«La nutrición me enganchó por el poder que tiene de ayudar a la gente»
Iñaki Etxeberria es dietista, nutricionista y ciclista
Lo de que comer es importante ya lo sabemos, ¿verdad? Importantísimo. Hacerlo o no hacerlo nos mantiene con vida. O no. Que se lo pregunten a Claudio, el emperador romano. O a su 'degustador', Halotus, que fue quien se encargó de envenenarle la comida. También podríamos hablar con Marco Antonio o su catador de alimentos que murió 'trabajando'. Sin duda, el qué comemos también importa. Y no lo digo porque tema morir envenenada. La reina Isabel a menudo prueba los almuerzos de su guardia para comprobar la calidad de la comida que sirve. Charlar con la 'queen' está difícil, pero no tanto con Iñaki, nuestro particular rey de la buena alimentación y de las comidas sin veneno. Iñaki no es 'catador de alimentos', ni falta que hace. Es algo mejor, es un nutricionista. De los buenos, tanto que ha entrado a formar parte del equipo de una de las reinas de la buena alimentación: Eli Gallego. Pónganse a la mesa, el buen menú está servido.
–Iñaki, como el huevo y la gallina, ¿qué fue primero, el cocinillas o el nutricionista?
–(Risas) Creo que el cocinillas. Siempre me ha gustado comer y cocinar con mi madre y así, pero realmente no me interesó más allá hasta la selectividad. Justo antes, decidí qué hacer.
–¿Y por qué nutrición?
–Yo creo que me equivoqué al elegir la rama biosanitaria en bachiller, yo creo que las ingenierías se me dan mejor, pero como me gustaba la biología... ¡tiré por ahí! El caso es que luego no me veía como médico, ni como enfermero, ni como fisio...
–¿Entonces?
–La nutrición era dentro de todo lo que más me gustaba y por eso decidí tirar por ahí.
–¡Listo, envenenado! Digo, enganchado.
–(Risas) Me enganché más al terminar. ¿Sabes esa sensación de acabar los estudios y creer que lo sabes todo? Pues me di cuenta de que no sabía nada, pero de que podía ayudar muchísimo a la gente por medio de la alimentación. Vi que la alimentación como método de mejorar la salud estaba muy infravalorado y por aquí me he enganchado a la nutrición.
–¿Qué hiciste?
–Tenía claro que me gustaba la nutrición deportiva y tiré por hacer un máster. Estuve un año con ello mientras leía e intentaba buscar gente para hacerle dietas.
–¿Cuántos amigos o familiares se pusieron en tus manos?
–No fue fácil. Las primeras cobayas, fueron cobayas literal. Les decía: «a ver, he aprendido en el máster a coger medidas y quiero coger medidas contigo». (Risas) Pero cuando de verdad tienes un paciente delante te surgen todas las dudas del mundo. No es lo mismo estar con un libro o con una persona.
–¿Y cuándo tuviste tus primeros pacientes?
–Pues después me quedé un poco en tierra de nadie. Siempre he querido dedicarme a la nutrición y por eso estuve buscándome un poco la vida. Estuve en el Club Ciclista Irunés entrenando a chavales, dando charlas de nutrición, hice dietas a varios deportistas de resistencia... A Nestor Arana, por ejemplo, o a Iñigo Lavado cuando hizo el Ironman.
–Esos ya no son cobayas, ni libros...
–No, no. Fueron experiencias increíbles. Yo lo viví como si yo fuera a hacer esas pruebas y salieron bien, así que me quedé muy contento. Pero después del máster me daba miedo a montar mi propia empresa, tampoco encontraba trabajo como dietista y no sabía muy bien qué hacer. Mandé el currículum casi a todas partes y empecé un curso de nutrición clínica porque no quería estar sin hacer nada.
–¿Otra vez libros?
–Sí, hasta que el verano pasado recibí una llamada inesperada. Me llamaron de Ibiza diciéndome que tenían mi currículum, aunque yo no recuerdo haberlo enviado... Me dijeron las condiciones laborales por teléfono, no eran nada malas y decidí irme. Así fue: «ama, me voy a Ibiza» y a los dos días estaba metiendo todos los trastos en el coche y en el ferry.
–¿Te creían que ibas a trabajar o tuviste que demostrarlo?
–No me creían, pero ¿sabes por qué? Me decían mis amigos: «¿tú, Iñaki, a Ibiza? Con lo poco juerguista que eres...». Yo no bebo nada, pero nada-nada. Si me encuentras de fiesta, seguro que estoy con un vaso de agua. ¡De verdad! Y he estado un año en Ibiza y te prometo que no he hecho ninguna fiesta.
–¿Cómo ha sido trabajar allí?
–Ibizia, como Euskadi, es un paraíso. El entorno es increíble. Luego, el trabajo no ha estado mal, pero no era algo que quisiera hacer para siempre. He estado en el hospital de Ibiza, supervisando los menús de los pacientes. No he tenido mucho trato con los pacientes y eso ha motivado que volviera a echar currículums.
–Hasta que llega otra llamada...
–Así es. Envié el currículum a una dietista a la que admiro: Eli Gallego. Fue a finales de agosto, ahí empezaron mis nervios por si me llamaba. Ella no se acordará, pero yo ya quise hacer prácticas con ella... Estoy deseando empezar.
–¿Vas a estar en el nuevo proyecto de Eli?
–Así es. Al final, me llamó y me pilló recién llegado de Ibiza. Estoy muy ilusionado con el centro que ha montado y con el equipo que ha formado. Creo que vamos a poder ayudar a mucha gente.
–Qué importante es comer bien.
–Mucho. ¿Cómo no va a ser importante algo que hacemos hasta cinco veces al día? Nos mantenemos vivos gracias a ello, pero el comer no es solo cuestión de mantenerse vivo... Lo importante es cómo vivimos.
–Dice Eli que ere un ciclista frustrado, ¿es así?
–(Risas) Yo creo que puse eso en Twitter un día que salí a andar en bici y me fue mal. Me encanta hacer deporte y más al aire libre. Y el deporte está muy ligado a la nutrición, es el combo perfecto. ¡El plato perfecto!
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