Una huerta ecológica para el barrio
Quince vecinos de Ventas cultivan frutas y verduras ecológicas en régimen comunitario en un terreno cedido por el Ayuntamiento
- MARÍA JOSÉ ATIENZA
- IRUN
Hace dos años, cuando Cristina Bravo y Edgar Indurria comenzaron a hablar de un proyecto para crear una huerta comunitaria en el barrio de Ventas, no recibieron muchos ánimos. «La gente nos decía que iba a ser muy difícil, que no íbamos a encontrar a nadie que quisiera trabajar. Nos decían que acabaríamos mal, echándonos en cara si uno había trabajado más que otro o si uno se había llevado más cosecha que el otro», cuenta Edgar. «Pero esta huerta que veis aquí es la demostración de que proyectos como éste son posibles y de que nuestra experiencia está siendo muy positiva, no sólo por las cosechas, sino también por las relaciones sociales que se han hecho», añade Cristina.
Hoy en día, la huerta comunitaria de Ventas es una realidad que ocupa 500 metros cuadrados en un terreno cedido por el Ayuntamiento, próximo al colegio Elatzeta y al que se accede por la calle Nafarroa Behera.
En este terreno, quince vecinos del barrio cultivan para su consumo productos ecológicos como tomates, lechugas, cebollas, puerros, berenjenas, vainas, calabacines, calabazas, remolachas, zanahorias, acelgas, pimientos, guindillas, fresas y hierbas aromáticas.
Los impulsores del proyecto explican cómo surgió aquella idea transformada hoy en terreno de cultivo. El punto de partida fue un curso del programa Ekoliderrak, que organizaba Kutxabank para formar a jóvenes interesados en el desarrollo sostenible. «Al final del curso, había que presentar un proyecto», cuenta Cristina. «Nosotros estábamos preocupados por la alimentación que llevamos hoy en día, en la que los productos químicos están muy presentes. Se nos ocurrió crear una huerta ecológica en la que pudiéramos trabajar el sentido comunitario. También queríamos hacer visible la agricultura, darla a conocer en el centro del barrio».
La recuperación de algún espacio abandonado para crear la huerta era otra de las pretensiones del los impulsores del proyecto «y si ese espacio estaba cerca de un colegio, mucho mejor. El Ayuntamiento nos cedió este terreno, que cumplía con todas las condiciones con las que habíamos soñado y pusimos el proyecto en marcha».
Trabajo para todos
Tras limpiar el solar de escombros y prepararlo para la actividad agrícola, cercaron el terreno, «pero sin parcelarlo, para crear un espíritu distinto al de 'voy a hacer esto para mí'. Entre todos, teníamos que hacer algo para todos».
A través de la colocación de carteles por el barrio, apariciones en algún medio de comunicación, llamamientos en facebook, envío de mails a diferentes asociaciones y, sobre todo, mediante la instalación, durante la Semana Cultural de Ventas, de un puesto en el que se regalaban verduras, se formó un grupo de quince personas interesadas en trabajar la huerta.
«Ninguno sabíamos gran cosa de agricultura, pero hemos ido aprendiendo cada día. Nos hemos apuntado a cursos de agricultura ecológica y hemos recibido muchos consejos de gente dispuesta a colaborar. Por aquí pasan muchos vecinos del barrio y los que saben, siempre te dicen algo. Estás trabajando y de repente escuchas: '¡Oye, a esas cebollas les pasa esto o aquello!».
La organización del trabajo se realiza en las reuniones mensuales que mantiene el grupo. «Es ahí donde tomamos las decisiones. Hablamos sobre lo hecho durante el mes, sobre qué es lo que tenemos que plantar, sobre si ha habido alguna plaga y cómo tenemos que afrontarla... Organizamos el trabajo por sectores, dependiendo de la disponibilidad de tiempo de cada uno, porque todos tenemos nuestros trabajos y ocupaciones. Ahora queremos acondicionar la parte de atrás del terreno, no como huerta, sino como zona de estancia».
El grupo de trabajo es tan heterogéneo, que hay desde parvulitos hasta jubilados. Kai, que ayer estaba en la huerta, acompañado de su madre, es, con cinco años de edad, el agricultor más joven. «Me gusta venir a recoger verduras y comer tomates y fresas».
Con sólo cinco años, Kai ya sabe algo de agricultura, al igual que los alumnos del colegio Elatzeta «que suelen venir por grupos a ver la huerta», comenta Cristina. «Es otro de los objetivos que teníamos con este proyecto, enseñar a los niños qué es la agricultura porque, hoy en día, muchos no saben de dónde salen las frutas y las verduras».
Hortelanos. Cristina Bravo, Hiroe Kiuchi, Kai del Saz Orozco y Edgar Indurria, en la huerta de la calle Nafarroa Behera de Ventas. / F. DE LA HERA
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