Deporte guipuzcoano
La apuesta pública, acertada, ayudó a que la Real de Segunda hoy sea otra cosa. La que otros deportes pueden ser en 10 años
Una constatación: solo la Real tiene en Gipuzkoa la capacidad de reformar un estadio como con Anoeta. Y Zubieta. El resto de deportes depende del poder público, lo que se traduce en ilusionarse con la promesa de un canal de aguas bravas o el traslado de unas pistas de atletismo y terminar decepcionado. Aun así, Gipuzkoa es el territorio vasco con más olímpicos y medallas —los medallistas entrenan en Pau, Nantes y Szeged—. Hora para reivindicar el modelo del multideporte en Gipuzkoa que arropa al niño o niña a elegir el deporte que le gusta sin sentirse bicho raro en su entorno: cuantos más modelos de elite hay, más inspira la práctica del deporte como algo social y beneficioso para la salud. Hora para agradecer a centenares de deportistas, familias y clubes, que dan forma a esta gesta. Un milagro de mayor dimensión sin infraestructuras del nivel del deporte guipuzcoano (promesas públicas caducadas y evaporadas como Oxinbiribil; y una lista de anuncios que precisan ya de un consenso para arrancar, como el pabellón que las competiciones exigen al Bidasoa o la multimillonaria inaplazable reforma de Anoeta). Un milagro que no se apoya en una fiscalidad como Francia o en un tejido empresarial que por lo general se siente menos interpelado a entrar en proyectos tractores como sí lo hace la empresa alemana o danesa. La Real ya lo sufrió en Segunda. La apuesta pública, acertada, ayudó a que el club realista hoy sea otra cosa. La que otros deportes pueden ser en 10 años.
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