«Sueño con un musical como Chicago, he visto la película doscientas veces»
SARAI SANTANO BAILANDO, SE PASA EL DÍA BAILANDO
Esta joven irundarra se mueve a buen ritmo y ya ha bailado en Corea del Sur, Nueva York o París, no le pierdan la pista
Canta Joaquín Sabina «y vivir al revés, que bailar es soñar con los pies». Ésta podría ser la canción de Sarai. No le tiene miedo a eso de vivir al revés porque sabe que todo puede cambiar y ponerse del revés. Hoy te puede no gustar la danza y mañana no querer dejar de bailar nunca. Tal vez ayer no quisieras salir de Irun, pero hoy sientes que Madrid también es tu hogar. Puede que ahora decidas estudiar magisterio y luego, justo antes de acabar, apuestes por ser bailarina. Vivir al derecho no tiene emoción. Y menos si sueñas con los pies porque esos pies te llevan a soñar alto y lejos. Hoy puedes estar en un aula de Pausok y mañana en Chicago. En la ciudad o en el musical. No hay limites para quien vive al revés y sueña con los pies.
–¿Desde cuando sueñas tú con los pies como dice Sabina?
–Pues desde los ocho años más o menos, pero te confesaré que al principio yo no quería bailar.
–Vaya, ¿por qué?
–No lo sé. Mi ama me estuvo insistiendo mucho tiempo para que fuera a clases de baile, pero yo siempre le decía que no.
–No sabías del poder del baile, ¿cómo te atrapó?
–Tenía unas vecinas que sí bailaban y fui a verlas en la actuación de fin de curso. Me encantó. Me gustó muchísimo y ya ese día le dije a mi madre: «ama, el año que viene me apunto a baile».
–Y los pies empezaron a soñar...
–Empecé a bailar con Paula Bujanda, en Pausok, y hasta hoy que tengo 28 años no he dejado de bailar nunca. Ni un solo día.
–¿Qué pasó para que todo se pusiera del revés y cambiaras de idea?
–No sé, pero creo que Paula tuvo mucho que ver. Ella nos introdujo la pasión por bailar. Luego también tuvo mucho que ver el ambiente y las amigas. Hicimos un grupo súper guay y disfrutaba un montón. Me di cuenta de que bailando no pensaba en nada más.
–Solo sueñas...
–Sí. Para mi bailar es muchas cosas, pero sobre todo es desconexión. Si estoy bailando, mi cabeza se evade y estoy en otro mundo. Como en un sueño.
–Normal que lo convirtieras en tu profesión.
–Uy, no fue tan fácil. Yo no sabía qué quería estudiar. Todo el mundo me animó y motivó para que hiciese selectividad y estudiase una carrera. Yo en ese momento, además, no me quería ir fuera de Irun. Quería estar aquí, así que hice selectividad, me dio la nota y elegí magisterio.
–¿Por qué?
–(Risas) No me preguntes por qué. No lo sé. Pero el último año de carrera dije: «yo no quiero hacer esto. Quiero bailar».
–Todo al revés de nuevo.
–¡Sí! Acabé la carrera y listo. Hablé con Paula, que me ayudó muchísimo a a elegir escuela y después de dudar entre Barcelona y Madrid, me fui a Madrid a la escuela 180 Grados.
–¿A tus padres les pareció bien el cambio?
–Esa es otra cosa importante. Mis padres me han apoyado siempre y me han ayudado mucho, incluso económicamente. Me fui a un sitio nuevo, sin conocer a nadie y sin nada. Yo solo quería bailar.
–¿Y cómo fue?
–Maravilloso. Amo Madrid. Es mi hogar. Allí me siento como cuando vuelvo aquí.
–Suena a que lo pusiste todo del revés otra vez.
–(Risas) Bueno, hacía tantas cosas que no me daba tiempo a darme cuenta. Empecé la formación de cuatro años y tenía clase todos los días, pero también busqué un trabajo. Fue bastante locura.
–Bendita locura. Cuenta, ¿cómo fueron los estudios?
–Primero hice una prueba de nivel. Ya solo eso fue toda una experiencia. Yo estaba perdidísima y estaba de los nervios. Fue raro, pero al día siguiente ya empezamos las clases y fue un no parar. Bailaba todos los días unas cinco horas. Hacíamos ballet, contemporáneo, jazz y algo más experimental con Iker.
–Espera, ¿la escuela es de Iker Carrera?
–Sí, ¡claro! De Iker y Fernando. Es genial. Es una formación súper completa.
–Había entonces un pedacito de tu tierra allí...
–Y espera a que te cuente lo del trabajo. Me contrataron en una tienda de 'Loreak Mendian'. (Risas) Así el pack completo.
–Sin perder el norte, ¡muy bien!
–Sí, pero la verdad es que fueron unos meses duros. Bailar y trabajar a la vez... Es muy sacrificado. Fue muy exigente físicamente y psicológicamente también. De hecho, la formación la empezamos unas doce personas y la terminamos cinco.
–¿Y al acabar, qué?
–Tuve mucha suerte. Dejé la tienda en marzo y en junio acabé la formación y me presenté a una audición para una compañía de danza en Madrid y en septiembre empecé a trabajar.
–Esto ha sonado demasiado fácil, ¿lo fue?
–Llegar a la audición no fue fácil. Acabé la formación y en julio me presenté a una beca en Gipuzkoa, seguido fui a Barcelona unos días para el casting de Operación Triunfo, cogí un tren de madrugada y sin casi dormir, me presenté a la audición de la compañía Larumbe. ¡Pero me fue bien!
–¿Qué hiciste?
–Con la compañía estuvimos varios meses de gira. Bailamos en Marbella, Granada, Salamanca... ¡y Corea del Sur!
–¿Corea del Sur?
–Sí, fue una pasada. La verdad que siempre que puedo, voy lejos a bailar. He estado en Nueva York, Londres, París... Es una experiencia y se aprende mucho. Me he dado cuenta, después de años de locura, de que tengo que hacer clases que de verdad me gusten, que me recuerden por qué bailo. Así es como se disfruta más.
–¿Y qué sueñas o bailas ahora?
–Ahora voy a estar en Pausok dando clases, pero luego volveré a Madrid a seguir bailando. ¿Y qué sueño? Mi objetivo es un musical como Chicago. Ay, he visto la película 200 veces. ¡Me encanta!
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