«Es como una quedada de moteros, pero con vidrio»
Una decena de artesanos han participado en Irun en un encuentro en el que han compartido técnicas nuevas y experiencias
- JOSEBA ZUBIALDE
- IRUN
Mallorca, Valencia, Segovia, Almería, Cataluña o Francia son algunas de las procedencias de una decena de maestros vidrieros que este fin de semana han participado en una «quedada» en Argia Badago, el taller que el artesano Igor Obeso tiene en el número 54 de la calle Gabiria de Ventas. Un encuentro que surgió «sin más», comenta el artista hondarribitarra, que explica que «de vez en cuando nos juntamos. Somos cuatro gatos y al final nos conocemos todos».
El objetivo de la cita no es otro que el de «venir y trabajar» en aquello que les apasiona. «Al final es como una quedada de moteros, pero en lugar de motos aquí hay vidrio», dice Obeso con una sonrisa. La idea de juntarse en Irun salió de él: «Llevamos dos años en Ventas y tenemos más sitio. Normalmente el verano no es nuestra temporada más alta y existe la oportunidad de hacer una quedada así. Avisas a la gente y luego cada uno decide si viene o no, porque algunos están de vacaciones».
Este tipo de encuentros entre compañeros sirven para «compartir técnicas que cada uno va descubriendo y que facilitan el trabajo», comenta Pere Ignasi, artista mallorquín que cuenta con más de cincuenta años de experiencia en el oficio. «Antes no había comunicación entre nosotros», aclara Obeso, por eso intentan que estas reuniones se produzcan «más a menudo» para poder compartir experiencias. «Se trata de ponernos un poquito al día y de estar más actualizados gracias a personas que, por ejemplo, vienen del extranjero y aportan cosas nuevas. En estas quedadas aprendes, te hablan de nuevos materiales, estás con la gente, intercambias recetas, clientes y proveedores... y además te lo pasas bien», explica Obeso. Compartir trucos y secretos es la forma, según Ignasi, en la que «podemos crecer y avanzar. Es una comunicación mucho más rica, alejada de actitudes egocéntricas y de creerse el mejor del mundo».
La figura del vidriero
Las quedadas también buscan «promover al vidriero que trabaja en casa, con su propio horno, que se hace sus propias 'salsitas' y se monta sus monólogos a su antojo», comenta el mallorquín, y defiende que «es necesario que esa figura reluzca». En su profesión, como en otras muchas, se mueven en «un mundo complicado» y en no pocas ocasiones se topan con el «desinterés» del público. «En Europa existe mucha más tradición de vidrieros y cuando hablas sobre tu oficio saben de qué va, por lo que hay más gente que valora tu trabajo y está dispuesta a pagar por ello», explica Obeso. «Cada pieza tiene una dificultad y para apreciarla hay que saber o interesarse por el método de elaboración. Aquí no ocurre eso, ya sabemos dónde está la curiosidad de la gente...», lamenta el artista. Y es que el del vidrio «es un mundo complicado y es tan amplio...», matiza Ignasi, añadiendo que «tiene mucho más de lo que parece a primera vista».
Una de las cosas que fascinan a Obeso en este tipo de quedadas no es la técnica, «lo bonito es la maestría con la que se ejecuta y hacer que lo difícil y complejo parezca fácil». El artista hace un símil con la danza, una disciplina que «tiene sus tiempos, momentos y temperaturas, y luego todo fluye. Cuando ves a un vidriero trabajando y las cosas parecen fáciles de hacer, es porque detrás hay mucho trabajo y dedicación».
Aunque los maestros vidrieros pasaron buena parte del tiempo entre el horno y sus 'salsas', lo cierto es que también hubo momentos para relajarse y disfrutar de una buena paellada en el taller y de una comida en la sociedad de Obeso en Hondarribia.
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