Moldavos, rusos, extremeños y vascos, juntos y revueltos en la plaza del Ensanche
La unión de culturas que propugna el Gaztefolk se materializó de forma expresa en el taller de danzas. Cada grupo trató de enseñar a los miembros del resto pasos básicos de las danzas tradicionales que exhiben estos días de festival
- IÑIGO MORONDO
- IRUN
Flori de tei, de Moldavia, y Yeralash, de la Rusia de los Urales, llevan ya unos días en la ciudad participando en las diversas actividades del Festival Folclórico Internacional Juvenil del Bidasoa, denominación resumida con acierto desde el pasado año en el concepto Gaztefolk. Los Jateros, animado grupo extremeño que hace 10 años ya pisó Irun con la misma excusa de este encuentro folclórico, llegó ayer tras un largo viaje desde el sur extremeño en el que se ubica su ciudad de origen, Frenegal de la Sierra.
Los bailarines de estas tres agrupaciones, más los propios, los de Eraiki Dantza Taldea, que es quien organiza el evento, participaron ayer en una de las propuestas más curiosas que tiene Gaztefolk. Se trata de un taller de danza en el que miembros de cada grupo enseñan a todos los demás aspectos básicos de los bailes tradicionales que llevan a gala. Evidentemente, no es el momento más espectular del festival, porque para la mayoría de los participantes se trata, al fin y al cabo, de una clase de iniciación en algo que les es completamente ajeno. Sin embargo, el resultado es verdaderamente curioso e indiscutiblemente enriquecedor.
El colorista vestido de las más jovencitas bailarinas de rusas de Yeralash contrastaba con la ropa blanca y chaleco gris de los chicos de Eraiki, pero marchaban juntos en una kalejira variopinta, que incluía las altas botas de corte militar de los jóvenes moldavos, los sombreros cordobeses de los extremeños... Fueron los de casa los primeros en acercar su folclore a los visitantes y, después, sucesivamente, éstos quienes presentaron su tradición de baile.
Multiculturalidad
Antes de empezar la sesión, en la plaza del Ensanche, los niños y jóvenes participantes se encontraban repartidos por toda la plaza, aprovechando cada oportunidad de sombra. Existía una barrera idiomática que, los de casa, con la experiencia que dan ya unas cuantas ediciones de Gaztefolk, trataban de romper. Especialmente ellas, que se acercaban a sus compañeras rusas para comparar trajes y mostrar por gestos lo mucho que les gustaban los suyos.
Los últimos en llegar fueron Los Jateros, que acaban de pisar Irun «después de 12 horas de viaje nocturno de autobús», explicaba Javier Pardo, joven directivo de la agrupación. Su sección juvenil tiene en esta su primera experiencia fuera de Frenegal «y están un poco nerviosos, pero lo van hacer muy bien», afirmaba confiado. «Están muy ilusionados por presentar aquí el folclore de Extremadura, las jotas».
Culturas del Este
Rusos y moldavos mostraron dificultades para entender los conceptos de la danza vasca, pero en cuanto cogieron la base, disfrutaron bailándola. Una intérprete ponía voz a la agrupación rusa para explicar «que los trajes son los típicos del folclore popular ruso. El amarillo representa el sol, el rojo, la alegría y la fiesta... Las botas, altas, son las que usan todos los pueblos del Este para bailar, muy ligado a una tradición militar que está muy presente en el floclore de todos ellos». La música en esta experiencia, lejos de casa, la ponen «un acordeón, la dombra prima y la dombra alta». La dombra es un instrumento muy propio de la tradición eslava, similar en su forma a un laúd.Sus bailes también son representativos «de muchas cosas: animales diversos, el frío del clima ruso...»
Los gestos entre los participantes y la labor de la intérprete son buenos acercamientos para superar los idiomas diferentes, pero lo que dejó claro la jornada de ayer es que todos estos jóvenes y niños se entienden enseguida en un lenguaje, el de baile, que aprenden con rapidez aunque sea 'en otro idioma'. Con esa herramienta pudieron difrutar de la mañana de ayer, convirtiéndola además en un espectáculo y un ejemplo para el resto de asistentes.
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