Ricardo Fernández: «Mi primer recurso fue por unas galletas que tiraron al árbitro»

LEY Y ORDEN DESDE SIETE METROS, Este gallego de nacimiento, pero irundarra de adopción, se encargó de la parte jurídica en la época gloriosa del Bidasoa
- YLENIA BENITO
La historia de la prima de Grubic si el Bidasoa ganaba la liga es tan famosa como la de las galletas de Ordu. Al menos entre los aficionados amarillos más veteranos. En ambas, y en otras, estuvo presente Ricardo Fernández. El 'gallego de Irun' que se encargó de que el club no se metiera en pleitos, o los ganase, en aquella época en la que el Bidasoa se hizo mayor y empezó a codearse con los más grandes. Ricardo Fernández fue la ley y el orden, pero debajo de su traje de abogado, siempre ha llevado la camiseta de aficionado y enamorado del balonmano. Todo comenzó un 30 de junio...
-Llegando el día de San Marcial cómo no ibas a ser de Irun...
-(Risas) ¡Claro! Yo soy un gallego de Irun. Llegué el 30 de junio de 1969.
-¿Traías txibilito?
-No, no sabía ni lo que era. Soy funcionario de Hacienda, hice unas oposiciones y me destinaron aquí, a la Aduana de Irun.
-¿Cuál era tu trabajo?
-Estaba en las oficinas centrales. Hacíamos licencias de importación, entre otras cosas. Allí había muchos jugadores del Bidasoa.
-¿En la Aduana?
-Sí, sí. Entre ellos Beñardo García. Él nos captó a todos. Yo creo que había visto dos partidos de balonmano en mi vida, pero en ese momento aquí ya empezaban a vivirlo con mucha pasión.
-Llegaste un día de fiesta, pero también después de una fiesta...
-Entonces lo supe, sí. El Bidasoa ascendió un día de San Pedro. ¡Qué cantidad de veces he escuchado las hazañas de ese partido!
-Te convertiste en irundarra y aficionado al balonmano.
-Eso es. Primero me hice socio, empecé a ir a los partidos, me fui empapando y enamorando. Acabé enamorado del balonmano del frontón y yo creo que en el 78 entré en la directiva.
-Beñardo García te 'captó' como socio y luego como asesor, ¿verdad?
-Sí, entré para encargarme de la parte jurídica. Yo soy licenciado en Derecho, así que Beñardo me pidió ayuda.
-¿Recuerdas qué fue lo primero que tuviste que hacer?
-¡Cómo olvidarlo! ¿No sabes la famosa historia de las galletas de Ordu?
-No...
-En un partido, un aficionado tiró un puñado de galletas al árbitro. Ese fue el primer recurso al que tuve que enfrentarme.
-¿Qué pasó? ¿Culpables o inocentes?
-Perdimos. En general, los primeros recursos los perdimos todos.
-El frontón y el juzgado eran uno.
-Más o menos. Empezamos a ganar recursos cuando las cosas nos empezaron a ir mejor. De hecho, se ganaba más entre bastidores que con la solidez jurídica de mis argumentos. (Risas)
-¿Cómo?
-Todo fue mejor cuando comprendimos que era mejor llevarse bien con la Federación o los árbitros. Todo era más fácil.
-¿Puede uno llevarse bien con los árbitros? Creía que eran de pocos amigos...
-Te voy a contar una anécdota. Sucedió en Vigo, en un partido vital para el Academia Octavio. El partido estaba igualado, pero cerca del final, Pedro Salcedo robó un balón y metió gol. El público saltó a la cancha enfurecido. Yo estaba sentado junto a Beñardo en primera línea. Él, sin encomendarse a nadie, se levantó y salió corriendo a proteger al árbitro. Era uno muy pequeño, Argüello se llamaba. Beñardo lo cogió en volandas y lo acompañó al vestuario. Desde entonces, entablamos una buena amistad con él. Yo creo que nunca nos perjudicó, pero como forofos que somos nunca creímos que nos beneficiara. ¡Todo lo contrario! (Risas)
-De ahí podía haber salido otro recurso como el de las galletas.
-Una vez tuve uno por un cuchillo en un partido.
-¡No me digas que ibáis con armas a los partidos!
-No, no. Era de un aficionado. Pobre... Me hizo ilusión poder ayudarle. Era de la Peña Bidasoa. Para merendar en el descanso del partido llevaban pan y jamón. Al entrar, la policía le confiscó un cuchillo jamonero enorme y le puso una multa gubernativa de mucho dinero.
-Protegías hasta la merienda de la Peña Bidasoa...
-Sí, esa vez lo tuve que hacer. Y lo hice encantado. ¿Quieres que te cuente otro recurso divertido en el que sí había un arma?
-¡Adelante!
-Al término de un partido de los juveniles, un árbitro escribió en el acta lo siguiente: 'un aficionado ha entrado a nuestro vestuario y ha atravesado la puerta con una espada'.
-Tiene que ser una broma...
-Era Carnaval. Un aficionado del otro equipo, como habían perdido, vestido de moro, espada en mano, fue al vestuario de los árbitros. Ese recurso lo gané fácil. (Risas)
-Supongo que otras tareas no serían tan fáciles, ¿verdad?
-Los estatutos del club e incorporar las leyes del Deporte del Gobierno Vasco fue lo más costoso, sí. Eso sí que me llevó tiempo, pero no me importaba. Me encantaba el balonmano y, sobre todo, el ambiente, el grupo de amigos que formamos. Gracias al Bidasoa he conocido a personas extraordinarias.
-A ese grupo de amigos os tocó aprender mucho y rápido, ¿verdad?
-¡Imagínate! Pasamos de pelear por no bajar, a enfrentarnos a los mejores. Aún recuerdo cómo Fernando Morondo, cuando en enero teníamos diecinueve puntos, venía aliviado a decirme: «este año ya no bajamos». Ésa era nuestra coletilla.
-¿Recuerdas la primera liga?
-¡Claro! Lo que recuerdo es una foto. Me gustaría encontrarla. Aparece Iñaki de Mujika en Artaleku con los brazos en alto, en el momento en el que, narrando el partido del Barcelona, supo que éramos campeones. Alguien captó el instante justo de nuestro gran momento.
-¿No pensaste en el contrato de Grubic en ese momento?
-(Risas) ¡Imposible! Al día siguiente, tal vez. Ese día solo cabía en mi cabeza, y en la de todos, que éramos campeones.
-¿Tu labor se complicó, entonces?
-La de todos. Pasamos de ser un equipo pequeño, a ser uno grande. Empezaron a conocer Irun en el mundo entero. Me daba cuenta en la Aduana, ¡ya no sólo nos conocían por el tráfico!
-El Bidasoa colocó a Irun en el mapa y viajó por el mundo.
-Así es. Recuerdo que el año que jugamos la Copa de Europa los del Barcelona nos aconsejaron mucho sobre hoteles, árbitros, costumbres...
-¿El Barcelona ayudando al Bidasoa? ¡Esto sí es una sorpresa!
-(Risas) La rivalidad está en la cancha, hemos hecho muchos amigos en el mundillo.
-¿Volveremos a vernos en ésas?
-Es difícil, pero te aseguro que en cada partido me pongo igual de nervioso. Y no soy el único... Tenemos la misma pasión de cuando decíamos eso de: «este año ya no bajamos».
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