domingo, 23 de enero de 2022

«Lo importante son los rebrotes; son el bosque del futuro»

Noticia publicada en Diario Vasco,el domingo día 23 de Enero de 2022.

«Lo importante son los rebrotes; son el bosque del futuro»

. Los daños del fuego fueron de distinto grado y aunque la recuperación avanza con ritmos diferentes, la fuerza de los nuevos brotes invita al optimismo


 En general, el robledal de Endara soportó bien el paso de las llamas, pero en las zonas más escarpadas los daños fueron severos incluso en arbolado de gran porte./ FOTOS DE LA HERA

IÑIGO MORONDO

Un incendio nacido en Bera a finales del pasado mes de febrero se fue extendiendo hacia el norte empujado por un potente viento sur. Llegó a Irun desde Lesaka y se extendió por 340 hectáreas de zonas boscosas de la ciudad. Fue, en palabras del jefe del Servicio de Montes y Gestión de Hábitats de la Diputación Ismael Mondragón «el peor fuego que hemos tenido en los últimos cinco años».

En las estimaciones iniciales se apuntó a casi 400 hectáreas afectadas (todas dentro del Parque Natural de Aiako Harria), pero la cifra bajó a 340 cuando se pudo comprobar que dentro del perímetro del incendio habían quedado 'islas' a las que las llamas no habían entrado. El 53,7% de la superficie alcanzada por el fuego tuvo una afección leve, en el 19,5% esa afección fue media y en el 26,8% fue alta, según un informe que encargó el Gobierno Vasco.

  • 340 hectáreas fueron las que finalmente se vieron afectadas por el incendio del pasado mes de febrero dentro del término municipal de Irun; 232 de ellas corresponden a suelo público (propiedad del Ayuntamiento de Irun) y 108 son terrenos de propiedad privada.

  • 53,7% de la superficie que fue alcanzada por el fuego presentó una afección baja, mientras que el 19,5% tuvo una afección media y fue el 26,8% el que se registró afección alta, todo ello según la estimación de un estudio encargado por el Gobierno Vasco a la empresa especializada Biomasa Forestal.

La profundidad del daño causado por el fuego es sólo uno de los factores que afecta a que «la recuperación de los diferentes hábitats esté siendo desigual», informa Josean Belzunce, técnico de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Irun, responsable de Montes. «Cada situación es diferente. Por ejemplo, la recuperación de pastos y matorrales es rápida y los efectos del fuego son ya inapreciables. Ahora», comenta señalando helechos que lucen un color marrón propio del invierno, «puede dar otra impresión por el momento del año en el que estamos, pero en primavera, se podrá ver todo verde».

El bosque autóctono genera más sombra y desarrolla menos matorral, lo que le defiende mejor ante la llegada del fuego

El robledal de Endara

Belzunce; su compañera del área Rakel Deskarga y el delegado de Desarrollo Sostenible Borja Olazabal son los mejores guías posibles para visitar in situ las zonas afectadas por el incendio y entender la manera en la que se están recuperando.

El espacio de mayor valor ecológico al que llegaron las llamas fue el robledal de Endara, considerado el más importante de Gipuzkoa, con los máximos niveles de protección, una vegetación singular y otra serie de características que lo hacen único.

«En general, los bosques autóctonos, densos y maduros no dejan espacio en su sotobosque a la maleza y sólo tienen hojarasca. Por eso sufrieron afecciones leves, porque no hay combustible para las llamas», explica Belzunce. «Los mayores problemas fueron para las laderas escarpadas de orientación sur, donde hay menos humedad y menos tierra y, por ambas cosas, menos sombra de arbolado. Además, el viento daba más fuerte ahí».

Ambos escenarios, el de bosque denso (principalmente) y el de ladera rocosa (en algunos puntos), se dan en el robledal de Endara. Así, la extensión principal del mismo sufrió «un efecto leve. El fuego pasó sobre la hojarasca y no generó temperaturas altas. Chamuscó ligeramente la corteza de algunos árboles y quemó plantas jóvenes. En primavera», recuerda Belzunce, «hubo un rebrote general de árboles y arbustos».

Pero no todo son buenas noticias. En las laderas de Endara con menos densidad arbórea «había un sotobosque de brezos, argomas y helechos que sirvieron de combustible al fuego» que causó, aquí sí, «daños severos» en madroños y robles. Muchos de ellos, incluso ejemplares de gran porte, murieron o quedaron fuertemente dañados. «A favor tenemos que son especies con buena capacidad de rebrote desde la raíz; en contra, que son áreas secas y pobres en tierra, por lo que el desarrollo será lento y la restauración a largo plazo puede estar comprometida», teme Belzunce.

Más bosque autóctono

El desarrollo de masas forestales autóctonas como la de Endara es el objetivo que persigue el trabajo que venían realizando las instituciones. «La normativa, tanto la del Parque Natural como la de la Zona de Especial Protección Aiako Harria de la Red Natura 2000, indica que hay que restaurar los bosques naturales», en este caso, una mixtura de robles, fresnos, abedules, cerezos, acebos...

Así, en los pinares preexistentes en algunas parcelas públicas, desde hace unos años se estaba trabajando en la creación de un sotobosque con esas especies. «Puedes talar los pinos y plantar, pero este otro método evita que se produzca un vacío y en ocasiones funciona mejor. En casos como el de este pinar cercano a la caseta de Lapurriturri», explica Belzunce, «lo hemos hecho así. La idea es clarear la sombra de los pinos buscando un equilibrio: sombra suficiente como para mantener el bosque limpio de matorral, pero luz suficiente para que crezcan los nuevos árboles».

En esos bosques de coníferas «el incendio hizo mucho daño. Todos los pinos que veamos ahora sin hoja es porque están muertos y ésos no rebrotan». Ése no es el problema, porque estaban llamados a desaparecer «y además tenían un problema de hongos que los tenía ya muy mal», pero con la intensidad de las llamas en esos puntos ardieron todos los árboles jóvenes. «Están rebrotando, algunos con fuerza, pero hemos perdido muchos años». El tiempo que los nuevos ejemplares necesitan para 'cerrar' el bosque «varía en función de muchos factores, pero como referencia se podría decir que puede tardar unos 15 años. Si el rebrote ahora es tan bueno como parece, al menos no habrá que replantar», augura Belzunce, «pero el proceso se ha retrasado bastante».

Aquí conviene aclarar esa tesis tan escuchada de que tras un incendio la vegetación crece más fuerte. Lo detalla Josean Belzunce con precisión. «Cuando un incendio quema la parte aérea de un árbol pero la raíz ha sobrevivido, sale un nuevo brote de esa raíz. Si el ejemplar tenía, pongamos, ocho años, el brote sale con mucha fuerza y crece rápido porque tiene una raíz capaz de alimentar una planta mucho mayor. Pero no siempre sobrevive la raíz o no siempre hay un rebrote o si la planta no era muy madura, tampoco hay tanta diferencia en el crecimiento».

Actuaciones en marcha

Serán necesarios «al menos un par de años» para tener certezas sobre la viabilidad de los nuevos brotes. Mientras tanto, «lo que tenemos que hacer es protegerlos». Se trata, básicamente, de vallar las zonas donde están surgiendo para que no se los coman los herbívoros. «Lo hicimos desde el primer momento porque en los primeros meses tras el incendio, en las zonas afectadas, no había nada que el ganado pudiera comer salvo los rebrotes».

El delegado Borja Olazabal confirma que las tareas de construcción y reconstrucción de vallado se han mantenido con intensidad desde entonces. «Más de 4.700 metros de vallas entre construidas y reparadas por el Ayuntamiento»; 8.000 metros más por parte de la Diputación. El trabajo entre ambas instituciones «se realiza de forma coordinada. Ellos actúan en las zonas llamadas de Utilidad Pública, nosotros en las otras parcelas. Cada cual lo suyo, pero siempre de forma coordinada», añade Belzunce.

La segunda tarea principal es la de desbroce, tanto de material quemado como de matorral nuevo, eliminando la competencia que supone para los árboles recién salidos. En algunos casos en los que esos retoños no han cogido mucha altura «evitamos desbrozar porque es difícil distinguir los brotes y lo último que queremos es llevárnoslos. Además, especies como la argoma (que es espinosa) les sirven de defensa frente a animales». Esto ha ocurrido sobre todo en las plantaciones de bosque autóctono realizadas en parcelas despejadas donde el fuego tuvo un efecto sobre los ejemplares plantados similar al que produjo en los pinares. Por último, Belzunce apunta que no se han retirado los árboles y arbustos muertos porque «son una reserva de nutrientes, ayudan siquiera un poco a preservar humedad y sirven de hábitat para especies forestales como los insectos de los que se alimentan, por ejemplo, los pájaros carpinteros».

¿Pudo ser peor?

Desde el abrasado pinar de Lapurriturri se ve la caseta de información. Rakel Deskarga la señala, «ahí, y justo al lado, se ven hasta los carteles». El incendio se quedó muy cerca, «aunque a esta zona llegó ya con poca velocidad». «Y si hubiera llegado a la carretera», añade Belzunce, «hubiera tenido difícil propagarse porque, al otro lado, la cara norte es más húmeda y fría».

Por ahí, difícilmente podría haber agravado sus efectos. «Pero aquí tuvimos suerte», apunta Olazabal. El delegado señala las copas ennegrecidas de unos árboles a apenas 100 metros de un caserío. «Otro, un poco más arriba, más cerca de Pagogaina, también vio el fuego de cerca. Tuvieron que ser momentos complicados, pero en la mayoría de casos el fuego no afectó ni a los prados de alrededor».

El susto fue mayúsculo y los daños naturales cuantiosos. «Ahora lo importante son los rebrotes, que son el bosque del futuro», sentencia Belzunce.

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