«Montar nuestra peluquería fue como hacer un trabajo de fin de carrera»
En la calle Jacobo Arbelaiz existe una peluquería que es ciudad o una ciudad que es peluquería: Pelopolis Leyre Corta Ado y Marisa Román García Jefas de una ciudad

Ya lo saben, el Museo Oiasso es un viaje al pasado. A nuestro pasado romano, claro. Por aquí nos gusta la historia antigua, los orígenes y los descubrimientos. Haciendo un guiño también a Aspasia, nuestra viajera preferida, hoy imaginaremos una ciudad de la antigua Grecia. Sí, una polis. ¿Se imaginan una polis donde fuera ley llevar el pelo corto? ¿Y unas políticas que regularan los peinados? ¿O una polis donde todo lo decidieran según ese remolino indomable que todos tenemos? Así es Pelopolis, la ciudad del pelo dirigida por Marisa y Leyre. Las tijeras, los champús, los secadores o los peines son los pilares sobre los que se sostiene esta ciudad, esta peluquería, con catorce años de vida. Ongi etorri, por lo tanto, a este viaje a Pelopolis, nuestra pequeña ciudad del pelo.
–Marisa, en Pelopolis hay un gobierno de coalición. Sois dos y se nota buen entendimiento...
–Lo hay, lo hay. Leyre y yo nos conocimos trabajando hace muchos años. En seguida empezamos a quedar fuera del trabajo también con nuestras parejas y nos llevábamos todos tan bien que desde entonces somos amigos.
–¿De quién fue la idea de fundar vuestra propia ciudad del pelo?
–(Risas) Leyre siempre había querido tener su propia peluquería, pero yo no. El caso es que después de unas vacaciones que no disfruté nada por estar dándole vueltas a cosas del curro, volví decidida a proponérselo. Sabía que ella me iba a decir sí o no, que no se iba a andar con dudas. Se lo dije y...
–No dudaste, Leyre.
–No dudé, pero en seguida llegó el vértigo. Buscar un local, todo el papeleo, el dinero... No sé, eran muchas cosas. Nosotras sabíamos llevar una peluquería, pero de repente nos encontramos con un montón de cuestiones a gestionar y decidir. Menos mal que en Bidasoa Activa nos ayudaron un montón. Recuerdo que Poli se portó muy bien y nos echó una mano.
–Toda ayuda es bienvenida cuando se inicia un proyecto, ¿verdad?
–Sí, sí, nuestras parejas nos ayudaron un montón con todo. Aquí todo lo hemos hecho entre todos. Y recuerdo ir por Bilbao, por ejemplo, buscando inspiración y referencias. Veíamos un cartel que nos gustaba y le sacábamos una foto, colores, muebles... Fue un mes muy intenso y de mucho estrés.
–¿Imaginabas que fuera a ser así de duro, Marisa?
–Yo siempre digo que fue como hacer un trabajo de fin de carrera. (Risas) Teníamos que calcular todo tipo de gastos y ganancias de los que no teníamos ni idea. Y a la vez, buscar local, las dudas de la ubicación, prepararlo... Fue una locura y lo hicimos en un mes.
–¿Recuerdas el primer día?
–Claro, perfectamente. Fue hace 14 años, el 29 de mayo. Recuerdo cómo el mismo día aún estaban poniendo el cristal y Leyre y yo nos encerramos en el baño para no enfadarnos. Si las paredes de ese baño hablaran...
–Seguro que también hay recuerdos bonitos con la obra terminada, Leyre...
–(Risas) ¡Claro! Yo tengo muy buen recuerdo de la inauguración. Recuerdo, además, que la hicimos dos veces: una con la familia y otra con nuestros amigos. El primer día yo llegué tarde porque me pilló un atasco y justo los primeros en llegar fueron mis familiares...
–Marisa, te ríes...
–Sí porque yo me sentía como una novia en una boda. (Risas) No conocía a casi nadie, pero presentaba a todo el mundo. Fue muy divertido.
–Y después 14 años de trabajo, ¿ha cambiado mucho el mundo de la peluquería?
–Uf, sí. Las tendencias, obviamente, van cambiando, pero sobre todo hemos notado cambio en las técnicas y la tecnología.
–¿Es más cómodo ahora vuestro trabajo, Leyre?
–En muchos aspectos sí. Por ejemplo, los secadores de mano ya no son tan pesados.
–¿Cambia todo menos nuestro pelo? ¿Nos atrevemos?
–(Risas) Bueno, no mucho. La gente suele venir con la idea clara, sobre todo las más jóvenes. Ellas siempre traen la foto de alguna influencer, pero ahí estamos nosotras siempre para asesorar.
–Eso sí que no cambia, Marisa.
–No, además Leyre tiene súper buena memoria para recordar cosas o inspiraciones. Es una pasada. Y sí que hay gente que se atreve. Mira, esta semana Leyre ha hecho un color rosa palo... ¡precioso! Quiero ponerlo en las redes sociales cada día.
–La buena clientela se deja hacer, seguro. ¿A que sí, Leyre?
–Claro, el primer día nadie se deja, pero luego sí, luego confían a ciegas. Al final la gente es fiel por el pack completo. Vienen por el trato, la música, el ambiente...
–Seguro que hay mucha clientela fiel que ya son habitantes de la ciudad del pelo, Marisa.
–La verdad es que sí. Estamos muy contentas del trabajo que hemos hecho durante estos años porque teníamos el sueño de que Pelopolis creciera y ha crecido. Ahora somos un equipo de cuatro. Estamos muy contentas y ahora con la mascarilla hay que llevar el pelo perfecto, que es lo que más se ve. (Risas)
–La última, ¿quién tuvo la idea del nombre, Leyre?
–Uy, al nombre le dimos muchas vueltas. Pensábamos en algo con nuestras iniciales, pero todo estaba cogido y no podía ser. Fue la pareja de Marisa quien un día dijo: «¿por qué no la ciudad del pelo?» Y así surgió Pelopolis.
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