Katia Hueso: «El charco es el juguete por excelencia: tiene agua, barro e incluso hielo»
Esta bióloga madrileña reivindica el juego al aire libre como una forma «genuina y duradera de aprender»
Katia Hueso es una fiel defensora del juego al aire libre. «Es una herramienta de aprendizaje, desarrollo y bienestar que debe ser tenida no sólo en cuenta en el ámbito familiar, sino en el educativo y en el asistencial». Hueso, fundadora de la primera escuela infantil al aire libre en España, asegura que las «tecnologías y la pérdida del juego son síntomas de una sociedad cada vez más individualista, narcisista y competitiva». El sábado ofrecerá una charla en Irun bajo el nombre, 'Jugar al natural, un asunto muy serio', dentro de las terceras jornadas de bienestar en la infancia.
- ¿Damos la importancia que merece al juego al aire libre? ¿Por qué es importante? ¿Qué aporta a los más pequeños?
- Por desgracia no damos importancia ni siquiera al juego, ya ni hablamos del aire libre. En muchos casos se ve como una pérdida de tiempo, que es muy eficazmente sustituida por otras actividades. El juego al aire libre, en cambio, es una herramienta de aprendizaje, desarrollo y bienestar que debe ser tenida no sólo en cuenta en el ámbito familiar, sino en el educativo y en el asistencial. Aporta bienestar físico y mental, pues nos pone en movimiento y en un entorno abierto, en gran medida natural, con el beneficio añadido para la salud que ello conlleva. Jugar es una manera segura de aprender, puesto que es una actividad que motiva e interesa a los chavales. Les permite desarrollarse en los ámbitos cognitivo, social y emocional, pues en el juego (libre, sobre todo) se trabajan de forma muy intensa todas estas habilidades.
- En un sitio tan lluvioso como Euskadi, ¿es compatible esta forma de educar?
- ¡Claro que sí! Como dicen los escandinavos, «no hay mal tiempo; hay mal equipo». Y más aún en una región en la que se convive con la lluvia de forma habitual. Se trata de salir con ánimo de disfrutar, bien vestidos y secos y ¡a jugar con el agua! Yo siempre reivindico el charco como el juguete por excelencia: tiene agua, barro, tierra e incluso hielo. Nos permite experimentar con texturas, simbolizar batallas navales, construir canales, trasvasar agua y barro, saltar, pintarnos la cara y romper el hielo a pedradas. Hay diversión asegurada para todas las edades e intereses. Y todo ello, simplemente, saliendo a la calle.
III. Encuentro de Bienestar en Familia
- Día:
- 30 de noviembre (sábado)
- Lugar:
- Espacio Palmera Montero en Irun
- Plazas limitadas:
- 70 plazas
- Servicio guardería:
- durante las charlas (hasta 20 niños/as)
- Inscripción:
- del 21 al 28 noviembre 2019
-¿Qué es la 'vitamina N' que reivindicas en tus libros?
- Ese término, acuñado por el periodista estadounidense Richard Louv, se refiere sencillamente a la naturaleza. Pero con lo de vitamina le añade una cualidad de vitalidad, la que nos aporta estar al aire libre. Es esa sensación de bienestar que tenemos al pasear por el bosque o la playa, y que deja tan dulce poso mucho tiempo después. La 'vitamina N' es la salud y el placer que nos da la naturaleza cuando disfrutamos en ella. Más aún, por tanto, si jugamos ahí fuera.
-¿Por qué cuesta ver a los niños en actividades al aire libre?
- Los niños son víctimas de los grandes inhibidores del juego: el miedo a los accidentes o a las agresiones, el miedo al tráfico rodado y la agenda que les imponemos en aras de una mayor competitividad o simplemente por necesidad de una mal entendida conciliación familiar. Dado que la calle -según pensamos- no es segura, apuntamos a los niños a deporte, extraescolares de todo tipo o, como mucho, les dejamos en casa con la teleniñera. Ni siquiera las propias actividades organizadas se hacen al aire libre, porque trasladamos a las entidades organizadoras esos miedos al frío, al accidente o a una falta de control de lo que hacen en la calle, aunque sea supervisados. No se trata de apuntar a nadie con el dedo, pero sí de reflexionar sobre la infancia que estamos, como sociedad, legando a nuestros niños.
-¿Sobreprotegemos los padres a los niños con tantas prohibiciones?
- Como madre que soy, me cuesta hablar de sobreprotección. Sin duda hay algo de eso, pero ¿quién soy yo para decirle a ningún padre que relaje la guardia? De los inhibidores del juego a los que me refería antes, algunos están más infundados que otros: ya no se secuestran tantos niños como hace décadas (hay estadísticas que lo demuestran) y los accidentes durante el juego se mitigan en gran medida si dejamos que los niños jueguen a lo que ellos quieren. Saben regular muy bien su termostato del riesgo y no se suelen meter en camisas de once varas. Si dejamos que modulen la exposición al riesgo a medida que se vayan sintiendo preparados, saliendo poco a poco de su zona de confort, tendrán menos accidentes y serán niños resilientes, autónomos y empáticos. Pero reconozco que ese soltar amarras es condenadamente difícil.
-¿Están las ciudades preparadas para los niños?
- Vuelvo a los inhibidores del juego. Si hay uno que no está infundado, sino plenamente justificado, es el aumento del tráfico rodado. No sólo en cantidad, sino en velocidad, potencia, agresividad. Cuando antes pasaba de vez en cuando un seiscientos por el callejón, ahora son avenidas de cuatro carriles con todoterrenos y coches de bastante cilindrada. ¿Dónde queda sitio para el juego? ¿En los parques con columpios seguros, suelo acolchado y vallas de colores? Eso puede valer para los más pequeños, pero a un chaval de primaria le aburren como las ovejas. Creo que es importante escuchar a los niños: son un segmento importante de la población y además en franca regresión. Si queremos un futuro para nuestra ciudad, ¿quién mejor que ellos para opinar sobre el tema? Abogo por procesos participativos abiertos en los que los niños tengan protagonismo para definir el urbanismo de su cuidad. Todos saldremos ganando.
-¿Qué papel ocupan las tecnologías? ¿Está el juego libre en peligro?
- Las tecnologías tienen un gran poder de absorción que no sólo afecta al juego de los niños sino a nuestra capacidad para conectar con ellos. Somos los propios adultos los que estamos enganchados a ellas. Creo que debemos de una vez asumir nuestra responsabilidad a la hora de usarlas. Si atiendo a mi hijo mientras miro una pantalla o se la doy en cuanto se inquieta para que no «moleste», no me puedo sorprender si luego me reclama el aparatito en cuestión a cualquier hora. Y, claro, es más cómodo zambullirse en ese mundo de infinitas sorpresas que es internet, a tener que fabricárselas uno mediante el juego. Pero pienso también que no hay una relación causa-efecto, sino que ambas cosas, las tecnologías y la pérdida del juego, son síntomas de una sociedad cada vez más individualista, narcicista y competitiva. Y eso es algo más complicado de resolver.
-¿Cómo se podría introducir lo positivo de jugar al aire libre en el sistema de educación convencional?
- Creo que los maestros, en primera línea de fuego, y los legisladores, desde sus puestos de mando, deben ser valientes. Hay muchas evidencias científicas de los beneficios para la salud, el desarrollo y el bienestar que da el juego. Hay también muchas evidencias de lo que sucede en situaciones de privación del mismo. Además, hay que entender que el juego no es enemigo del currículo, sino que lo refuerza, pues es mediante el juego -si es libre, más aún- como se aprende de forma genuina y duradera. El día que nos enfrentemos a ese miedo administrativo, podremos de verdad defender a la infancia y reivindicar el espacio que el juego merece en sus vidas. Con la ley en la mano.
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