El presidente de honor del Club Deportivo Bidasoa, Beñardo García Echeverría (Irun, 2 de abril de 1948), ha fallecido al filo de las 7:00 horas de este domingo por complicaciones derivadas de su estado de salud. Histórico mandatario del deporte guipuzcoano, una de las figuras clave en el impulso de la Fundación Kirolgi, presidió la entidad irundarra en tres épocas que suman 17 años. En ellas, el club de color oro ganó entre otros títulos dos ligas y se convirtió en el primer conjunto vasco en ganar una Copa de Europa (1995), además de una Recopa.

Profesional de las Aduanas, presidente del Bidasoa, impulsor de Asobal y concejal del Ayuntamiento, la vida de García ha estado marcada por su ciudad. Cuando venido de Donostia José Miguel Arana fundó el club en 1962, Beñardo García tenía 14 años recién cumplidos. Con 31 años, apenas siete después de la bronca que le costó su puesto en el equipo como jugador, García ya era presidente.

Educado en el parvulario de la calle Escuelas y el colegio público Biteri más ocho años de educación en Iparralde, entró en el balonmano gracias al hermano de La Salle Luis Miranda. En una época difícil, su familia le reclamó para dar por terminados los estudios y empezar a traer un sueldo a casa como ocurría con muchos irundarras. Un empleo ya muy vinculado a Irun y a su carácter: las históricas Aduanas.

Una vida marcada por una ciudad

Además de alimentar a miles de familias como la de Beñardo García, casado con María Antonia Olazabal y tuvieron dos hijos, las Aduanas eran el ecosistema del que se nutrían muchos proyectos de la sociedad civil irunesa. En las oficinas aduaneras trabajaban decenas y decenas de simpatizantes del club. Muchos eran exjugadores, delegados, directivos y hasta presidentes que en las pausas del almuerzo o en las colas de los distintos trámites tenían en el club amarillo su tema de conversación. Beñardo García era uno de ellos.

Dos años después de dejar la bolsa de deporte, aceptó entrar en la dirección del club que lideraba Emilio Visiers (la histórica junta que mantuvo a Juantxo Villarreal como entrenador pese a firmar el descenso en su primer año) y después José Luis Quiñones. En 1979, García fue nombrado presidente.

Puso en marcha la modernización de un club que empezó a recaudar dinero con la famosa rifa de la langosta en la plaza Urdanibia y firmó a la firma azpeitiarra Muebles Danona como primer patrocinador. Entonces cuando era un sacrilegio manchar el frontal de la camiseta.

Mediados de los 80 llegó Elgorriaga. La relación que García estrechó con Jean Claude Poirrier, empresario del grupo que compró la histórica firma local Chocolates Elgorriaga en 1984, atrajo a aquel francés a un deporte que desconocía. Así cambió la historia de un Bidasoa que un año antes se estrenó en una final de Copa (36-16 contra el FC Barcelona en un partido que no fue televisado por poco glamuroso) y enfilaba la pista de despegue.

¡Campeones!

Uno de los mayores grandes éxitos de la presidencia de García no se hizo esperar. El mismo día que el club celebraba su 25º aniversario, el Bidasoa se proclamó campeón de Liga por primera vez en su historia en mitad de un año difícil. Las continuas dificultades para competir en la máxima categoría en un obsoleto frontón Uranzu llevó a la inauguración de Artaleku en enero de 1987. Muchos cronistas deportivos que acusaban al equipo de Juantxo Villarreal de practicar el “troncobalonmano” profetizaron que la buena racha del club irundarra acabaría con el traslado al confortable Artaleku.

Todo estaba listo para un partido de desempate en Canarias cuando Iñaki de Mujika, desde el asiento que hoy le homenajea en Artaleku, anunció a un pabellón en silencio que el Barcelona no había podido ganar. Que la plantilla compuesta por once irundarras, un pasaitarra y dos yugoslavos había ganado ¡la Liga!

 

El malogrado Iñaki de Mujika posa con el cuadro de la foto del momento en el que anunció que el Bidasoa era campeón Javi Colmenero

Sin que nadie lo supiera y mientras García improvisaba una cena de celebración en el restaurante Baserri, estaba arrancando la Década Gloriosa del club oro, que se prolongó hasta la Recopa de Europa de 1997 con otra Liga, una Copa de Europa, dos Copas del Rey, una Copa Asobal y una Supercopa española. Con momentos estelares y también decepciones como la semifinal de la Copa de Europa de 1988 en Essen (con marcador de 22-7) o la final de la Recopa en Augsburgo (1991). Lejos de hundir el proyecto, aquellas lecciones sirvieron al club para crecer.

El presidente bidasotarra fue la cara más visible de un club al que dedicó una vida de viajes peripécicos para fichar a jugadores como Bogdan Wenta en la Polonia soviética junto al directivo y exviceconsejero del Gobierno Vasco Javier Zuriarrain, para defender el escudo del club oro ante poderosos dirigentes como Jean-Claude Tapie (presidente del OM Vitrolles y hermano del célebre Bernard) que menospreciaron al “equipo de pueblo” que estaba a punto de ganarles la Copa de Europa, o para fundar la Asociación de Clubes de Balonmano (Asobal) con figuras como Jesús Gil y Gil, otro que intentó torear a García al espetarle antes de una reunión si era “el famoso Peñardo (sic)”. Lejos de amilanarse ante el ya alcalde de Marbella, con su voz grave y rotunda le respondió: “Soy Beñardo, con B. Y tú, ¿quién eres?”.

Treinta años después de aquellos episodios con el Bidasoa entre los 13 impulsores, García, primer tesorero de la entidad y presidente años después, hace unos meses ha visto cumplido el deseo que Asobal sea una Liga profesional.

Con García como presidente, Villarreal en el banquillo y José Antonio Errazquin en la gerencia, más una abnegada junta directiva, el club guipuzcoano sumó siete de sus ocho grandes títulos. Todos salvo la Copa Asobal de 1993, que ganó en el segundo paréntesis sin García entre 1979 y 1998, en este caso, Luis Cuñado, nacido el mismo día del mismo año y en la misma calle que... Beñardo García.

Campeón de Europa, Kirolgi y, de nuevo, Irun

Responsabilidades en las Aduanas, en el Bidasoa, en Asobal… y en sus últimos cuatro años como presidente, el Bidasoa convirtió a Irun en capital de Europa. La Europa que había traído la desaparición de las fronteras y con ella había hecho conocer a Irun la cara oscura de la prosperidad del proyecto comunitario, trajo la mayor alegría que se puede imaginar en un deporte: campeones de Europa.

 

Beñardo García con la Copa de Europa en 1995, seguido de su esposa, María Antonia Olazabal. Archivo de Irun (ref. 29108)

Un triunfo logrado en plena guerra de Croacia y que García no pudo disfrutar más que unos segundos: su junta directiva tenía el problema de abonar las primas por un título que meses atrás parecía inverosímil. El deporte como vía más corta para hacer posible lo imposible, algo que repetiría los dos años siguientes: en 1996, con el subcampeonato de la Copa de Europa y en 1997, la Recopa, el último gran título bidasotarra ante un Veszprem que, pese a los intentos millonarios, sigue sin saber qué es ganar la Champions.

Fueron años en los que García tampoco se recluyó en su despacho, donde sorprendía a los novatos con sus figuritas de búhos. Su impulso y el del presidente de Askatuak, Iñaki Almandoz, fue decisivo para activar la Fundación Kirolgi con Román Sudupe como diputado general. Una herramienta que de la mano de las empresas principales del territorio ayudara al potente tejido deportivo más allá del fútbol y la Real. Además, en las elecciones de 1995 concurrió en la lista municipal del PNV, formación por la que fue concejal.

Con 50 años dejó la presidencia del club del que ahora era presidente de honor. Lo hizo con una pequeña espina. Había recibido múltiples distinciones (como la medalla e insignia de Oro y Brillantes del Bidasoa o de la Real Federación Española de Balonmano), pero echaba de menos una: el reconocimiento en su propia ciudad. Cinco lustros después de que saliera del despacho de Artaleku, el reconocimiento le llegó hace un año: el Ayuntamiento en pleno aprobó concederle la Medalla de Oro de la Ciudad al irundarra para el que Irun tan decisivo había sido en su propia vida.

Beñardo García recibe la Medalla de Oro de Irun Javi Colmenero