viernes, 25 de enero de 2019

Fabio Alves Dos Santos (Quiropráctico): «En Brasil soñé con vivir en un sitio como este, ¡es un lugar mágico!»

Noticia publicada en Diario Vasco,el viernes día 25 de Enero de 2019.

Fabio Alves Dos Santos (Quiropráctico): «En Brasil soñé con vivir en un sitio como este, ¡es un lugar mágico!»

Fabio posa en su propia consulta, 'Bizi Ondo', que está en el centro comercial Mamut.
/F. DE LA HERA
Fabio posa en su propia consulta, 'Bizi Ondo', que está en el centro comercial Mamut. / F. DE LA HERA

Comenzó siendo informático en Brasil, pero sus sueños y su esfuerzo lo han traído hasta Hondarribia y ahora es quiropráctico

YLENIA BENITO BIDASOANDV@GMAIL.COM
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El 28 de agosto de 1963, delante de más de 200.000 personas, Martin Luther King se acercó a un atril lleno de micrófonos y, con toda su convicción, dijo eso de «I have a dream». Tengo un sueño. Esa misma frase, unos años más tarde y sin público, ni micrófonos, la dijo nuestro protagonista. Fabio, con la misma convicción de Martin Luther King, también se dijo a sí mismo «tengo un sueño». Pero su sueño no tenía nada que ver con el del pastor estadounidense. Fabio soñaba con vivir en un lugar tranquilo y trabajar ayudando a las personas con sus propias manos. El sueño comenzó en Brasil, se forjó en París y lo está haciendo realidad en Hondarribia.
-Un brasileño en Hondarribia...
-(Risas) ¿Te parece curioso?
-Sí, ¿por qué cambias las paradisiacas playas de Brasil por nuestra tranquila comarca?
-Es una larga historia, pero yo un día estando en la playa, en Brasil, soñé con esto. Me dije a mí mismo que quería vivir en un lugar así: tranquilo, mágico y con monte y playa.
-¿Bajo el sol abrasador de Brasil soñaste con Hondarribia?
-(Risas) ¡Creo que sí! De todos modos, Brasil no es solo playa, samba y fútbol. Hay mucho más.
-Pero ese más a ti no te llenaba...
-No del todo. Así es. Y no me costó mucho darme cuenta, me fui muy jovencito.
-¿Por qué?
-Mira, yo estudié informática. Lo hice por dinero. Yo vengo de una familia humilde, sin muchos recursos, así que busqué unos estudios que pudieran darme lo suficiente como para vivir.
-Pero no te gustó eso de darle a la tecla, ¿verdad?
-Nada, por eso decidí irme de misión humanitaria. Quería ayudar a la gente. Me fui al norte de Brasil, allí la situación es muy diferente a donde yo vivía. Junto a dos o tres personas más nos dedicábamos a buscar familias que verdaderamente estaban muriendo de hambre. Fueron unos años muy duros, pero muy enriquecedores.
-Vaya cambio...
-Sí, sí. Allí tenía un sueldo pequeño, lo justo para sobrevivir. Ese trabajo me dio una nueva visión.
-Giraste el timón.
-Sí, me dije a mí mismo que lo que de verdad quería era ayudar más a la gente.
-¿Y qué se te ocurrió?
-Llegué a casa y dije: «de aquí a seis meses me voy a Francia, quiero estudiar medicina».
-¡Toma ya! Preferías el bisturí a los teclados del ordenador.
-(Risas) En ese momento ya pensaba en algún tipo de medicina que implicara ayudar o curar con las manos, la verdad. Lo tenía muy claro.
-¿Y por qué elegiste París?
-Cuando era niño, mi madre no quería que estuviera en la calle. Había muchos problemas de drogas y violencia, así que para evitarlos me llevó a una academia a estudiar idiomas. Yo quería estudiar español, pero cuando llegué la clase estaba completa. Me quedó para elegir francés y japonés. Y claro, ¡elegí francés! Por eso decidí irme a Francia a estudiar. Pero esto es solo el comienzo de la aventura...
-Cuenta, cuenta...
-Contacté con una familia para poder vivir con ellos allí mientras estudiaba, pero cuando aterricé en el aeropuerto y... ¡no había nadie!
-¿Nadie fue a recibirte?
-Nadie fue a recibirme ni a nada. Les llamé y no me cogieron el teléfono, ¡habían desaparecido!
-Menuda bienvenida.
-Imagínate. Yo allí, en el aeropuerto, solo y con nada más que 500 euros en el bolsillo...
-¿Qué hiciste?
-Encontré un albergue muy barato para poder dormir. Me fui para allá, dejé las maletas y así como estaba, con mi ropa de verano en pleno invierno, me fui a ver la Torre Eiffel.
-¿Te dio suerte?
-(Risas) Bueno... Lo cierto es que pasé una temporada estudiando, buscando trabajo y comiendo nada más que una vez al día para no gastar el poco dinero que tenía. Recuerdo que comía una hamburguesa del McDonalds que costaba un euro, ¡nada más!
-Sí que estiraste esos 500 euros...
-Hasta que se acabaron... Conseguí un trabajo en una galería de arte, pero para entonces ya estaba sin dinero y sin poder pagar el albergue.
-Entonces...
-Entonces llamé a una brasileña que limpiaba en el lugar en el que estudiaba. Una vez me dijo que si alguna vez tenía una emergencia que no dudase en llamarla. Apuré hasta el último momento, pero al final tuve que llamarla. No tenía a dónde ir...
-Dime que entonces te empezaron a ir mejor las cosas, ¿sí?
-Sí, seguí trabajando en la galería de arte y terminé mis estudios. Me especialicé en quiropráctica porque era lo que más se parecía a lo que yo quería hacer. Estuve bastante tiempo viviendo en París hasta que encontré a través de la universidad la oportunidad de trabajar como quiropráctico en otro lugar. Podía ir a Florencia, a Estonia o a Errenteria.
-Me la juego. ¿Por qué elegiste Errenteria?
-(Risas) Pues un amigo me dijo que la gente estaba volviendo de Italia sin cobrar, así que descarté Florencia. Me informé sobre Estonia y vi que nevaba durante nueve meses del año y claro, ¡soy brasileño! No me gusta el frío.
-Errenteria tropical.
-(Risas) Pues llegué a Errenteria en noviembre y hacía treinta grados. ¡Estuve en la playa y todo!
-¿En la playa?
-Recuerdo que estaba en Irun comiendo un helado de Papperino, cuando busqué en internet una playa cercana. Me salió Hondarribia. Fui y me enamoré. Ahí sentí que era el lugar con el que había soñado.
-¿Hondarribia?
-Sí, un lugar calmo con playa y monte. ¡Es un lugar mágico! Una amiga de una compañera de Errenteria dejaba un piso en Hondarribia y no me lo pensé dos veces, ¡me mudé en seguida!
-Ze ondo!
-Oso ondo. (Risas) Estoy encantado. Mis vecinos, todo el mundo, me ha acogido muy bien. Hasta me traen croquetas a la puerta. ¿Ves como es mágico?
-Algo de magia también tienes tú...
-Yo he intentado hacer todo lo posible para adaptarme, ¡hasta he ido al euskaltegi! Algo de euskera ya sé.
-Tu consulta se llama 'Bizi Ondo'.
-(Risas) Es mi lema. Yo quiero ayudar a que la gente esté bien, a que viva mejor. Le pregunté a mi compañera Alicia cómo se decía y así llamé a la consulta. 'Bizi ondo'.
-¿Cuánta vida tiene 'Bizi ondo'?
-Empecé a ponerlo en marcha en mayo de 2017 mientras trabajaba en Errenteria. Todo lo he hecho yo con mis propias manos, poco a poco. Creo que es una consulta con mucha vida y un ambiente familiar. La gente llega, se quita los zapatos, se sienta en la butaca... Es como estar en casa.
-Entonces, ¿tú también vives bien?
-Estoy muy contento. Un jefe me dijo una vez: «no digas que eres brasileño, que da mala publicidad». Pues ahora, cada semana llama alguien diciendo: «¿ahí trabaja el doctor brasileño morenito? Quiero estar con él». Estoy feliz. Me gusta todo de aquí, ¡hasta las fiestas aunque empiecen de madrugada! (Risas)

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