Durante ocho décadas, tres generaciones de la familia Etxeberria han presenciado e inmortalizado no solo la evolución de la comarca del Bidasoa, sino también los momentos más importantes en la vida de sus habitantes. Fue Jesús Etxeberria, un estellés instalado en Donostia, quien abrió en 1943 la tienda Foto Etxeberria en Fermín Calbetón, en Irun. Los conocimientos adquiridos en sus trabajos previos en una fábrica de lejías y en una farmacia le sirvieron para elaborar su propia fórmula de revelado.

De aquellos primeros años, su nieto Mikel, actual responsable del negocio, no solo conserva fotografías, sino también una gran cantidad de anécdotas. Por ejemplo, que en tiempos de escasez el aitona pasaba de contrabando papel de revelado y película que adquiría en Hendaia; o que en la época en la que todavía se daba fuego al magnesio a modo de flash, la iglesia del Juncal a menudo se llenaba de humo durante las bodas.

De esto último todavía fue testigo Jesús Mari, segunda generación de la familia, que cuando contaba con apenas 16 años comenzó a ayudar a su aita. Tras la llegada de los primeros flashes, el color y las cámaras automáticas, Jesús Mari asumió la dirección del negocio, en unos años en los que los fotógrafos todavía presenciaban todo tipo de acontecimientos sociales: “En aquella época te contrataban para muchísimas cosas, desde bodas, comuniones y bautizos, hasta para despedidas de soltero e incluso cuando alguien moría. Esto último era muy habitual en los caseríos, hacer fotos a los muertos”, recuerda Mikel.

 

Jesus, Jesus Mari y Mikel Etxeberria, tres generaciones de Foto Etxeberria Foto Etxeberria

La 'época dorada' de Irun

Los 80 y 90, que constituyeron un boom en muchos sentidos, fueron los mejores años para Foto Etxeberria, que por aquel entonces se había trasladado ya a su actual ubicación en la plaza Genaro Etxeandia: “La gente empezaba a tener cámaras y había más trabajo. Además, en Irun había mucho nivel gracias a la Aduana. La gente ganaba mucho dinero, pero también lo gastaba. Diría incluso que en aquel entonces el comercio de aquí era mejor que el de San Sebastián”, cuenta el nieto del fundador. A él le ha tocado vivir tiempos menos prósperos.

“En los años 80 y 90, gracias a la Aduana, en Irun había mucho nivel, y diría incluso que el comercio era mejor que el de San Sebastián”

Diseñador de interiores de formación, Mikel explica que la fotografía es su oficio, y que nadie, ni siquiera él mismo, esperaba que terminaría al frente del negocio familiar. “A diferencia de mi hermano, cuando yo era pequeño no mostraba especial interés por la fotografía. Como mucho me llevaba la cámara si me iba de campamento”. Sin embargo, a ambos les tocó ayudar a su aita cuando este tenía que cubrir bodas y eventos y, finalmente, fue Mikel quien tomó el relevó, tras varios años trabajando mano a mano con su progenitor, de quien aprendió mucho “simplemente observándole”.

Trabajo artesano

El actual responsable de la tienda también ha dedicado infinidad de horas a formarse por su cuenta, sobre todo para no quedarse atrás en la transición digital que le ha tocado vivir. En este contexto, reconoce que aunque el hecho de que hoy en día todo el mundo disponga de una cámara no le da miedo, sí ha provocado que muchos trabajos se hayan perdido. “Antes nos llamaban para hacer muchas más cosas. Cuando estaba la Aduana, mi padre iba prácticamente a diario por cualquier incidencia. Por ejemplo, si se caía la carga de algún camión, le pedían que hiciera fotos para el seguro. Y los propios seguros también llamaban cuando había accidentes. Hoy en día las fotos las hace cualquiera con el móvil”.

Manteniendo siempre el carácter artesanal de sus predecesores, el tercer Etxeberria ha sabido adaptarse a las demandas y necesidades de los nuevos tiempos, pero afirma que no dejará de ser artesano, aunque sea con el apoyo de las nuevas tecnologías. En este sentido, manifiesta que “el oficio de fotógrafo se está perdiendo” ya que, según su parecer, “como ahora disparar no vale dinero, se ha puesto de moda hacer miles de fotos, cuando lo que debe hacer un fotógrafo es estar pendiente, observar y, en el momento oportuno, disparar”.

Mirando al futuro, explica que nuevas ideas y retos ocupan ya su mente, y bromea asegurando que su objetivo es “llegar a los cien años no solo de la tienda, sino también míos”.