarse de un personal ciertamente cualificado», contando, por ejemplo, «con varios ingenieros para dirigir las secciones de mayor responsabilidad».
Pese a todo, «a lo largo de sus cuarenta años de existencia el tren nunca cumplió sus objetivos potenciales, ni en número de viajeros ni en toneladas de carga. Consiguientemente sus balances económicos nunca fueron satisfactorios».
Este no fue el único factor que motivó el ocaso del Tren Txikito: «otro elemento fundamental y decisivo fue el progresivo desarrollo de los servicios públicos por carretera que desde mediados de los años veinte comenzó a generalizarse, bien por medio de pequeñas camionetas como por automóviles particulares y autobuses (...) la modernización de las carreteras y sus vehículos favorecían y fomentaban el pequeño transporte y el movimiento de personas. Después llegarían los autobuses de línea y el aumento de tonelaje en la carga de los camiones... Algo contra lo que las pequeñas líneas de ferrocarril no podían competir».
Además, según recoge Ricardo Berodia, «en octubre de 1953 una impresionante tromba de agua provocó una gran riada, que afectó seriamente a las estructuras de la línea, arrancó y arrastró más de 400 metros de vía férrea, causó desperfectos en estaciones y apeaderos, afectó a las estructuras de varios puentes y originó otros destrozos varios. Aunque se reanudaron los servicios en el menor tiempo posible, ello supuso un fuerte revés a la delicada situación por la que atravesaba la Compañía».
El Tren Txikito hizo su último viaje en la nochevieja de 1956. La edición de 'El Diario Vasco' del 2 de enero de 1957 publicó una crónica al respecto de la despedida del tren, firmada por Miguel del Bidasoa e imbuída de emotividad. «Ha desaparecido, sin pena ni gloria, el Ferrocarril del Bidasoa. Solo algunos bidasotarras sentimentales -muy pocos- salieron a despedirle a la estación de Irun», comenzaba el texto.
En su último viaje, el tren contó con «más viajeros que de costumbre», según señala la crónica. «Muchas personas se han enterado que hoy era el último día (...) y han aprovechado esta circunstancia para venir a realizar sus compras a Irun». Concretamente, en aquel viaje se vendieron 30 billetes a Doneztebe, 15 a Bera, 8 a Endarlaza, 8 a Elizondo y 9 a Sunbilla.
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