Noticia publicada en Diario Vasco,el sábado día 29 de Octubre de 2022.
«Cuando hablamos de relaciones de pareja uno más uno son tres»
Los viernes atiende a sus pacientes en las instalaciones del centro Hika, en la calle Serapio Múgica de Irun
Tras graduarse en Psicología, Amaia Iguiñiz se especializó en la rama clínica y realizó un máster en Psicoterapia de Familia y Pareja desde la orientación sistémica. Más tarde, trabajando en Bihotzez, la Asociación de Cardiopatías Congénitas, tuvo que enfrentarse a un caso infantil, lo que le animó a formarse además en Terapia de Juego para niños. Ahora ha decidido abrir su propia consulta en Irun -utilizando para ello las instalaciones del centro Hika-, donde ofrece terapia infantil y para adolescentes, así como familiar, de pareja e individual.
–¿En qué consiste la terapia sistémica?
–Es una terapia que tiene en cuenta a todos los que viven en el núcleo familiar, porque cuando uno de ellos cambia su patrón de comportamiento o forma de actuar, afecta al resto. Y aunque la demanda de la terapia suele ser por parte de un miembro de la familia, se intenta que acudan todos o, si no, se trabaja de forma individual, pero englobando todo el entorno.
«La tecnología y las redes sociales me preocupan, están haciendo muchísimo daño a los jóvenes»
–¿Qué miembro de la familia suele ser el que más demanda este tipo de terapia?
–Mi experiencia me dice que las madres. Y normalmente son casos en los que he trabajado con ellas el estrés y la ansiedad.
–¿Qué repercusión tiene en las relaciones familiares el ritmo de vida acelerado al que nos hemos acostumbrado?
–Muchísima. Si yo estoy estresada, mi forma de comunicarme con los demás es desde el estrés, y eso hace que en casa haya muchos más gritos, discusiones... Lo que intentamos en terapia es bajar ese nivel de alteración. Varias familias me han comentado que cuando los niveles van bajando, en casa todo está más tranquilo. Porque además, cuando uno empieza a bajar el pistón ayuda a que el resto también lo baje.
–Supongo que ese ritmo acelerado también influye en el cuidado de cada uno.
–Sí. También veo mucho que no nos dedicamos tiempo a nosotros mismos. Muchas veces estamos tan dedicados al trabajo, a la familia, etc., que nos olvidamos de nosotros, de hacer lo que nos gustaba... Y es muy importante hacerlo, aunque sea media hora a la semana, porque eso ayudará a estar bien con uno mismo, que es vital para poder estar bien con los demás.
–Todo lo anterior se puede aplicar también a las relaciones de pareja, ¿verdad?
–Sí. En las parejas lo que más suelo ver es falta de comunicación. Muchas veces las cosas no se hablan, o se hablan desde arriba. No se trata de decir «estoy enfadado porque has hecho esto o lo otro», sino que hay que intentar entenderse y hablar sobre por qué se ha actuado de una forma determinada, cómo se ha sentido la pareja respecto a ello, por qué nos hacen daño algunas cosas... Un profesor una vez me dijo «uno más uno son tres». Tú eres tú, yo soy yo y el tercero es la pareja. Cada uno tenemos nuestra esencia, pero ambos tenemos que perder algo de nosotros para ganar juntos, ceder un poco, sin perder la esencia de cada uno, claro, pero si no no vamos a llegar a un acuerdo.
–¿Crees que el hecho de acudir al psicólogo está dejando de ser un tema tabú?
–Desde la pandemia se escucha mucho más a la gente decir que va al psicólogo. Ha costado mucho, pero ya no hay tantos prejuicios.
–Sin embargo, un estudio demostró recientemente que España es el país del mundo en el que más ansiolíticos se consumen...
–Medicarse es lo fácil y lo rápido. Lo que cuesta es empezar a escuchar qué está generando esa ansiedad. Puedo poner el ejemplo de una paciente que tomaba dos ansiolíticos al día, y tras cinco sesiones de terapia pasó a tomar uno al mes o cada dos o tres semanas.
–Así que ese consumo podría reducirse mucho gracias a la terapia.
–Sí. La clave está en escucharse a uno mismo, porque esa ansiedad está respondiendo a un malestar interno. El problema es que estamos tan arriba que no bajamos a escucharnos. Y al final es una retroalimentación.
–También trabajas con niños y adolescentes, ¿cómo están afectándoles las redes sociales?
–La tecnología es una de las cosas que más me preocupan, porque está haciendo mucho, mucho, mucho daño. Los jóvenes tienen unas idealizaciones impresionantes. Yo trabajé en un centro de menores con adolescentes y veía lo dañino que es que aspiren a cosas que no son reales. Y además, el uso del móvil repercute en el desarrollo cognitivo de los niños, no ayuda a que el cerebro se desarrolle.
«Medicarse es lo fácil. Lo que cuesta es intentar escuchar qué está generando esa ansiedad»
–Con frecuencia escuchamos además que hay una gran falta de educación emocional.
–Totalmente, es una pasada. Sin embargo es muy importante ayudar a los jóvenes a entenderse a sí mismos, para que en el futuro sepan hacerlo.
–¿Cuáles son las herramientas para conseguirlo?
–La base de la educación debe ser fomentar la autoestima, la autonomía y la seguridad en los niños. Hay que intentar trabajar la emoción; en lugar de decirle «te has portado mal» preguntarle qué le ha pasado, por qué se ha comportado así, cómo se ha sentido, por qué está enfadado... Y fomentar la autonomía implica no hacerles todo. Así, además de autonomía ganarán seguridad y autoestima, porque verán que son capaces.
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