Noticia publicada en Diario Vasco, el domingo día 21 de Noviembre de 2021.
«Atender el suicidio como un problema de salud pública contribuye a prevenirlo»
Leire Izaguirre | Criminóloga y experta en Suicidiología
Invitada por el Foro Ciudadano y miembro de la asociación Besarkada, este lunes ofrece una conferencia en Palmera-Montero sobre el suicidio y su prevención
En unos años, el suicidio ha pasado de ser un tema tabú y un estigma para quienes lo han vivido en la familia a un problema de salud pública del que es necesario hablar para atenderlo debidamente y prevenirlo en consecuencia. Más de un millón de personas se suicidan cada año en el mundo (184, en Euskadi, en 2020) y por cada una de ellas otras seis de su entorno más cercano sufren de manera terrible la pérdida. 'Hablemos de suicidio: un diálogo necesario para la prevención y atención de conductas suicidas' es el título de la conferencia que pronunciará Leire Izaguirre mañana lunes, a las 19.00 horas, en la sala 2 de Palmera Montero. En el encuentro, organizado por el Foro Ciudadano, Izaguirre estará acompañada por Elena Aisa, presidenta de la asociación navarra Besarkada-Abrazo, que reúne a personas que han vivido la experiencia de haber perdido a un ser querido por suicicio.
–Durante años, el silencio informativo sobre el suicidio fue norma en los medios de comunicación por miedo al efecto imitación.
–Sin embargo, se ha demostrado que hablar del suicidio no provoca suicidios, a no ser que se hable de una manera incorrecta y morbosa, detallando aspectos relacionados con el método, por ejemplo. Eso sí es peligroso. Actualmente, se sabe que los medios de comunicación tienen un poder preventivo muy grande, siempre que el tratamiento del tema sea riguroso. Atender el suicidio como un problema de salud pública y no como algo anecdótico contribuye a visibilizarlo y prevenirlo.
«Tenemos miedo a hacer daño, pero el silencio alimenta el dolor y estigmatiza la vivencia»
–La sociedad también va superando el miedo a hablar del suicidio. Incluso nos da menos reparo tratar el tema con personas que han perdido a un ser querido por suicidio. Antes guardábamos silencio por temor a agravar su dolor.
–Hemos tenido miedo, pero es muy importante hablar. El trabajo que han hecho las asociaciones de personas supervivientes, que han vivido el suicidio de un ser querido, ha sido esencial. Han sido esos colectivos los que han impulsado realmente que el suicidio se convierta en un tema de conversación. Es verdad que hay mucho miedo a hacer daño. Pero el silencio termina por alimentar el tabú y por alimentar el dolor, porque se estigmatiza la vivencia. Incluso en un entorno cercano, no se ha hablado de ello, se ha impedido lo que se conoce como crear un discurso social sobre el duelo. Es como una traba añadida para superar algo que de por sí es especialmente duro.
–Cuesta decir que la pandemia haya podido generar algo positivo, pero es evidente que ha visibilizado el dolor psicológico de muchas personas y ha conseguido que hablemos de los problemas de salud mental con mayor naturalidad.
–Con toda esta situación, nos hemos dado cuenta de cuántos problemas existen relacionados con la salud mental. La pandemia ha impulsado que se le dé importancia o, al menos, que se le den titulares. Estamos a la espera de ver si esos titulares se materializan en medidas concretas, reales y tangibles. A nivel nacional, no existe ningún plan de salud mental. La OMS subraya la importancia que tiene crear un plan nacional, porque instaría a todas las comunidades a tener unos mínimos. En España ha sucedido un poco al revés. Las distintas comunidades autónomas, incluso provincias, incluso localidades, han desarrollado sus propios planes. Eso ha tenido algo bueno, porque los planes se han centrado en la realidad y en los recursos de esos lugares concretos. Ha habido estrategias muy avanzadas en este sentido, como la de Euskadi, que tiene un plan de prevención bastante adelantado y novedoso.
«La pandemia ha impulsado que se le dé importancia. Ahora esperamos medidas tangibles»
–Un millón de personas consuma el suicidio cada año y esa cifra se multiplica por veinte si hablamos de intentos. Las causas son múltiples, pero hay un denominador común: un sufrimiento insoportable y la sensación de que será estable.
–El suicidio es multicausal. Hay factores que influyen en el riesgo de suicidio de una persona, pero terminan por describir situaciones de sufrimiento que todos y todas podemos identificar. Sin embargo, la vivencia de este sufrimiento es única en el suicidio por la sensación de no cese, de sentir que no puedes aguantar ese peso por más tiempo y que esa situación no va a cambiar. Es una sensación de desesperanza. Los intentos son la antesala del suicidio. Y luego está el duelo por suicidio, que es especialmente complejo y largo. Las muertes suponen la punta del iceberg de un fenómeno que hay que atender y concebir como un problema de salud pública.
–Nos es más fácil identificar un dolor físico que un dolor psicológico, tanto en nosotros mismos como en las personas cercanas. ¿A qué señales deberíamos estar atentos?
–La escucha y la observación son imprescindibles, mostrar interés, mirar a las personas de nuestro entorno. Si queremos hablar de una señal específica del suicidio, sería la relacionada con esa desesperanza, que debería alertarnos. En cualquier caso, de cara a quellas personas que han sufrido un suicidio en su entorno cercano y que tienen esa sensación de no haberlo visto venir, hay que decirles que en ningún caso es fácil. No estamos preparados para ello. Hay muchas situaciones de sufrimiento que no se expresan de una manera clara y hay personas que son expertas en el disimulo, precisamente para no preocupar a su entorno cercano.
–¿Qué diría a quienes sufran esa situación de desesperanza, de falta de perspectiva vital?
–Que pidan ayuda, que no es ninguna vergüenza estar en la situación en que se encuentran, ni vivir lo que están viviendo.
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