La participación ciudadana
Democracia y Participación Ciudadana son dos conceptos que caminan de la mano, no es
posible hablar de la Participación Ciudadana
en los asuntos públicos sin considerar que es y como se materializa la Democracia,
para ello consideremos un breve apunte
histórico sobre la Democracia Representativa
que desde el siglo XIX ya fue cuestionada en cuanto a su efectividad real o
formal, así lo manifiesta Benjamín
Konstan en sus escritos sobre la libertad en 1819 “…La tendencia de la
ciudadanía a ocuparse de sus asuntos domésticos dejando en manos de otros las
cuestiones públicas, conlleva el peligro de que estas sean manipuladas”.
Nuestra constitución prevé la intervención ciudadana en su artículo 23.1,
pero en la práctica esta posibilidad no ha producido una participación real.
Hoy la Participación Ciudadana es un
asunto pendiente y una necesidad real de
la Democracia Participativa junto a la Democracia
Representativa que tenemos.
Las nuevas constituciones de países como Colombia, Ecuador y Bolivia son un ejemplo de normas fundamentales que han
buscado nuevas vías de participación ciudadana (ver “participación Política”
del profesor Noguera Fernández) la
iniciativa y la consulta popular son hoy una necesidad sentida por buena parte
de la ciudadanía. La expresión “no nos representan” del 15M retrata esta
carencia.
Pero, tanto la posibilidad de ejercer la participación de forma positiva
como donde ejercerla, son asuntos ambos de importancia y urgencia democrática,
precisamente por esta urgencia, entre otras razones, resulta eficaz preocuparse
por la Participación Ciudadana a nivel local.
Colaborar con cualquier movimiento
ciudadano para tratar de los asuntos públicos es sin duda una opción personal,
como lo es la participación en cualquier movimiento u asociación deportiva,
cultural o asistencial, pero a diferencia de estas colaboraciones participar en
los asuntos públicos, si queremos evitar
que nuestros problemas y derechos los decidan otros es una obligación y
una necesidad personal y ciudadana.
Es muy corriente oír quejas sobre los
políticos que nos gobiernan y sin duda muchas son fundadas, pero es claro que
sin involucrarse, si pasar a la acción
estas quejas quedan escritas en el agua. Para que surja algo positivo de
nuestro descontento no hay otro camino que aportar algo, trabajo, tiempo o
habilidades, y nuestra aportación es siempre más efectiva dentro de un grupo
organizado.
Según Luis Aranguren Gonzalo, “la participación ciudadana se entiende como
el modo en que los ciudadanos toman parte en la definición, elaboración y
ejecución de las políticas públicas, más allá de las formas de participación
vinculadas a los procesos electorales”
….La participación es un fin es sí misma, el hecho de participar alienta
una puesta en común de experiencias, habilidades, actitudes proactivas,
generación de cultura de equipo, comunicación…,
Decidir donde participamos plantea de
nuevo opciones personales, en general y por proximidad es de nuestro pueblo de
donde tenemos más conocimiento y en donde los problemas nos afectan más
directamente. También es vedad, que muchas veces es de nuestro propio pueblo de
donde tenemos más ideas equivocadas en cuanto a lo que sucede y como sucede, así
la participación es una oportunidad de obtener información de primera mano. Seria
pues una premisa fundamental encontrar información, uno de los puntos en donde
podemos encontrarla es precisamente en las asociaciones ya constituidas. Unirse
a una asociación o crear una nueva son las opciones que tenemos.
La participación entendida como
ejercicio teórico sobre asuntos a largo plazo no es lo más deseable, son los
asuntos más inmediatos y de forma práctica, haciendo propuestas, aportando
ideas, como se materializa el ejercicio responsable de colaboración ciudadana,
es en los asuntos en curso y en los proyectos en debate donde podemos influir.
El sentir y el conocimiento de la
calle, normalmente no lo perciben ni los técnicos ni los políticos desde su
despacho, esto no excluye que en ocasiones técnicos y políticos bajen a ras de
suelo y se empapen de lo que piensan los ciudadanos, la participación cobra
sentido haciéndoles llegar en todo momento estas percepciones elaboradas
previamente en el trabajo de grupo y enriqueciendo con ello los proyectos
municipales
La participación tiene además otro
aspecto que es incómodo que causa malestar en muchos ámbitos, es la vertiente de
control que inevitablemente la participación ciudadana tiene. Los técnicos
argumentan que ante temas complejos se requieren conocimientos, los políticos
están dispuestos a escuchar pero menos a dejarse influir, en resumen todos
temen. Sin considerar que también entre los ciudadanos hay gente
suficientemente instruida y que en su defecto la obligación de trasparencia y
de ofrecer datos y aclaraciones está sobre el tapete democrático.
Por si esto no fuera ya bastante complejo,
hay que ser conscientes de que dentro de
los partidos existe el dirigismo de los aparatos, con el resultado de que el
político local se encuentra entre la espada del aparato y la pared del
ciudadano. Pero no se puede mirar para otro lado frente a un asunto delicado,
únicamente abordable dejando de lado la
acritud para sustituirla por paciencia, constancia y firmeza, para llegar no
solo a ser oído, sino también para ser influyente, ser tenido en cuenta. El fin
de la participación es sin duda conseguir mejoras para el pueblo, para la
ciudad, participando en las decisiones con
seriedad y no ser un mero espectador de lo que pasa en nuestro entorno.
Pero la participación ciudadana no es
solo trabajo o buena voluntad, participar requiere comprometerse y aun no
siendo un contrato, si es compromiso duradero (mientras se pueda) y responsabilidad,
participar no es un juego, no es un pasatiempo para jubilados ociosos, es algo
serio y gratificante tanto como trabajar en equipo, compartir experiencias y
anhelos con otros, sentirte útil es Capital
Social. Aunque seriedad y compromiso no excluyen celebraciones y
aniversarios, como todo trabajo que se precie. Hay momentos para todo.
Generan capital social aquel
tipo de asociaciones que encarnan los valores de la ética cívica… la
autonomía, igualdad y solidaridad para forjar una sociedad
progresivamente más justa (Adela Cortina)
La gestión pública necesita
organización y planificación, en este contexto la participación ciudadana no
puede estar exenta de ambas y también de una normativa que regularice el que y
el cómo, son los propios representantes municipales quienes deben
facilitar y articular el sistema de
participación, de la experiencia surgirán las modificaciones y las mejoras.
Bien entendido que el legítimo deseo de participar no puede caer en seguidismo, defender su independencia de toda
contaminación es responsabilidad del propio movimiento ciudadano.
El acceso a la participación activa no
debe de ser coartado porque es positivo, enriquecedor y porque un pueblo unido
a sus representantes es un pueblo fuerte, los electos deben y necesitan
sentirse arropados por los electores que no solo refuerza su legitimidad sino
que elimina la penosa desafección, el mundo está desde siempre en evolución,
abrir las puertas al progreso es un ejercicio de sensatez.
Es preciso abrir espacios donde lo público pueda ser lugar de encuentro en
el que sea posible la pluralidad, el acuerdo y la disidencia, sin que esto
último socave las bases de diálogo. Luis
Aranguren.
La práctica de colaboración no es
posible sin el acceso a los datos precisos, o mejor a la totalidad de datos que
el propio ayuntamiento maneje con la sola excepción de aquello que sea
reservado por su propia naturaleza. Esta trasparencia es además la mejor garantía
ante cualquier conato de corruptela. Finalmente
los procesos participativos pueden conllevar un coste que conviene tener en
cuenta antes de concretar el sistema.
El derecho a la ciudad. La ciudad fue tomada
por los intereses del capital y así dejó de pertenecer a la gente. Henri
Lefebvre 1968, aboga a través del derecho a la ciudad por “rescatar el hombre como elemento principal,
protagonista de la ciudad que él mismo ha construido”. El derecho a la
ciudad es entonces restaurar el sentido de ciudad, instaurar la posibilidad del “buen vivir” para todos, y hacer de
la ciudad “el escenario de
encuentro para la construcción de la vida colectiva”
Foro
Ciudadano Irunes
J. Julián Escalero
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