Mari Cruz Andueza (Misionera): «Ver a niños de la calle empleados hoy en oficinas y talleres da mucha alegría»
Llegó a los barrios y campos marginales de Paraguay hace más de 30 años y ha dirigido con éxito numerosos proyectos de desarrollo
- MARÍA JOSÉ ATIENZA
- IRUN
Jopoi es una palabra guaraní que puede traducirse como 'ayuda mutua'. Es, también, el nombre de la asociación solidaria que la misionera baztandarra Mari Cruz Andueza codirige en Villarrica (Paraguay). El año pasado, Jopoi celebró su 25 aniversario. Desde 1990 han sido muchos los proyectos emprendidos por esta asociación para mejorar la vida de campesinos y vecinos de barrios marginales. La ONG Behar Bidasoa y el Ayuntamiento de Irun han colaborado en varios de ellos. «Las cosas van lentas, pero podemos decir que en 25 años la situación ha mejorado mucho», asegura la misionera, que se encuentra estos días en Irun para visitar a su familia y amigos.
-En la revista editada con motivo del 25 aniversario de Jopoi, cuentan que sus primeras reuniones con los campesinos, siempre nocturnas, se celebraban a la luz de una vela, porque no había tendido eléctrico.
-Sí, sí, en el campo no había luz y llegar hasta allí era una odisea porque los caminos estaban llenos de barro. Con ayuda de los campesinos, Jopoi arregló el camino e instaló la electricidad y luego el Estado ya tomó la instalación eléctrica como suya. Pero hoy en día todavía tienen una red monofásica de muy baja tensión. En cuanto uno pone una maquinita para triturar caña de azúcar, el vecino se queda a oscuras. Estamos pidiendo insistentemente al Gobierno que ponga más potencia. Paraguay y Brasil tienen Itaipú, la mayor hidroeléctrica del mundo, pero a nosotros no nos llega.
-En 25 años, han sido muchos los proyectos que Jopoi ha llevado a cabo. ¿Qué balance hace de la labor de la asociación?
-Muy positivo. Poco a poco, vamos consiguiendo que las personas a las que ayudamos vayan siendo autosustentables. En 25 años, se notan muchas mejoras en el campo. La gente va siendo consciente de cómo tiene que trabajar para conseguir alimentos durante todo el año. Pero no solo están las huertas de los proyectos para el desarrollo, sino que ellos van creando más. Antes teníamos mercado un día por semana y ahora hay mercado todos los días.
-La asociación también trabaja en la ciudad, sobre todo con niños y adolescentes.
-Tenemos dos centros de niños de la calle, cada uno de ellos con 60 chicos. Uno está en Villarrica y otro, que se llama Papa Francisco, en Itapé. Hay muchos niños de la calle en Paraguay. Tienen familia, pero prácticamente les obligan a salir a trabajar desde muy chicos, desde los seis años en adelante. Venden empanadas, plantas medicinales, trabajan de ilustrabotas... Nosotros tratamos de que dejen a los niños en la escuela, pero es difícil, porque a veces procuran el único sustento de sus familias. Lo que hacemos en nuestros centros es conseguir que pasen la mañana en la escuela y la tarde trabajando. Les damos comida y apoyo escolar, que nos subvenciona el Gobierno, aunque estamos ya en agosto y todavía no hemos recibido la subvención de este año. Los niños comen en el centro, siempre que hayan ido a la escuela por la mañana. Tenemos una maestra que ejerce también como asistente social y les hace el seguimiento en las escuelas a las que asisten.
-En todos estos años, habrán pasado muchos niños por sus centros.
-Muchísimos. Cuando voy a la compañía telefónica a pagar la factura, me da mucha alegría siempre porque en la oficina de cobros está un niño de la calle que fue a nuestro centro. Es un chico buenísimo. Creo que soy la única persona que paga con gusto la factura del teléfono, porque siempre me atiende él. Hay otros chicos que pasaron por nuestros centros y que están empleados en talleres y verlos trabajando da mucha alegría. Behar Bidasoa ha colaborado varios años con nuestra acción con los niños de la calle, poniendo talleres donde aprendían oficios como mecánica o carpintería.
-Otro de los objetivos de Jopoi es la creación de empleo.
-El problema del desempleo, que también hay aquí, allá es mucho más grave. Hay un 40% o más de gente joven sin trabajo. Nosotros creamos, con la colaboración del Gobierno, una incubadora de empresas que se llama Lansol (por Lan solidarioa). Allí se han creado empresitas de limpieza, de peluquería, de cocina, de metalurgia, de jardinería, de carpintería... La incubadora de empresas está haciendo un servicio muy grande. Prestamos el local a los emprendedores uno o dos años y poco a poco van saliendo de allí. Extramuros ya se han creado seis empresas en la ciudad y siete en el campo.
-¿En qué proyectos anda ocupada ahora?
-Ahora tenemos un proyecto con 200 familias que producían azúcar para que pasen este año a la producción de algodón. La demanda de azúcar ha colapsado. Hay stock. Con la producción de algodón, esas familias pueden seguir autosustentándose. Pero necesitamos unos 10.000 dólares para que puedan vivir hasta la recogida de la primera cosecha. Hay que darles un pequeño capital para que aguanten. El algodón tiene un retorno rápido. Podrán recogerlo en cuatro o cinco meses, justo en febrero o marzo, con el comienzo del curso allá, para hacer frente al gasto de material escolar de sus hijos. El resto de meses cultivarán legumbres o plantas medicinales y así se mantendrán todo el año. Un ingeniero les hace el seguimiento de los cultivos. Están a punto de ser autosustentables. Yo me voy haciendo mayor y un día tendré que venirme para acá y quiero dejar aquello funcionando.
-¿Ustedes, los misioneros, se jubilan cuando les llega la edad?
-Por edad, yo ya llevaría ocho años jubilada, pero sigo trabajando. Podemos hacerlo hasta que queramos. Si no tengo ninguna enfermedad, continuaré hasta que me den las fuerzas.
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