Tamara Clavería: «En la formación está el camino para ser libres y elegir nuestro futuro»
TAMARA CLAVERÍA, VICEPRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN DE MUJERES GITANAS DE EUSKADI, Es un referente entre las mujeres gitanas vascas, lleva diez años trabajando en proyectos educativos y ha visitado Irun, invitada por I-Romi, como ponente del Día de la Mujer
- MARÍA JOSÉ ATIENZA
- IRUN
Bilbaína, graduada en Integración Social y viceperesidenta de la Asociación de Mujeres Gitanas de Euskadi (Amuge), Tamara Clavería visitó el martes el Centro Cultural Amaia para participar en la jornada 'Mujeres que abren camino', organizada por el colectivo I-Romi. Lleva diez años trabajando en proyectos de educación. Conoce de primera mano las dificultades añadidas que encuentran las mujeres gitanas para completar sus estudios y siempre ha estado convencida de que la formación es el único camino. Por eso, decidió seguirlo y abrir brecha para quienes vengan detrás.
-Háblenos de Amuge, la asociación de la que es vicepresidenta. ¿Qué objetivos persigue?
-El objetivo es mejorar la calidad de vida de la comunidad gitana, con atención especial a la promoción y el empoderamiento de las mujeres, sin que pierdan su cultura. Creemos en el papel de las mujeres como motor de cambio para mejorar la situación del pueblo gitano en general.
-¿La formación es el motor del cambio de las propias mujeres?
-En la formación está el camino para elegir nuestro futuro. En la formación está el cambio, porque la formación es información y la información, al fin y al cabo, es poder. Si tú tienes formación, puedes elegir. Tienes la oportunidad de tomar decisiones libremente. Si no tienes ninguna titulación, sólo puedes acceder a trabajos precarios. Ése es el mensaje que queremos transmitir cuando vamos por los centros. La formación nos hace libres y la libertad es una de las cosas que la cultura gitana ha buscado siempre.
-Aparte del rol doméstico y de cuidadoras que nos ha venido adjudicado, ¿que problemas añadidos encuentra la mujer gitana para completar unos estudios ?
-En el caso de las mujeres gitanas, se juntan varios factores. Por un lado, está la propia cultura gitana. Las niñas, cuando cumplen una determinada edad, ya se pueden casar. Aunque los padres y las madres, en el fondo, no quieren que una niña se pida con catorce o quince años, las hormonas nos juegan malas pasadas y eso es una dificultad. Por otro lado, está la metodología de los centros escolares. Las clases magistrales con la cultura gitana, desde mi experiencia, no funcionan. Hay otras metodologías, como las inclusivas, las de comunidades de aprendizaje que hacen posible que los niños y niñas vean que sus padres y madres entran en el aula y que también forman parte de la escuela. Si no se introducen esas metodologías, no sienten la escuela como cosa suya y van sólo porque les obligan. Hay, además, otro factor en contra que es la falta de referentes. Aquí, en el País Vasco, no hay mucha población gitana con formación.
-Usted es, ahora mismo, un referente para las mujeres gitanas. ¿Cuál ha sido su experiencia?
-Pues ha sido una aventura. Yo he podido titularme, en gran parte, gracias a mis compañeras de trabajo y a mis compañeras de estudios, que son también mis amigas y que me han apoyado mucho. A mí, a los 14 años, me quitaron de la escuela porque tenía que ayudar en casa. No me preguntaron si quería seguir estudiando o no. Si me lo hubieran preguntado, habría dejado de estudiar igualmente, porque sé que lo primero es la familia. Pero me dio mucha rabia dejar la escuela, porque a mí, desde niña, me ha gustado estudiar.
-¿Y cómo se las arregló luego para seguir?
-Tuve que esperar a que mi hermana menor creciera para poder acceder a la formación, siempre combinando el trabajo con los estudios, porque tenía que ayudar en el mercadillo. Mi madre me apoyó mucho para sacar el carné de conducir y así pude compatibilizar las dos cosas. Saqué el título de Graduado Escolar en la EPA y después empecé a buscar empleo. Como había pocas personas gitanas con titulación, pronto empecé a trabajar en una entidad y ahí conocí a una compañera que fue la que me hizo ver la importancia de seguir formándome para que yo misma fuera un ejemplo. Entonces hice el grado superior de Integración Social. Curraba por la mañana, de nueve a una y media, por la tarde iba a clase, de tres a nueve, y luego tenía que sacar tiempo para hacer los trabajos.
-La ayuda de sus compañeras de estudios fue fundamental en su formación.
-Sí. Fueron muy flexibles. Teníamos que hacer trabajos en grupo y mi padre, que es un gitano recto, no permitía que yo fuera a casa de una amiga para hacer un trabajo y que tuviera que volver tarde a casa. Entonces, venían ellas a mi casa, pero como había mucha gente y ningún espacio para trabajar, cogíamos el ordenador portátil y con un alargador que sacaba por la ventana de mi cuarto, nos metíamos en mi coche y allí hacíamos el trabajo. Hemos hecho unos cuantos trabajos en mi coche. Era una situación surrealista.
-A pesar de todo, entiende a sus padres.
-Sí, porque para ellos, lo mío ha sido como una guerra interna. Me han apoyado en muchas cosas, pero al mismo tiempo pensaban que apoyarme era perderme. Es difícil de explicar. Pensaban que iba a dejar de ser gitana. Creo que tenían miedo de que me marchara para no volver.
-Pero no se ha ido.
-¡Pues claro! Yo reafirmo mi gitaneidad allá donde voy. Me siento muy orgullosa de lo que soy y pienso transmitir los valores de la cultura gitana que me han enseñado y que llevo dentro, como el respeto a los mayores, el cuidado de los menores, la hospitalidad... Pero también quiero transmitir valores en clave de igualdad. También me siento orgullosa de haber abierto un camino dentro de mi propia familia. Mis sobrinas están estudiando en euskera y mis cuñadas y mis hermanos las apoyan para que tengan una vida mejor. Educar a una niña es educar a toda una familia y en la mía ha habido una evolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario