EDUCACIÓN
Demasiada protección hacia los niños también es peligrosa
La calle ha pasado de ser el espacio de los niños a convertirse en un lugar repleto de peligros. Algunos son reales, otros imaginarios. La clave está en no ceder a «temores exagerados» y en conciliar la protección con la autonomía
19.02.12 - 02:05 -

'Eskolara oinez'. Todas las mañanas, alumnos de la Floreaga Ikastetxea de Azkoitia van andando a la escuela, acompañados por padres y madres voluntarios.:: SUDUPE
Ejemplo de espacio infantil no muy adecuado para niños. ::MICHELENA
«Los niños tienen más riesgo de sufrir un accidente en casa que en la calle», asegura una de las conclusiones de un estudio sobre siniestralidad infantil realizado por la Fundación Mapfre y la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria. Los datos en los que se apoya son llamativos: el 60% de los accidentes de niños menores de 4 años se producen en el hogar, y por descuido de los padres. Ampliando la franja de edad hasta los 14 años e incluyendo en la misma a los que se llevan ya la palma en cuestión de accidentes -los que tienen entre 5 y 10 años-, el hogar se mantiene como el lugar más peligroso, con la falta de medidas adecuadas de prevención y protección como principal causa de siniestralidad.
Además, en Euskadi podemos estar especialmente tranquilos respecto a los peligros que entraña la calle para los más pequeños, porque un estudio de la misma fundación presentado recientemente concluye que es la comunidad autónoma donde menos riesgo de ser atropellados tienen los peatones menores de 14 años. Incluso sin necesidad de aportar datos referidos a otros tipos de agresiones que no tienen nada de accidental, queda bastante claro, por lo tanto, donde está realmente el riesgo.
Sin embargo, contra toda evidencia estadística en lo que a peligros se refiere, apenas se ven niños solos en las calles de ciudades y poblaciones de cierto tamaño. Ni tan siquiera se les ve jugar, si no es bajo la vigilancia de un adulto, en los espacios que, como los parques y las zonas de juego, deberían formar en principio parte de sus dominios.
Los niños, «un peligro»
La paradoja da para muchas preguntas, y algunas de las más pertinentes las ha planteado -y respondido- el psicopedagogo y pensador italiano Francesco Tonucci (Fano, 1941), autor de 'La ciudad de los niños' y una de las principales referencias en la materia. «En la ciudad moderna, los niños se han convertido en un peligro y, por ese motivo, se les mantiene en lugares aparte: en el corralito o parque, en su habitación, en los jardines con columpios, en las ludotecas...», escribió, describiendo una realidad que se percibe más claramente cuanto mayor es el pueblo o la ciudad.
«Aquí la ludoteca es el frontón», aseguran en una pequeña localidad guipuzcoana donde el tráfico no supone mayor peligro y el hecho de que todos se conozcan articula una especie de red social de vigilancia que sustituye a las cámaras de seguridad. Admiten, no obstante, que las cosas están cambiando, y no parece que sean ajenos al cambio quienes se han trasladado de ciudades o pueblos grandes a localidades más pequeñas, llevándose consigo, además de sus pertenencias, sus temores.
Poco aptas para menores
En general, los ciudadanos son conscientes de que la ciudad no es apta para menores, o que lo es con muchos reparos, pero no es fácil salir con propuestas prácticas y viables de un bucle en el que confluyen factores psicológicos y cuestiones relacionadas con el planeamiento urbanístico y la movilidad urbana. Elementos que determinan, en definitiva, un modelo de urbe y de sociedad en la que los niños, reyes absolutos de la casa, hace mucho que dejaron de reinar en la calle.
Lo percibe Mikel Iriondo, integrante del equipo de la Oficina del Plan General de San Sebastián, en las reuniones que mantienen con los vecinos: «Los ciudadanos son muy conscientes de los problemas que existen, y cuando se plantean intervenciones en barrios y hablamos con ellos hacen propuestas muy concretas y muy acertadas. Muchas veces se llevan a la práctica, pero no se da el siguiente paso, que es integrar esas cuestiones en los criterios de planeamiento».
Revisar el concepto de instalación deportiva y dejar de relacionarlo automáticamente con un campo de fútbol; cubrir zonas de juego para que la lluvia no las convierta en inservibles; crear itinerarios seguros para que los más pequeños puedan desplazarse en bici entre los lugares que frecuentan... Intervenciones puntuales sugeridas por los propios ciudadanos cuya utilidad nadie discute pero que, pese a mejorar funcionalmente el entorno, son coyunturales y afectan más a la forma que al fondo.
Al final, los que más se benefician de esa suma de factores -miedos subjetivos y espacios urbanos objetivamente inadecuados para los niños- son los nuevos templos del ocio familiar, los centros comerciales que, además de un techo y alternativas suficientes como para no tener que echar mano de la creatividad, brindan al ciudadano/consumidor una ilusión de seguridad que, sin embargo, no consigue despejar miedos atávicos. Leyendas urbanas como la de los niños que desaparecen en probadores y váteres se parecen mucho a la leyenda del sacamantecas, en versión opulenta.
El riesgo cero no existe
Para buscar un manual de buenas prácticas relacionadas con el lugar tanto simbólico como físico que el entorno urbano debe conceder a los más jóvenes, basta con consultar la ley de Derechos y Oportunidades en la Infancia y la Adolescencia, aprobada en 2010. El texto enmarca en el capítulo de 'derechos y libertades civiles y políticos' y desarrolla con mucho detalle los derechos que asisten a los menores en el espacio urbano y en las zonas y equipamientos recreativos.
La propuesta que desarrolla 'La ciudad de los niños' (www.lacittadeibambini.org), que ya se ha llevado y se está llevando a la práctica en muchos lugares, busca más la eficacia y la flexibilidad que una exhaustividad bienintencionada pero poco realista. En España, muchas de las experiencias se han canalizado a través del movimiento de renovación pedagógica Acción Educativa, que mantiene un grupo de trabajo vinculado a la propuesta. Fidel Revilla, con una larga experiencia docente a sus espaldas, es miembro del mismo y recuerda que, «cuando nos metimos en esto, teníamos claro que era algo que trascendía la escuela, que era una cuestión de política urbanística y municipal, aunque la escuela es un elemento importante porque ahí es donde confluye todo de manera más organizada».
Con la participación de los pequeños canalizada a través del Consejo de los Niños como pilar fundamental, la filosofía de este proyecto va también más allá de las propuestas urbanísticas o las cuestiones relacionadas con la seguridad. El aspecto fundamental, la piedra clave, es «la vertiente de autonomía personal, que es esencial para el desarrollo del ser humano. Cuando se empezó a plantear el tema de ir a la escuela andando, desde los ayuntamientos se insistía mucho en el tema de la seguridad, pero hacer un recorrido con un policía cada metro no nos resuelve gran cosa, porque lo que tenemos que conseguir es que poco a poco los niños y las niñas vayan adquiriendo la autonomía que les permita ir haciendo cosas y desarrollarse correctamente desde el punto de vista psicopedagógico y personal».
El obstáculo para conseguirlo, de todas maneras, rara vez se encuentra en la propia ciudad, en el Ayuntamiento o en la escuela. «Fundamentalmente, son los padres». Padres a los que Revilla recuerda que «el riesgo cero no existe. Aunque lo garantices hasta una determinada edad, llega un momento en el que ya no puedes hacerlo, y entonces es cuando se convierte en un riesgo mucho mayor, por no haber ido poco a poco estableciendo mecanismos para ir afrontándolo. El riesgo siempre existe y es bueno si tenemos capacidad para enfrentarnos a él y superarlo. Eso es algo que hay que empezar a aprender desde pequeños».
Así, la protección excesiva y a veces obsesiva, que tiene más que ver con «prevenciones y temores exagerados de los padres» que con el riesgo real, consigue el efecto opuesto al perseguido y se convierte en un peligro. La clave está, por lo tanto, en saber conciliar la protección y la autonomía. «La imagen que los medios de comunicación proyectan también tiene mucha importancia», asegura Revilla. Por eso dedicarán al tema, en abril y en Madrid, el VII encuentro 'La ciudad de los niños'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario