Noticia publicada en Diario Vasco sección Bidasoa el domingo día 20 de Febrero de 2011.
IRUN
Un paseo por aquel Irun chiquititoEn 1950, la plaza Urdanibia era el centro neurálgico de una ciudad de 20.000 habitantes. La feria, el hospital, el comercio, la industria, el ambiente... todo confluía en el entorno de la alameda irundarra
20.02.11 - 02:31 -
IÑIGO MORONDO
IRUN.
El derribo de un edificio en la calle Uranzu ha removido memorias. Algunos conocimos ese inmueble en su declive, pero no hace tanto, vivió una época espléndida. Como todo su entorno. Apenas han pasado 60 años de aquel Irun que no llegaba a los 20.000 habitantes, que veía huertas en lo que hoy son Larrendi y República Argentina, propiedades señoriales en Anzaran y marismas en Dunboa. En aquella ciudad, todo pasaba por una misma referencia: la plaza Urdanibia.
Jose Mari Cienfuegos (Santa Elena), Victoriano Michelena (Papinea), Tere Peña y Juan Miguel Berasategui (ambos en calle Peña) vivieron aquella época y los aún magníficos años posteriores. Sus recuerdos dibujan una ciudad absolutamente diferente de la que hoy conocemos. En este tiempo, ellos han cambiado mucho menos que su Irun, aquel que no tenía apenas coches ni conocía la televisión.
«La plaza Urdanibia era el centro neurálgico para todo. Los lunes había feria de ganado y venían caseros, hasta de Bera y Lesaka», apunta Berasategui. «Los tratos los cerraban en los bares de la zona, con una buena comida. Y se quedaban hasta bien de noche», afirma Cienfuegos. Era una época de «ambiente en las calles. Los chicos de Irun salían por la noche a sentarse en el pretil de la plaza. Nosotras, veníamos a verles y a estar con ellos», recuerda Tere Peña, que vivía entonces en la calle Fuenterrabía.
Servicios y vida social
Antes, Tere vivió cuatro años en la Parte Vieja, «en el asilo-hospital, que alojaba a huérfanos. Muchos irundarras se han criado allí y yo estuve cuatro años». En ese tiempo trabó fuertes lazos con las monjas. Años después, se casó en su capilla, la de la Milagrosa, y acabó convirtiéndose en la directora del coro. «El hospital era importante», relata Cienfuegos. «Nos vacunaban con enormes agujas que hervían, nos curaban de las caídas, nacían los niños...». Peña recuerda que en la entrada «estaban en mármol los nombres de los benefactores del hospital. Dicen que ahora está guardado en el piso de arriba»
La plaza era una referencia también en lo cultural «con las comedias», apunta Michelena. «En los años 50, había buenos espectáculos: Majataba, que se enterraba vivo, El tonto Cubati, trapecistas, otro que andaba en un alambre, payasos... Cada uno iba a la plaza con su silla de casa y se dejaba un círculo en medio». «Los espectáculos los anunciaban en el bando; el señor Alonso con su redoble», comenta Berasategi. «La plaza Urdanibia era lo más 'chic'». A él no le gusta la denominación Moscú «porque no se llama así. Es como lo de la calle Santa Elena, que le llamaban 'la calle de los gitanos', pero allí vivían los Guevara, los Txapartegi, los Cienfuegos, los Muiño, los Arruti, la Leona Oñatibia»... «Y allí se fundó Jostallu», le recuerda Peña. «En la casa de Gamón», completa Cienfuegos.
Eran otros tiempos...
La familia de Berasategi tenía una empresa de transportes. «Pero sin vehículos de motor. Existían, pero eran caros. El único motor lo tenía el autobús de Gutiérrez, el Txangai. Los demás teníamos caballos: nosotros, Andino, Larrañaga el carbonero, Recarte, Lino... Todos. Cualquier día, en el pilón de la plaza, te encontrabas 10 caballos bebiendo». Cienfuegos recuerda que «en la calle Santa Elena jugábamos a fútbol en la carretera y sólo de vez en cuando nos interrumpía o el coche fúnebre o el de la autoescuela Gongar». Afamados de verdad eran los duelos futboleros en la propia plaza Urdanabia. «Venía gente a verlos. A veces, algún guardia quería echarnos y los adultos no le dejaban», recuerda Michelena. Muchos de aquellos jugadores, como él y Cienfuegos, acabaron engrosando las filas del Real Unión de la época.
Los cuatro están de acuerdo en que se divertían «con cualquier cosa: jugando a saltos, a potepuya, a corrientes, a cero paso o a guerras en la Sargía». Michelena propone un plan propio de entonces: «Ir a nadar a Santiago, robar unas mazorcas de maíz, asarlas en la Sargía y comerlas viendo un partido de pelota del Kurpil, en el Uranzu». Berasategi aprovecha la historia para apuntar que «todos sabíamos nadar, y no había piscinas en Irun». Cienfuegos se sirve de ella para comentar que en el Uranzu «era casi imposible coger sitio. Cada cuadrilla cogía un cuadro, pero era un milagro que hubiera uno libre al llegar».
La primera tele que vio él «creo que estaba en la Atsegiña». «O en el Miguel», dice Berasategi. Esos y otros bares con tele se llenaban «para ver el Tour». «Antes de eso», recuerda Michelena, «todos íbamos al Deportivo, el bar de Iraundegi, porque ponían los resultados del fútbol y del Tour en unas pizarras».
Industria y comercio
Lo de aquella Parte Vieja de entonces no era sólo alterne y fiesta. Además de docenas de bares, las calles estaban plagadas de comercio e industria. Juan Miguel Berasategui es capaz de repasar los bajos de toda la calle Larretxipi «dos zapaterías, un zapatero remendón, un garaje mecánico, Mármoles Celaya, tres sidrerías, la fábrica de frigos (no eléctricos), Vinos y licores Alcanadre, un almacén de construcción, la Sociedad de caza y pesca, una pescadería, dos peluquerías, seis tiendas de comestibles, la peluquería Zuazua y otra de señoras, un taller de herrajes, Vinos Arzak, Transportes Bereciartua, un pintor, un bar con billar, el restaurante Irureta y el bar Goiburu».
El resto de contertulios se anima a enumerar: «En calle Peña, transportistas, las bordadoras de Piñeiro, el primer taller de lo que hoy es Dinuy... En Papinea, el taller de Alapont; el de Apalategui, el general, de soldaduras. Y Txito, el pintor. En Uranzu, Florita Soraluce, que vendía las sardinas viejas; Marcos Tel, que tenía droguería y el surtidor de gasolina; la carnicería de Katxutxa, la ferretería de Estomba... taller de bicicletas, almacén de plátanos, Artistas Vidrieros, la Fábrica de Papel de Fumar, Electra Irun-Endara (luego Iberduero), chatarrerías, herrerías...» Suma y sigue sin parar.
El declive
Los cuatro tienen bastante claro qué pasó para que esto no sea ya lo que fue entonces. «Irun creció. Nacieron barrios nuevos con vida propia y ya no todo el mundo venía a la plaza Urdanibia. La economía cambió. Los talleres pequeños no funcionaban y, o cerraban, o se iban a pabellones. Así se perdió el comercio y la industria. El ambiente aguantó algo más, pero... El tema político hizo mucho daño. La gente prefería no bajar a tomar aquí el vino o el bermú».
Las cosas cambian y ellos esperan que para la Parte Vieja de Irun, en el futuro, cambien para bien.
pie de fotos: Núcleo de la vida en la ciudad. En los recuerdos sobre mediados del siglo XX de Victoriano Michelena, Tere Peña, José Mari Cienfuegos y Juan Miguel Berasategui, la plaza Urdanibia juega un papel de protagonismo indiscutible. :: F. DE LA HERA
Colas hacia Francia. Aunque ya existía la avenida de Navarra, en los 60, en días de verano de gran afluencia de franceses, la calle Uranzu se atestaba de coches. :: FOTOTECA - ARCHIVO MUNICIPAL - REF.: 25777