Mateo Vergara comenzó su trayectoria profesional en un ámbito muy distinto al que ha decidido después su vida. Formado en Educación Social, inició su carrera en ese sector, pero hace más de tres décadas dejó su Irun natal y se trasladó a Madrid para perseguir un sueño: la interpretación. El camino le llevó después a un terreno poco conocido dentro del mundo televisivo: la animación del público. Desde hace veinte años, es el encargado de encender la chispa y contagiar el entusiasmo en algunos de los programas más emblemáticos del Estado.

Estudió en una escuela de actores en Madrid, pero poco después acabó en Barcelona. ¿Cómo así?

Me vine a Barcelona porque un amigo de Irun, Aritz Lekuona, estaba haciendo el curso de director de cine en la Escuela Superior de Artes Cinematográficas y me incluyó en su corto de fin de curso. Pero el corto se alargó en el tiempo, así que mientras lo hacía volví al trabajo social, que era lo mío. Hice algunos proyectos con el Ayuntamiento de Barcelona. 

¿Y dejó de lado su faceta artística?

No. A través de agencias de publicidad me salían algunos trabajos en anuncios. Hasta que de repente me llamó Noemí Galera. Conocía a su hermano de rodajes, porque también es del mundillo, y cuando me llamó me dijo que necesitaba ayuda porque a las pocas horas comenzaban Eurojunior en directo y no tenían animador de público. Fue el año de María Isabel, y yo no había trabajado de eso nunca.

Muy mal no lo haría si esa ha sido su profesión desde entonces…

Ya llevo 21 años y habré hecho unos 110 programas diferentes: ‘Operación Triunfo’, ‘Tu cara me suena’, ‘Money Money’, ‘Allá tú’, ‘Ahora caigo’… Dinamizando los platós de la vida, como digo yo. 

Animador de público, no es algo de lo que se oiga hablar habitualmente. ¿En qué consiste su trabajo exactamente?

Buena pregunta. La gente me suele decir ‘tú eres el que pide aplaudir’, pero ese es el regidor. A ver, puedo ayudar al regidor en algún momento, pero hago mucho más. Por ejemplo, en ‘Tu cara me suena’ empezamos las grabaciones a las cinco y media de la tarde y el público puede salir a las doce y media o una de la mañana. Yo les recibo, les cuento chistes, me meto con la gente, siempre desde el respeto, les canto, aunque no sea cantante… Bueno, Bustamante me dice que sí soy cantante, que lo que no hago es vender discos (ríe). En resumen, interactúo con ellos de forma que sea un público vivo. Y créeme que no es una tarea fácil.


El irundarra con Lolita Flores. N.G.

¿Cuál es la clave para hacerlo bien?

En mi caso, ser yo mismo. He llegado a llevar algún chiste preparado, pero no sirve de nada, porque el directo es el que manda. A veces veo a la gente que baja del autobús y pienso “hoy me van a dar la mañana”. Porque la tele es como el amor, no es lo mismo ver que hacer. Hacer tele es muy difícil, pero yo soy muy receptivo y sé leer las cosas. Mira, por ejemplo, una vez los de OT1 inauguraron un parque en Mallorca y fueron más de 100.000 personas. Hice de todo para entretenerles: un casting de operación triunfo, un concurso de Miss Mallorca, contar chistes… Lo que te puedas imaginar y más. Hay que saber improvisar. 

El público es un activo muy valioso al que quizá no se le otorga el valor suficiente.

Es súper importante. Muchas veces sin público no se podría hacer tele, porque es el motor de las galas. Una vez me vino un realizador y me dijo “móntatelo como quieras pero este público está muerto”. Estábamos en una gala en directo, pero yo no tengo el botón mágico para que a todo el mundo le salga un petardo del culo y peguen un bote y se pongan a aplaudir y a animar. Es que a mí cuando me hablan así de ellos les digo que no son muebles, que son personas y hay que cuidarlas. De hecho, dejé un programa porque se maltrataba al público, y yo no quería trabajar en un sitio en el que se tratara así a la gente.

"Dejé un programa porque se maltrataba al público, y yo no quería trabajar en un sitio en el que se tratara así a la gente"

¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje de su trayectoria profesional?

Ha habido muchos. Hay mucha gente maleducada y mi talón de Aquiles es la falta de empatía. A raíz de la pandemia la gente se ha vuelto muy individualista y a veces es difícil lidiar con ello.

En dos décadas habrá acumulado muchísimas anécdotas.

Miles. Cuando me preguntan siempre me viene a la cabeza la misma. Una vez había entre el público de ‘Boom’ una chica que había salido de cuentas y tenía la barriga súper baja, y se la agarraba. Cuando había música ella se levantaba y bailaba. Juanra Bonet y yo sufríamos, pero ella nos decía que había ido queriendo, que el médico le había dicho que se moviera para ver si el niño salía. A la hora de repente dijo que se encontraba mal y resulta que había roto aguas. Mientras esperábamos al servicio médico me dijo que el bebé todavía no tenía nombre. Le dije en broma que le pusiera Mateo, y me dijo que sí porque le había caído muy bien. Y a los tres meses vino su madre con una foto y me dijo que era la abuela de Mateo. Me puse a llorar… Qué fuerte. A día de hoy no sé quién es esa chica, no ha vuelto a plató. 

Sin duda, es una anécdota bonita.

Tengo muchas más, infinidad. Gente que me pide que cante algún bolerito porque quieren pedirle matrimonio a su pareja; celebraciones de bodas de plata o de oro… Tonterías, pero que te dan momentos bonitos.

También contó una vez que José Luis Moreno le echó de un programa porque brillaba más que él… 

Así es. Pero por fin me atreví a ponerle en su sitio. Durante muchos años estuve asustado por miedo a que hiciera algo en mi contra, pero la ama me hizo ver que si me echaba porque brillaba más que él, en realidad estaba reconociendo que yo era una persona válida.

Seguro que en todos estos años ha hecho muchos más amigos que enemigos.

Sin duda. Que me vengan a botepronto, Paula Vázquez, Juanra Bonet, Carlos Sobera, Jesús Vázquez, Carlos Latre, Chenoa, Rosa… Rosa es mi niña. Cuando terminó ‘Tu cara me suena’ me dijo que quería que me llevara algo suyo. Yo pensé que me daría alguna camiseta o algo, y qué va, me dio la pulsera de plata con la placa con su nombre que le regalaron por la comunión. Hay mucha gente que me quiere de verdad. 

"Cuando terminó ‘Tu cara me suena’ Rosa me regaló la pulsera de plata con la placa con su nombre que le regalaron por la comunión"

En Irun también le quieren mucho. De hecho, ha llegado a ser pregonero de los sanmarciales.

Y lo vivo con mucha ilusión. Irun es mi origen, mi tierra, mi gente, mi esencia y mi raíz. Entonces, no puedo estar más que agradecido. El día que me llamó José Antonio Santano para decirme que por unanimidad del Pleno había sido elegido pregonero, me dijo que me daba un rato para pensarlo y le dije que no lo necesitaba, que por supuesto que sí. Fue un regalo de la vida, un reconocimiento brutal y una plataforma para muy sutilmente dar un zasca de guante blanco para que la gente crea en las diferencias y las apoye.

¿Cuáles son sus planes laborales a corto plazo?

Ahora estoy con ‘Tu cara me suena’, que empieza en marzo, y en septiembre se supone que arrancará Operación Triunfo. Y mientras tanto, a celebrar la vida y lo que venga bienvenido será. 

¿Tiene sueños profesionales más allá de todo lo que ha conseguido?

Soñar es bonito, pero algo que aprendí de Carlos Sobera es que lo principal no es la meta, sino el camino. Si no disfrutas del camino, cuando llegas a la meta no es lo mismo. Yo voy soñando a diario con cosas que puedan venir, pero insisto, lo que venga bienvenido será. ¿Metas? Pues ser feliz y disfrutar con lo que hago. Antes solía decir que me gustaría presentar un formato, pero hay que ser realista, tengo 57 tacos, ya empiezo a estar incluso en la parte invisible. Me salva la actitud, que soy un cabra loca, muy activo, un chaval de 19 metido en un cuerpo de 57. Pero sé que esta es una profesión que caduca y que quizá deba reinventarme.