Dos gaztetxes reconvertidos en albergues y centros de día
Lakaxita en Irun y el local de jóvenes del Antiguo son ahora el campamento base de las redes de acogida de Gipuzkoa
Los días se hacen largos en Lakaxita. Unos quince migrantes pasan allí la noche, a los que por la mañana se les suman aquellos que han dormido en el recurso habilitado por el Ayuntamiento, pero que cierra hasta la hora de comer y después de nuevo hasta la cena. Muchas horas y poco que hacer. Algunos intentan cruzar la frontera. Otros pasan eternidades sentados con su móvil en la mano, hablando con la familia o los amigos que les esperan al otro lado. Los voluntarios que acuden a Lakaxita les dan conversación e incluso les ayudan a practicar el idioma con clases básicas de castellano.
Algo similar ocurre en el gaztetxe del Antiguo, el campamento base para la Red de Acogida de Donostia y que tal y como denuncian hospeda a catorce migrantes que se han quedado en la calle tras pasar por los recursos oficiales. Allí se han dispuesto grupos y turnos que planean actividades para sus inquilinos. Entre las peticiones lanzadas a los donostiarras han solicitado libros y películas en francés, para que los migrantes puedan matar las horas, además de ropa, almohadas, zapatos o guantes de boxeo, para que practiquen deporte.
Quienes colaboran con estas redes destacan varios aspectos de las mismas. Por un lado, la buena organización que han conseguido establecer, con categorías y turnos diferenciados, un reto difícil teniendo en cuenta que son muchas las personas que participan activamente en ambos grupos, además de muchos otros ciudadanos que colaboran puntualmente. Por otro, que más del 90% de las personas que las integran son mujeres, un hecho que explican por la especial «sensibilización que estas tienen hacia el cuidado de las personas».
Su sensación, admiten, es que los organismos oficiales «siempre han ido un paso por detrás de las necesidades de estas personas». Por ello, sus esfuerzos se vuelcan en reclamar que la atención de los migrantes por parte de las instituciones sea digna e integral. «Los recursos de emergencia no deberían ser simples sitios donde pasar la noche. Necesitan un centro de día donde poder estar, y esa es la labor que estamos haciendo en los gaztetxes», denuncian. No obstante, reconocen que la labor del voluntariado «es insustituible».
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