«Mi izeba y mi hermana Conchi han sido el cerebro de Gabilondo»
Después de más de 70 años de vida, una de las tiendas más emblemáticas de la ciudad, la ferretería Gabilondo, dice adiós Begoña Darceles Olaizola Toda una vida detrás del mostrador
Solo los lectores más veteranos sabrán qué significa 'quincalla'. Tal vez, también, solo los más veteranos sepan dónde encontrarla en Irun. O dónde, al menos, se podía encontrar. No es difícil averiguarlo. No, no hace falta haber hecho la LOGSE. Solo hay que fijarse en el cartel más bonito de la ciudad. El más elegante y uno de los más antiguos. El de Gabilondo. Sí, ahí, junto a las letras doradas de ese apellido, está escrito 'quincalla'. Solo los más veteranos utilizarán esta palabra, pero seguro que nadie duda de lo que significa Gabilondo. Es algo más que una tienda, algo más que una ferretería. Gabilondo es historia de esta ciudad.
-¿Cuándo se colocó este bonito letrero, Begoña?
-El día exacto no te lo sé decir porque yo no había nacido, pero sé que fue hace, más o menos, 71 años. Esto era un solar. Mi osaba, el Gabilondo, vino de Donostia y se casó con mi izeba. Juntos montaron la ferretería. Desde entonces, desde que se construyó esta casa, está la ferretería. Y aún continúa el mismo suelo, el mismo mostrador, el mismo letrero...
-¡Y vaya letrero! Uno de los más emblemáticos de la ciudad...
-En su día debió de ser caro. Hace poco, uno de los hijos del hombre que lo hizo, Landart, vino a la tienda y me contó que recordaba a su aita haciéndolo. Está hecho con pan de oro, ¡seguro que no era barato!
-Quincalla y cristal, eso pone junto a Gabilondo.
-Sí, es que al principio aquí había de todo. Antes había tacos, tirafondos, flores, jaulas, pucheros... ¡hasta juguetes!
-Con razón todo el mundo sabe que en Gabilondo uno encuentra lo que busca...
-(Risas) Antes las tiendas eran de otra manera. Todo ha tenido una evolución y la ferretería también.
-¿De quién fue la idea?
-Pues no lo sé, pero sí sé que el cerebro de la tienda siempre fue mi izeba. La ferretería la montaron mis tíos, pero el alma y el cerebro de la tienda siempre fue mi tía. La izeba.
-Seguro que la izeba te dejó 'salsear' tras ese bonito mostrador...
-(Risas) Bueno, nosotros hemos nacido casi detrás del mostrador. Desde niña recuerdo ir a la tienda. Salía del cole e iba a por la merienda, a forrar libros, a ayudar...
-¿Te ha tocado desde txiki ayudar en la ferretería?
-Claro. Date cuenta de que vivíamos en ese edificio. Mis tíos en el primer piso y nosotros en el tercero. Entonces, en el garaje estaba el almacén. Recuerdo cómo ayudábamos a descargar el material y luego mi osaba y mi izeba, montados en una moto, lo subían a la tienda. ¡Qué tiempos! La izeba era mundial.
-Suena divertido...
-Lo era, pero también era un rollo tener dos madres tan cerca. La ama nos reñía en casa y la izeba en la ferretería.
-¿Cuándo empezaste a trabajar en Gabilondo?
-Muchas veces a la salida del colegio, iba a trabajar a la ferretería, pero el primer día de trabajo oficial fue al acabar el bachillerato. Yo no quería seguir estudiando, así que la ama y la izeba me dijeron: «a la ferretería». Y allí que fui.
-¿Y conquistaste el mostrador?
-(Risas) Bueno, durante unos años. Después, me fui a estudiar auxiliar de clínica y luego puse una tienda de ropa. No funcionó y volví a la ferretería, pero esta vez fue muy diferente...
-¿Por qué?
-Porque aquí ya estaba mi hermana mayor trabajando en la ferretería. Mi hermana y yo juntas nos apañamos de maravilla, la verdad.
-¿Vosotras iniciastéis la revolución de Gabilondo?
-(Risas) Eso surgió gracias a mi izeba, pero lo cierto es que mi hermana Conchi también ha sido el cerebro de Gabilondo. Ella es la persona con la que más he aprendido.
-¿Y cómo llegaban los cambios a la ferretería?
-Pues sin hacer cursillos ni nada. Mi izeba lo tenía muy claro: si algo no se vendía, no se traía más. Y así poco a poco lo que ha ido ganando terreno y espacio ha sido el menaje.
-¡No os faltaba nunca de nada!
-Lo intentábamos. Recuerdo que, al principio, teníamos cosas muy especiales para los franceses. Ellos iban un paso por delante y compraban cosas que aquí no utilizábamos. Las cosas más raras y novedosas eran para ellos. Mi izeba siempre fue muy abierta a estas cosas y mi hermana mucho más. Ella fue, sin duda, la más innovadora.
-Y os han tocado épocas difíciles...
-¡Eso es! Mi izeba no conoció la crisis del comercio. Mi hermana tuvo que lidiar con ello...
-Menos mal que Gabilondo ha tenido siempre mujeres fuertes al frente.
-Sin duda. Cuando izeba enfermó, entró mi hermana a trabajar. Y, como te digo, ella también ha sido el cerebro de Gabilondo. Conchi lo supo hacer muy bien, pero hace unos años falleció y ahí es cuando a mí se me vino el mundo encima. Fue entonces cuando me dije: «por las dos, por izeba y por Conchi, tengo que sacar esto adelante». Y así ha sido.
-Todo el mostrador para ti...
-¡Casi! A mí siempre me ha gustado mucho el mostrador y lo cierto es que todo lo demás era cosa de Conchi. No te voy a mentir, la he echado mucho de menos y estos últimos días ha estado todo el rato conmigo en mis pensamientos. Y luego está Marimar. Solo tengo palabras buenas para ella, es quien ha estado conmigo hasta mi último día.
-Días que han sido muchos, tantos como anécdotas. ¿Verdad?
-Anécdotas muchísimas. ¡No podría acordarme solo de una! Ha pasado de todo, ¿pero sabes qué ha pasado poco?
-¿El qué?
-Nos han 'mangado' poco. Bueno, poco... ¡solo dos veces! (Risas)
-Y seguro que las recuerdas...
-¡Claro! La primera fue un chaval. Se llevó unas flores y después su madre vino a devolverlas. No deberíamos contarlo como robo. Y luego, otro día, estando Marimar y yo en la tienda, nos robaron una cafetera del escaparate. Y listo. (Risas)
-Un robo y medio, señal de buena clientela.
-La mejor. La de recetas y truquitos que se han compartido en ese mostrador. Sobre todo Marimar.
-Gabilondo siempre ha invitado al consejo, ¿verdad?
-El cliente también aporta, claro. Ay, la de gente que hemos visto crecer. El otro día uno me dijo: «¿qué va a ser de mi infancia? He venido aquí desde txiki con mi amatxo...». Ya le dije: «¡yo también!». Ha venido un montón de gente a despedirse, estoy emocionada.
-Esa calle sin Gabilondo no sería lo mismo...
-Uy, hasta los compañeros y compañeras de calle me han hecho despedida. Lo organizó Marimar y fuimos un día de sorpresa a tomar algo y me regalaron estos pendientes.
-Para ti es un 'adiós', pero para Gabilondo es un 'hasta pronto'.
-Eso es. Fíjate, la empresa que lo ha cogido va a mantener toda la estética y Marimar va a continuar.
-Y tú ahora a descansar y no tocar nada de menaje, ¿no?
-A descansar, sí. Lo del menaje se lo dejo a mi marido. Él se ha preocupado y ha ido cogiendo cosas de la tienda, si llega a ser por mí... (Risas)
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