Luis Sagüés Errandonea: «Vivimos como pollos sin cabeza, pero la tenemos ahí y podemos usarla»
Escritor
Acaba de publicar el libro de poemas 'El tranvía del ingeniero Múgica', que invita a reflexionar en 85 paradas
Nació en Irun, pero ha vivido en Bruselas, Bilbao, Berlín, Madrid, Lausana, Las Palmas, Barcelona, Bilbao y Zúrich, donde ahora reside. Desde allí, este aventurero urbano que, tarde o temprano siempre vuelve al País del Bidasoa, nos habla de 'El tranvía del ingeniero Múgica', un libro de 85 poemas que, a modo de paradas, invitan al lector reflexionar sobre situaciones cotidianas. El volumen se ha publicado bajo el sello independiente 'El Salmón Lector' y es la tercera obra de Luis Sagüés Errandonea, después de la novela 'Aquel año Erasmus' y del libro de relatos 'Olvidos del recuerdo'.
-¿Se ha establecido definitivamente en Zúrich o es posible que vuelva a cambiar de ciudad?
-Bueno, mi novia y mi hijo son de Zúrich, y aquí voy encontrando actividades que me acomodan. He vuelto al teatro, colaboro en una revista mensual y de vez en cuando hasta me echo una partida de mus..., pero 'definitivamente' es una palabra que no me acostumbro a usar. Reconozco, eso sí, que lo de cambiar de ciudad con la libertad de los años atrás se ha complicado.
-¿Sigue viniendo a Irun a menudo o ya se ha hecho medio suizo?
-Allí donde he estado, siempre he intentado adaptarme al entorno. Esto, inevitablemente, modifica tu carácter pero creo que también es más enriquecedor. Por otro lado, siempre tengo en la cabeza la idea de retornar al País del Bidasoa, es algo que me permite vivir fuera con la tranquilidad de que no olvidaré de dónde soy. Ahora voy más a menudo a Irun, tengo menos tiempo pero lo organizo mejor. Además, sigo descubriendo cosas, como ir a coger olas con la gente de Central Surf o a comer a Hendaya, a chez Patxi.
-¿Qués es lo que más añora de su ciudad?
-Pues últimamente me anda pegando fuerte la nostalgia gastronómica, por eso cuando voy a Irun estoy abonado a la comida de mi madre y a las cenas de la cuadrilla en el Bodegón Sotero. También, en mi opinión, la gente en Suiza es más seria, así que las risas que me echo en Irun con familia y amigos me saben a gloria.
-¿Y de qué cree que se ha librado por vivir fuera?
-La verdad es que fuera uno recuerda sólo lo bueno. Tal vez he ganado en libertad, fuera no te importa tanto lo que pueda pensar la gente y, por ejemplo, de vez en cuando me paseo por Zurich con txapela, a lo Baroja. Si viviera en Irun no se me pasaría por la cabeza andar por el paseo Colón con un sombrero de tirolés. Por otro lado, soy una persona de contradicciones y sé que, cuando viva en Irun, estaré deseando vivir fuera.
-En realidad, estamos conversando para hablar de su libro, así que vamos a ello. ¿Cómo ha dado el paso del relato y la novela a la poesía?
-Bueno, se trata de una razón de tiempo. Por motivos económicos tuve que cambiar de trabajo y aumentar las horas laborales, con lo que reduje el tiempo que me queda para escribir. Para mí, es más fácil sacar tiempo para escribir y trabajar sobre un poema que sobre un texto. Centrarse en un poema es como ir a San Juan y tomarse un pintxo. Centrarse en la prosa, es meterse en el Bodegón Sotero a comer su chuletón.
-¿Había escrito poemas antes, aunque no los hubiese publicado?
-Sí, cuando no había wifi ni móviles, emborronaba papeles entre una cosa y otra. De todas formas (y ahí va otra contradicción), si nos basamos en el concepto tradicional de poesía, en el de belleza o sentimiento, hay más poesía en la prosa que he escrito que en este libro de poemas. 'El tranvía del ingeniero Múgica' es una personificación de un tranvía, son poemas de la gente que sube y baja, de sus problemas o situaciones cotidianas que cualquiera de nosotros puede reconocer.
-¿Y lee poesía? ¿Qué poetas le gustan?
-Me decidí a publicar poesía tras leer a maestros de la Generación del 27: Salinas, Lorca y Alberti. La idea de poesía social me vino de Blas de Otero y, sobre todo, de Gabriel Celaya, donde está el punto de partida de 'El Tranvía del ingeniero Múgica'. Mis libros no son obras maestras y están muy lejos de serlo, pero pueden ayudar a que el lector se interese por leer las grandes obras, de eso están más cerca.
-La suya es poesía social muy actual. ¿Nos vuelve a hacer falta, porque hay mucho que denunciar?
-Más que denunciar, me gustaría que el lector reflexionara. En determinados momentos, la sociedad actual nos hace vivir como pollos sin cabeza, yendo de un lado para otro, sin saber muy bien por qué. Pero a diferencia de los pollos, a nosotros nadie nos ha cortado la cabeza, la tenemos ahí y podemos usarla. Ése es uno de los objetivos del libro. Son poemas para leer despacio, con un café, y releerlos sin prisa, con un piano o una guitarra de fondo, algo contrario a los cánones de la sociedad de consumo en que nos domina.
-¿Cuándo presentará su libro en Irun y dónde podemos encontrarlo mientras tanto?
-Cuando voy a Irun, entre familia y amigos tengo la agenda apretada y esto me sirve de excusa, porque no soy muy amigo de las presentaciones. Sí que me gustaría hacer algo conjunto con mis compañeros de la asociación de escritores Oskarbi. El número ha crecido y, a pesar de tener contacto con ellos, sólo conozco a los que empezamos. Hasta entonces, el libro va a estar en Brönte Liburu-denda y en Zaloa y también se puede encontrar por internet.
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