Imanol Laura (Física y música): «Tuve que elegir entre un examen de física o el estreno de una obra»
Empezó tocando el saxofón y cantando en el Ametsa Gazte en el Amaia y ahora es un fijo en el coro del Teatro Real en Madrid
El protagonista de hoy nos plantea una ecuación complicada. Una en la que los elementos son puramente matemáticos, pero la X a despejar no tiene nada que ver con los números. La X es la música, esa que suena sobre un escenario. A la única teoría a la que nos aferraremos será a la de cuerdas. Sí, esa que tan bien defiende el gran Sheldon Cooper. Imanol Laura tiene mucho del científico más famoso de la televisión, pero él en vez de leer cómics, disfruta leyendo partituras. Su teoría de cuerdas, no habla de física cuántica ni multiversos, plantea ecuaciones llamadas 'Rigoletto' o 'Turandot'.
-Empiezo con una confesión, Imanol. Yo de números no sé mucho...
-(Risas) Tranquila, todo se aprende. Yo, al principio, era muy de números y cantaba fatal. Y mira ahora, todo letras y en un coro profesional.
-¿La música es la ecuación imposible?
-No lo sé. Lo que sí sé, por experiencia propia, es que la música es eso que queda cuando desaparecen las matemáticas. Cuando te subes a un escenario, de nada sirven los números ni las ecuaciones.
-¿Qué fue primero? ¿Las ecuaciones o las partituras?
-Las ecuaciones, creo, porque siempre he querido estudiar física.
-¿Quién se atrevió a poner unas partituras en las manos de un científico?
-(Risas) Fue Iñaki Urzainki, un amigo de toda la vida. Estando en el conservatorio de Irun, me llevó a un pequeño concierto del Ametsa. No sé qué vi ahí, pero me enganché.
-¿Y qué hiciste?
-Apuntarme. Hicimos un grupo muy interesante con el que desarrollamos una pasión salvaje por aquello.
-¿Salvaje?
-Sí, quedábamos todos los lunes por la tarde para leer partituras. Queríamos intentar leer más rápido para ser más eficientes y mejores cantantes de coro. Era un ambiente chulísimo, tanto que formamos la cuadrilla que somos hoy en día.
-En vez de leer cómics, vosotros leíais partituras...
-¡Sí! Estábamos todos en el Ametsa Gazte con Ion Aizpuru, pero algunos quisimos dar un pasito más y formamos ese grupo de los lunes. Era un hobby, lo pasábamos muy bien, pero mi vocación era otra.
-Tu vocación tenía que ver con otras cuerdas que no eran las vocales, ¿verdad?
-Efectivamente. Se suponía que mi vocación era la física, pero la física en su forma más 'frikie'. A lo Sheldon Cooper. Me gustaba la física teórica, la teoría de cuerdas, de gravitación y la de 'Dios es Cristo'. (Risas) Total, seguí mi vocación y me fui a Madrid a estudiar.
-¿Eso fue otro cantar?
-Algo así porque entre aquí y allí me recomendaron un lugar al que poder ir a cantar. Se llamaba 'El coro de hombres de voces graves'.
-Suena bien...
-Yo les llamaba mis cuarenta padres.
-¿Y? ¿Fuiste un buen hijo?
-¡Claro! Me acogieron súper bien. Esa capacidad para aprender rápido las partituras, que había desarrollado con mis amigos, fue muy bienvenida.
-¿Formaste una nueva cuadrilla?
-Era lo mismo que en Irun, pero con otra gente. Después de trabajar, nos juntábamos para compartir una misma pasión y beber cerveza.
-¿Cómo? ¿Cerveza?
-Sí, sí. De hecho, había una neverita instalada en la sala para eso.
-¿Y la física? ¿Era compatible con esas cervezas?
-(Risas) Claro, yo seguía con la física a tope. Iba con mis libros a todas partes, incluso cuando me metí en un proyecto profesional...
-¿Tu primer trabajo profesional con la música o la física?
-La música. Surgió un proyecto y no sé cómo acabé ahí. Era una obra de teatro, 'Macbeth', que dirigía Helena Pimenta. Nosotros, los del coro, grabábamos la banda sonora pero necesitaban a ocho personas para ir de gira.
-¿Tú fuiste uno de ellos?
-¡Sí! De repente me vi involucrado en un trabajo profesional mientras estudiaba física. Antes de cada ensayo, recuerdo, me leía los apuntes.
-¿Y en casa qué decían?
-La condición en casa era ir a curso por año. Si conseguía eso, mi madre, que es una apasionada del arte, me iba a apoyar en lo que fuera. De hecho, hicimos alguna que otra fantasmada.
-Según Leroux, en cada ópera hay un fantasma... ¿Qué hicisteis?
-El estreno de la obra de teatro era en Sevilla y yo ese mismo día tenía un examen final en Madrid. Un examen de análisis matemático. Ahí tuvimos que tomar una decisión. La física o ir de gira con el teatro.
-¡Dime que elegiste cruz!
-Elegí el teatro, sí. Mi ama me apoyó y nos fuimos a Sevilla al estreno y luego de gira. Me presenté en segunda convocatoria al examen y aprobé. Salió todo bien.
-¿El estreno también?
-No, eso fatal. (Risas) Era una situación muy tensa. Era la primera vez que salíamos a defender un trabajo que luego otra gente iba a comprar. Había grandes nombres en el elenco pero mientras todo el nerviosismo se estaba fraguando, había un niño de 18 años engominado hasta las cejas dando vueltas.
-¿Por qué llevabas tanta gomina?
-Tenía el pelo rizadísimo y tenía que dominar mis rizos para parecer de otro siglo. Además, llevaba un bombín. Estaba histérico, así que empecé a sudar y la gomina empezó a no hacer efecto. Los rizos empezaron a escaparse por debajo del bombín. Recuerdo entonces que Pepa Pedroche, una actriz de lo más grande y Lady Macbeth en la obra, me agarró de la pechera y me dijo: «Imanol, todos estamos nerviosos».
-Directo al escenario y de gira.
-Fue una experiencia increíble. Y ahí, uno de mis compañeros, Guillermo Armada, un día me dijo: «Tienes talento, quiero darte clases de canto». Y esa fue mi perdición.
-¿Por qué?
-Porque anduve de un lado para otro compaginando la música con unas fórmulas de física cuántica rarísimas. (Risas)
-¿No te planteaste dejar la física?
-Hasta el final, no. Acabé la carrera y empecé un máster. Ahí fue cuando tuve que elegir: doctorarme o apostar por la música. Recuerdo esa noche, hablaba por teléfono con mi pareja y lloraba hasta que me dijo: «Imanol, déjate de tonterías, tú lo que quieres es cantar». Necesitaba escucharlo. Así fue. Acabé el máster y empecé la carrera de canto.
-Y en eso estás, rodeado de letras.
-¡Así es! Después de decir eso de «mamá, quiero ser artista», me queda toda una vida de aprendizaje y un año de carrera.
-Y acabas de volver a casa, al Amaia.
-Sí, he vuelto para participar en el Concurso de Canto Luis Mariano. Ha sido muy divertido porque yo soy ese niño que cantaba tan mal que se fue a estudiar ciencias.
-¡Ha venido Sheldon a cantar!
-(Risas) Y ha venido al lugar en el que empezó todo: el Amaia.
-¿Y ahora qué?
-Ahora seguiré estudiando, trabajando, explorando y haciendo audiciones. Además, después de varios trabajos de refuerzo, me han ofrecido una plaza de titular en el coro del Teatro Real, ¡estoy contento! Es otro reto importante, pero... ¡hemos venido a jugar!
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