Irun Zuzenean, más que un festival de música
Irun Zuzenean ofreció ayer toda una jornada de música en directo con cerca de una treintena de conciertos, pero también muchas actividades paralelas
Catorce horas de música en directo en tres escenarios, veintiséis bandas o intérpretes, perritos calientes, tatuajes, crepes dulces o salados, un mercadillo, caretas de colores y una furgoneta en la que cualquiera pudo jugar a ser músico. Eclecticismo es un término bastante adecuado para definir el espíritu del festival Irun Zuzenean 2019. Ciertamente los conciertos fueron el eje de cuanto aconteció ayer en la plaza Urdanibia, porque como contaba Sebastián Sallaberry, uno de los organizadores del festival, «amamos la música. Irun Zuzenean es una oportunidad para mostrar veintiséis grupos diferentes, traer gente de distintas partes del mundo, para mezclar, unir y que toda la gente sea una sola».
Pero, con ese punto de partida, el Irun Zuzenean se disfrutó de muchas maneras, además de escuchando música en directo. Los 'festivaleros txikis' se hicieron caretas en el taller infantil situado junto al parque Sargía. Gente de todas las edades curioseó en la treintena de puestos de un mercadillo en el que se podía encontrar de todo: desde ropa de segunda mano hasta lámparas, bisutería, cuadros... Y muchos se animaron a probar perritos calientes chilenos en una de las food trucks.
Junto al Punto Morado se situaba una de las actividades más llamativas del festival: el Tattoo Point, una carpa bajo la que llevarse grabado en la piel un recuerdo del Irun Zuzenean. «Se hacen, básicamente, tatuajes pequeños, muy iconográficos y a un precio accesible», explicaba Sebastián Sallaberry. El tatuador Álvaro Pérez, que estuvo en el primer turno del Tattoo Point, llegaba a Irun con una lista ya cerrada «de tres o cuatro personas» que iban a acudir a tatuarse. No obstante, «si hay algún huequillo y alguien se anima a hacerse algo, sin problemas. Con el ambiente de fiesta, alguno caerá seguro», comentaba, mientras preparaba los útiles necesarios para la labor.
Además de escuchar música, el Irun Zuzenean ofreció la oportunidad de crearla: junto al parque Sargía se instaló un pequeño estudio de grabación en la caravana de La C.O.S.A de Chico Trópico, un espacio «con todo tipo de instrumentos para que músicos, no músicos y gente de todas las edades venga a tocar», explicaba Sara Brito. Junto a Pedro Buschi, son los artífices de este espacio «de creación y experimentación comunitaria». Integrantes de bandas del festival, además de público y ciudadanos con ganas de ser músicos por un rato, participaron en una experiencia cuyo resultado «se subirá a la plataforma Band Camp», señaló Sara Brito.
Descubrimientos
La apuesta del Irun Zuzenean para este 2019 ha pasado por reforzar las actividades paralelas del evento en detrimento de nombres conocidos por el gran público en el cartel. Esto no significa que esas veintiséis bandas o intérpretes no ofreciesen conciertos de calidad; pero sí que es cierto que, para buena parte de los espectadores, el de ayer fue un festival de descubrimientos. Y desde primera hora: pueden dar fe de ello las decenas de personas que se congregaron, poco antes de mediodía, en torno al escenario en el que actuó Amorante. El proyecto del músico de Elgoibar Iban Urizar aunó desde ritmos flamencos hasta versiones de temas euskaldunes con la particular fusión de sonidos surgidos de la guitarra, la trompeta, el armonio y su propia voz. El público le dedicó un gran aplauso al término de su actuación, y él mismo les respondía agradecido, en euskera, que «no esperaba que fuera a haber tanta gente en el concierto, eskerrik asko!».
Más avanzada la jornada, comenzaron a sonar los cabezas de cartel del Irun Zuzenean: el ambiente se fue tornando más festivalero, aunque manteniendo los diferentes tipos de públicos, en conciertos como el que ofreció Y La Bamba, uno de los nombres destacados de la cita.
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