Josin Galzakorta (Ante todo, peregrino): «Cuando llegué, abracé a mi caballo y me puse a llorar como un bobo»
En el 2000 hizo su primer Camino de Santiago y ayer entró a caballo en la Plaza del Obradoiro por cuarta vez
A nuestro protagonista todos los caminos no le llevan a Roma. Para Josin Galzakorta los caminos son aquellos que llegan a Santiago de Compostela, a su querida Plaza del Obradoiro. El lugar en el que ha cumplido uno de sus sueños y en más de una ocasión. Con la de ayer, si todo ha ido bien, habrá sido la cuarta vez que Josin Galzakorta haya abrazado a su caballo en la Plaza del Obradoiro después de haber recorrido esos kilómetros mágicos que solo tiene el Camino de Santiago y que sólo conocen y entienden los peregrinos como él. Empecemos pues a caminar con él para saber más. ¡Hasta luego y buen Camino!
-¿Cuántas veces has dicho eso de «¡Hasta luego y buen Camino!»?
-Ufff, ¡no lo sé! Todas las veces que me he encontrado con alguien. Muchas porque en el Camino nunca estás solo.
-Solo quienes lo hacen solos, ¿no?
-Ni esos, no. Es verdad que yo soy de natural 'berritxu', pero en el Camino siempre encuentras algún peregrino con el que charlar o hacer unos kilómetros.
-¿Recuerdas la primera vez que escuchaste hablar del Camino?
-Claro, fue más o menos en el año 95. Alguien de la cuadrilla me comentó que lo había hecho y que le había encantado. Entonces empecé a soñar con el Camino de Santiago. Luego cometí el error de entrar en Internet y... ¡se te empieza a caer la baba!
-Te enamoraste del Camino antes de pisarlo.
-Pues casi. Esa primera vez estuve dos años soñando con el Camino hasta que lo hice.
-¿Por qué tanto tiempo?
-Bueno, la logística de hacerlo a caballo es más complicada. Hay que aparcar el caballo en algún lado.
-¡Anda! ¿Fuiste a caballo?
-Sí, todas las veces lo he hecho a caballo. Por cierto, ¿sabes que ahora también se puede hacer en vela?
-¡No me digas!
-Sí, sí. Hace no mucho salieron unos veinte barcos desde Hondarribia. En la credencial oficial ahora hay la opción de marcar que lo haces a pie, a caballo o en vela.
-Dejemos la vela para otro momento. Hablemos de tu primer Camino, ¿cómo fue?
-Fue muy curioso. Te cuento. Salimos juntos un amigo de Zugarramurdi y yo. Los dos a caballo. Pues bien, a las dos horas mi amigo se cayó del caballo y se rompió la clavícula.
-¡Qué mala suerte! ¿Y qué hiciste?
-Pues me repetía una y otra vez a mí mismo: «Joe, Josin, dos años soñando con el Camino. Meses preparándolo y ahora...¿qué?». Me replanteé el viaje, pero dije: «Por mis... ¡lo hago!». Me fui y he de reconocer que fue el mejor Camino de todos.
-¿Y eso?
-Porque me di cuenta de lo bien que me llevo conmigo mismo. Hice desde Viscarret hasta León y al año siguiente, también solo, de León a Santiago. El mejor Camino con diferencia, sin duda.
-¿No te sentiste solo?
-En el Camino te paras porque te duelen los pies, te quitas los zapatos y no han pasado cinco minutos y ya te viene alguien a preguntar si necesitas ayuda. ¡Es cojonudo!
-Ay, empieza a aflorar la magia del Camino...
-Es que es diferente. Yo he hecho también la Transpirenaica y no es lo mismo. No, no.
-¿Por qué? ¿Qué hay en el Camino?
-No sé si es, fíjate qué chorrada voy a decir, el espíritu de los cientos de miles de peregrinos que están danzando por ahí o qué, pero la gente ahí se vuelve mucho más receptiva y con ganas de colaborar. El Camino de Santiago tiene algo.
-Ese algo es místico, tal vez religioso...
-No tiene por qué. Justamente, un día en la radio hablando con Marialui sobre el espíritu del Camino, ella me preguntó si para la gente que no es cristiana el sentimiento es el mismo. Yo en seguida le dije, y digo, que no tiene nada que ver. Mira, ¿quién tiene, por ejemplo, quince días para estar con uno mismo? ¿Cuántos días tienes siete horas para estar contigo mismo, andando solo con una mochila? Nunca. Solo el Camino te permite algo así.
-Pero esa magia tendrá también sus altibajos...
-¡Claro! También hay tiempo para momentos duros, pero esa magia los soluciona todos. Una vez recuerdo que tuve un momento de bajón por una estupidez. Me habían dicho: «cuando llegues a tal cruce, vete a un pueblo que hacen un cocido maragato increíble». Total, cogí el camino que no era y cuando me di cuenta me cabreé como un mono. Estuve una hora y pico enfadadísimo. ¿Pero sabes qué? Aterricé en un sitio dónde me dieron de comer increíble sobre una mesa de pizarra, sentado bajo una parra. Se me pasó todo el enfado. (Risas)
-¿Y cuando llegaste a Santiago por primera vez? ¿Qué recuerdas?
-Uff... Sentí una gran alegría y una pregunta en mi interior: «¿Y ahora, qué?». Me quedé vacío, había llegado a mi ilusión, a mi reto. Me abracé al caballo y lloré como un bobo.
-¿Volviste diferente?
-Un poco sí, Ana Rosa también me lo dijo.
-Desde entonces has repetido y este último es tu cuarto Camino.
-Sí. Me he perdido la Semana Jacobea, pero el grupo me ha esperado tres años para hacer esta segunda fase del Camino. Yo les dije que lo hicieran sin mí, pero me dijeron que sin el salsero mayor no iban. (Risas)
-Salsero mayor y 'director' del albergue de Irun...
-(Risas) Sí, Demetrio me engañó para ser presidente de la Asociación Jacobi. En el 2014 me empezó a tocar lo que no me tenía que tocar y... En el 2015 me hice cargo y también me ha cambiado como el Camino.
-¡No me digas! ¿Por qué?
-Me he vuelto un pedigüeño. Antes no me atrevía a pedir nada, pero ahora para los peregrinos... Hasta a altas horas le he enviado e-mails a Miguel Ángel Páez. ¡Pobre! (Risas)
-Pero el nuevo albergue ha quedado fenomenal, ¿no?
-Sí, sí. Yo en cuanto entré la primera vez ya supe que iba a ser el lugar apropiado. Y el albergue también tiene su magia. Magia como que la Asociación americana de amigos del Camino nos han mandado 6.000 dólares para sacar adelante el proyecto. Increíble, ¿verdad?
-Seguro que nuestro albergue es de los mejores.
-Tiene que serlo, pero tiene que serlo por la acogida y el servicio. Yo creo que la gente se va encantada. Ojo, que este año vamos a batir el récord. Ya hemos alcanzado los 7.305 peregrinos del año pasado y todavía quedan tres meses para acabar el 2018.
-Pues ahora sí, para todos ellos: «¡Hasta luego y buen Camino!».
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