«Conseguí acceder a un vuelo privado antes de que cerrasen el espacio aéreo»
El periodista Leontxo García narra el periplo que le permitió volver a Irun desde Ekaterimburgo, donde cubría el Torneo de Candidatos de ajedrez
Leontxo García ya está «en el mejor hotel del mundo», su casa. Esa frase es uno de los dos «principios básicos» de su vida. El otro reza que «viajar es la mejor escuela de vida». Y de viaje se encontraba, cubriendo el Torneo de Candidatos de ajedrez de Ekaterimburgo, en Rusia, cuando estalló la crisis sanitaria provocada por el Covid-19. Regresar a Irun fue toda una aventura que comparte en estas páginas.
La historia comienza cuando, el 12 de marzo, Leontxo García se traslada a Madrid «con la intención de volar desde allí a Ekaterimburgo» el día 15. El viaje incluía una escala en Moscú, pero «me entero de que el Ayuntamiento» de la capital rusa «ha impuesto una cuarentena de 14 días a todos los viajeros procedentes de España. Cuando haces un tránsito en el aeropuerto de Moscú, tienes que pasar el control, salir al vestíbulo y volver a entrar», por lo que el riesgo de no poder completar el transbordo «era muy grande».
«La exclusiva más rara»
El periodista decidió «cambiar el billete para salir de Madrid lo antes posible e ir a Ekaterimburgo con escala en Estambul». Pero «tengo la mala suerte de que cuando ya estoy volando» hacia allí las autoridades de la ciudad «deciden imitar a las de Moscú. Nada más aterrizar me imponen una cuarentena de 14 días» que debía pasar «en la habitación de mi hotel. Soy el único periodista no ruso que ha logrado llegar allí, pero es la exclusiva más rara de mi vida porque no puedo salir de la habitación», explica.
Una «excelente línea de internet» le ayudó a cumplir con sus obligaciones profesionales aún estando en cuarentena: «podía ver las partidas del torneo en directo, escuchar los comentarios de los grandes maestros y hablar con mis fuentes de información cómodamente». Además, el primero de los dos tests que debían hacerle «dio negativo» para coronavirus. Las cosas empiezan a torcerse el lunes día 23, cuando «me hacen el segundo test pero me advierten de que pueden tardar bastante en darme el resultado. Al mismo tiempo, la embajada de España y mis contactos con corresponsales extranjeros en Moscú me advierten de que Putin puede tomar medidas muy duras en cualquier momento». Y la cuarentena que debía pasar Leontxo García no concluía hasta el sábado 28. Llega el jueves 26 y, «a primera hora, se cancela todo. El gobierno ruso anuncia que a partir del viernes cierra el tráfico aéreo para todos los vuelos comerciales. Consigo que la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) logre enterarse de que mi segundo test ha dado negativo, y que me hagan un certificado firmado por cuatro médicos» que acredita los resultados de ambas pruebas. «También logro, a través del presidente de la FIDE, acceder a un vuelo privado que iba a salir esa tarde de Ekaterimburgo», junto a «algunos de los jugadores y otras personas muy allegadas al torneo».
Pero el plan podía irse al traste «si la policía del control de fronteras del aeropuerto comprobaba si mi nombre estaba en la lista de cuarentenas». La de Leontxo García no terminaba hasta el sábado 28, dos días más tarde, por lo que corría el riesgo de «quedarme encerrado en Rusia durante meses, en el peor de los casos». Se la jugó y, a la hora de mostrar su pasaporte en el aeropuerto, lo hizo colocando encima «el certificado médico» que corroboraba su buen estado de salud. «Eso disuadió al policía de comprobar si mi nombre estaba en la lista de cuarentenas».
Pese a un retraso en la hora de salida del vuelo, a las 5 de la mañana del viernes 27 el avión partía rumbo a Rotterdam. Leontxo García había localizado «un vuelo Amsterdam-Burdeos que no estaba cancelado». En una furgoneta «que nos puso la FIDE» logró llegar al aeropuerto. Además, «durante mi encierro, había conseguido que el delegado de Gobierno en Euskadi le extendiese a mi hijo un salvoconducto que le permitiese ir a buscarme en coche a Burdeos. Todo eso se engarzó perfectamente y llegué a casa».
Allí, como todos, el periodista permanece confinado mientras dure el estado de emergencia. La situación le está resultado «llevadera», porque «mi vida normal cuando estoy en casa no es muy distinta de la que estoy haciendo estos días». También le ayuda que «tengo muchísimo trabajo» que le mantiene ocupado buena parte del día.
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