El puente de nuestra memoria
El puente Avenida vuelve a estar abierto. Tras algo más de tres años cerrado, Irun recupera uno de sus lugares más emblemáticos, cargado de simbolismo y testigo de los acontecimientos históricos que han marcado la ciudad. Sabemos que ha sido demasiado tiempo sin poder atravesarlo, pero la singularidad que hace que este paso sea tan especial también se explica por la complejidad que conlleva acometer aquí estos trabajos de rehabilitación.
Hay que retroceder hasta comienzos del siglo XX para ver cómo, primero en tiempos de Cipriano Larrañaga y después de León Iruretagoyena, la ciudad tomó la decisión de levantar un nuevo paso que nos conectara con Hendaia y Europa. Una iniciativa insólita. Pocos ayuntamientos pueden decir que han construido por sus medios un puente internacional. Que fuera positivo para Irun, en clave de progreso y futuro, fue suficiente para asumir una obra que se convirtió en símbolo de una época.
Más de cien años después, recogiendo el testigo de aquella generación, la ciudad no ha dudado a la hora de rehabilitar un punto muy transitado por los bidasotarras. El proyecto ha buscado ser fiel al puente original, porque es algo más que una estructura: es una unión centenaria entre dos orillas que, como hace un siglo, queremos seguir creciendo juntas compartiendo esta identidad tan propia que imprime el río Bidasoa.
Las ciudades avanzan y se transforman, pero tienen que saber mantener aquellos elementos que forman parte de la memoria colectiva. El puente Avenida es uno de ellos, escenario de los episodios recientes de nuestra historia más difíciles, como la Guerra Civil o la dictadura que tanto sufrimiento causó entre la población y cuyo recuerdo no olvidamos para que acontecimientos como aquellos no se repitan. Porque modernidad y recuperación de la memoria van de la mano y hacen más grande una ciudad.
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