Las autoridades del terruño se afanaron la semana pasada en que quedara clara su invitación a la población del País del Bidasoa a que tomen el transporte público entre la Operación Salida y los controles que la República francesa levantará en la muga por los Juegos. Desconoce uno si la variopinta fauna local —que no pocos días se siente tratada como si la CAV terminara en Gaintxurizketa (cuatro siglas se han repartido la responsabilidad de gobierno en Ajuria Enea, el Palacio Foral y los ayuntamientos locales los últimos 15 años...)— se ha subido al autobús y ha surtido efecto la invitación. O si la ausencia de retenciones de momento se debe a un menor número de coches en tránsito. A saber. Lo cierto es que las poblaciones prerromanas no acertaron al elegir dónde instalarse, en un embudo de la geografía, por lo que los atascos en Irun asoman el día menos pensado. Incluso cuando se esperan, como en cualquier festivo en Hondarribia, ciudad maravillosa cuando llueve; más aún cuando luce el sol. Una opinión compartida por miles de personas. También este domingo. “Por densidad de trafico, las líneas E25 y E27 circulan con 20 minutos de retraso”, leyeron en su móvil el aviso de Ekialdebus de lo que ya padecían a bordo del autobús de turno. Porque sin otras medidas, ni el transporte público nos saca del atasco.