Irun en tiempos convulsos
Aitor Puche dedicó su conferencia a la ciudad durante la II República y la Guerra Civil
- MARÍA JOSÉ ATIENZA
- IRUN
No hay duda de que los iruneses están interesados por su historia. La sala del Museo Oiasso volvió a llenarse de público el pasado viernes, ante la convocatoria de la conferencia 'Irun en la II República y en la Guerra Civil de 1936', organizada dentro del programa de ceblebración del 250 aniversario de Irun como ciudad de pleno derecho. Con el aforo completo y ante la presencia de algún testigo de los hechos finales que se disponía a narrar, el historiador irundarra Aitor Puche inició su exposición, no sin antes dar las gracias a los asistentes y organizadores del acto.
Especialista en historia local y autor de numerosos artículos y publicaciones sobre diferentes épocas de la vida bidasoarra, Puche dividió su conferencia en tres bloques: el importante poso republicano irunés anterior a la llegada de la II República; los años de la propia República y la Guerra Civil. Los dos primeros episodios, menos conocidos y tratados en intervenciones de cara al público, centrarán esta crónica que apunta sólo algunas pinceladas de la interesante conferencia ofrecida por Aitor Puche.
Para situar a los asistentes en el contexto previo al advenimiento de la II República, Puche leyó un pensamiento de Francisco Bellido, líder del republicanismo irunés a finales del XIX y principios del XX: «Hoy no veo más que dos intereses gigantes, el de los monárquicos abrazando a la España vieja, a esa España pobre, vilipendiada, escarnecida, preñada de desigualdades irritantes, vestida con el ridículo y apolillado ropaje de los arcaicos ídolos divinizados y asentada sobre el carcomido pedestal que se resquebraja con estrépito; y por otra parte, veo el interés grande, regenerador, humano de los republicanos, ansiosos de abrir los ventanales de las fronteras para que el aire liberador de la civilización se precipite por ellas e inunde con fuerza y de vida moderna los campos, las aldeas, los talleres las ciudades, las fábricas y todo lo que hoy languidece en esta pobre y tísica nación».
Jóvenes republicanos
Ése era el lenguaje «de un joven republicano de la época, rebelde, con ganas e ilusión de que las cosas cambiaran, que representaba la visión que muchos republicanos tenían entonces» en la ciudad.
El ferrocarril, la aduana y su condición fronteriza hacen del Irun de la época «una ciudad abierta al flujo de opiniones». Por ella pasan «personas y mercancías, pero también ideas que vienen a quedarse». Además, la proximidad con la República francesa «va a ser determinante para la expansión de los valores republicanos en la ciudad. Irun es afrancesada en el urbanismo, en la moda, en la gastronomía y también en la política».
Las evidencias de la fuerza del republicanismo irunés entre finales del XIX y principios del XX son numerosas. «Cuando en Donosti la causa republicana rondaba los 1.000 afiliados, en Irun había 900 y fue en Irun donde, en 1884, se creó el primer comité republicano con caracter permanente». Dentro del sistema electoral provincial, «Irun es el distrito que mayor número de diputados republicanos aporta a la Diputación». Parte de la fuerza del republicanismo irunés se debe al impulso de dirigentes de gran carisma, respetados por seguidores y opositores, como los alcaldes Nicolás Guerendiain y León Iruretagoyena.
La proclamación de la Segunda República llega tras las elecciones del 12 de abril de 1931, «que arrojan un resultado mayoritario en favor del movimiento republicano, en concreto de la llamada Conjunción Republicano-Socialista. Fue un estallido de júbilo social tremendo». En Irun, «se cuenta la anécdora de que se cantaba, también, La Marsellesa».
En las municipales irunesas, llama la atención el alto nivel de participación ciudadana: «el 86% del censo electoral, muy por encima de la media española que fue del 67%. Esto da muestras del alto índice de politización social que tenía Irun entonces». Los republicanos consiguen 13 concejales frente a los 7 ediles de las fuerzas conservadoras. El alcalde sería Luis Salís, líder de la Agrupación al Servicio de la República.
Del Real Unión a La Unión
El sentir antimonárquico es tan marcado que, en el terreno deportivo, «se retira la corona real del escudo del club de fútbol local: el Real Unión, que pasa a denominarse La Unión». Pero el verdadero campo de batalla de la II República se va a lidiar en el terreno económico. En las democracias occidentales se está viviendo una crisis muy seria a consecuencia del hundimiento de la bolsa de Nueva York, el crack del 29. El problema del desempleo se padece en muchos sitios y también en Irun. «La crisis toca de lleno al mundo de las aduanas, que ven mermados sus ingresos por la reducción del tráfico internacional de mercancías. También afecta a las empresas. Hay despidos, merman los sueldos y las plantillas o se reducen las jornadas laborales, como ocurrió en Chocolates Elgorriaga. «La crisis golpea con fuerza al mundo obrero. Una parte de la población irunesa carece de recursos básicos por falta de trabajo. Irun da una de las tasas más altas de desempleo de la provincia, con más de 1.000 parados en 1936».
El gobierno intentará dar soluciones a los problemas de la población más necesitada «que no contentarán a todos e incomodarán a aquellos sectores en los que se prevén reformas». En Irun, también se toman medidas destinadas a favorecer a la clase trabajadora. El Ayuntamiento hace esfuerzos para generar suelo industrial. Negocia con el Gobierno la modificación de las ordenanzas de aduanas, que limitaban la instalación de empresas en ciudades fronterizas «y consige algunos logros, que se traducen en la aparición de nuevas fábricas, como Palmera, Porcelanas y Sanchesky».
Desde el Consistorio, se crea «una figura pionera en el Estado, según algunos autores, que es la Junta del Paro Obrero creada en 1932 y formada por representantes políticos municipales y agentes económicos, sociales y culturales de la ciudad. Su objetivo: administrar fondos provenientes de las arcas municipales y donativos privados para intervenir en obras públicas con desempleados de Irun. Así, se abordan una serie de acometidas, como la carretera de San Marcial, el Instituto Santa Elena, la avenida de Navarra o el frontón Uranzu». Pero la amenaza constante de quiebra de las arcas municipales y el escaso interés de las clases pudientes por aportar fondos, llevan al fracaso a este organismo.
El mundo obrero también intentaba solucionar sus propios problemas. En Irun se da un caso singular de alianza con la creación del Frente Único de Sociedades Obreras, a finales de 1933, donde figuran la totalidad de las organizacioness sindicales de la ciudad. El motivo de la creación de este frente «fue el decreto del Gobierno central para que el despacho de la paquetería internacional aduanera fuera gestionado en Madrid y no en las ciudades fronterizas, como se venía haciendo hasta entonces. Ésto motivó una alarma generalizada, que derivó «en medidas de presión, como la dimisión del Ayuntamiento en pleno y la declaración de un paro total».
La crisis se prolongaba en el tiempo y en el llamado bienio negro (1933-35) las acciones de protesta se iban a recrudecer. La Guerra Civil estaba a punto de comenzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario