Quizá algún día alguien tenga que buscar la última vez que no se celebró el Alarde de San Marcial en Irun. Si ha pasado el tiempo suficiente, puede que le cueste creer que un virus obligó a suspender casi todos los actos propios de la fiesta y que, a pesar de ello, los irundarras celebraron su día grande. No como siempre, claro. Lo celebraron como pudieron.
Dos trompetas y un parche tocaron la Alborada como cada año. A las cuatro de la mañana, la primera en la avenida de Navarra, luego variaron lugares y horarios, que nunca son fijos, en una ruta que este año no incluía casas de cantineras ni otras citas habituales. No hubo Diana de Villarrobledo a las seis, aunque centenares de irundarras la esperaron en la plaza de San Juan. Vestidos de rojo, blanco y negro, se aferraron hasta el último instante a que la Banda o parte de ella se asomara y les regalara ese momento mágico. Las campanas tañeron sin que nada pasara. Al menos allí. En un par de lugares cercanos y ante público mucho más reducido, músicos irundarras sí tocaron esas notas que enchufan energía en vena a toda la ciudad en el amenecer de cada 30 de junio.
Hubo también un sucedáneo de Arrancada del Alarde tradicional con una treintena de jóvenes músicos y un soldado con escopeta. Una trompeta hizo lo que pudo como cornetín y a las 7.40 un centenar largo de espectadores celebró con algarabía el comienzo del desfile que no era. Algo parecido ocurrió a las 10.20, la hora de salida del Alarde público, con una minicompañía cumpliendo la Arrancada.
Pífanos y tambores se dejaban oír aquí y allá y el ayuntamiento enchufó marchas propias del día por megafonía. Para los descolocados irundarras, los bares eran una opción, los almuerzos en plena calle otra; viviendas y locales particulares sirvieron de refugio para reunirse con los cercanos y evitar multitudes. Porque por muy día 30 que fuera, lo que nos ha traído a esta situación sigue presente. Las medidas de distanciamiento se cumplieron menos que cualquier otro día (no que cualquier otra noche), pero sólo una minoría las llegó a olvidar del todo.
El Voto en el Monte
Mientras la ciudad intentaba celebrar su gran día en tan complicado escenario, la Corporación subió a San Marcial para cumplir la promesa del pueblo de Irun en 1522. Tuvo algo de histórico el acto de ayer porque por primera vez en muchos años todos los grupos políticos participaron juntos. Fue un acto breve con tres piezas (Alkate Soinua, el zortziko Oroitza y el Himno de San Marcial) interpertadas por Irungo Txistulari Elkartea y dos trompetas, con una frase en medio del alcalde, José Antonio Santano: «Herriaren izenean, por el pueblo de Irun, Gora Irun! Gora San Marcial!». La edil más joven de la Corporación, Ane Unanue, portó la bandera de la ciudad.
«Quiero agradecer el comportamiento de los iruneses», destacó Santano tras el acto. «No es fácil actuar con una responsabilidad que tiene un precio tan alto como no poder celebrar con normalidad un día tan especial como el de San Marcial». Que tanto tiempo después toda la Corporación acudiera al voto lo enmarcó también «dentro del momento que estamos viviendo, en el que hay que aparcar diferencias y estar unidos para salir adelante» y expresó el deseo de que en adelante se pueda mantener esa unidad.
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