viernes, 5 de marzo de 2021

«Podemos quedarnos en la queja o abrir nuestros ojos al aprendizaje»

Noticias publicadas en Diario Vasco,el viernes día 5 de Marzo de 2021.

«Podemos quedarnos en la queja o abrir nuestros ojos al aprendizaje»

Desde hace una década enseña y aprende cómo enfrentarse a la vida y sus emociones en su centro de nombre KamaimaMaite Zamarreño Santos Terapeuta en Kamaima, una escuela para la vida

En la calle Bartolomé de Urdinso está el centro de Maite en el que poder conectar con nuestra paz interior. / F. DE LA HERA
En la calle Bartolomé de Urdinso está el centro de Maite en el que poder conectar con nuestra paz interior. / F. DE LA HERA
YLENIA BENITO* BIDASOANDV@GMAIL.COM
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«Respiré hondo y oí la consabida fanfarronada de mi corazón. Sigo aquí, sigo aquí, sigo aquí». Lo escribió Sylvia Plath en su novela 'La campana de cristal'. Y tú, ¿te has parado a escuchar a tu corazón? ¿Te has detenido a pensar si sigues respirando? Es algo mecánico, algo que simplemente hacemos. No lo hemos aprendido. ¿O tal vez deberíamos? ¿Sabemos respirar? Es algo que se aprende en eso que llaman la escuela de la vida, pero lo cierto es que en Irun tenemos algo parecido. Kamaima es una escuela para la vida. Para esas cosas que nos suceden, pero que no están entre las materias del colegio, el instituto o la universidad. Esas cosas para las que nunca es tarde y no hay edad. Si no me crees, pregúntaselo a la abuela Teresa, que con 96 años busca espacios en los que respirar, meditar o hacer sus estiramientos. Son solo algunas de las herramientas que le ha enseñado Maite, su nieta y la responsable de Kamaima. En esta escuela para la vida te ayudan a plantar semillas de bienestar y a cultivar valores positivos para el futuro porque, al fin y al cabo, estamos aquí. Seguimos aquí, ¿verdad?

–¿Quién no necesita unos días en la escuela para la vida, Maite?

–(Risas) Bueno, hay quien cree que no lo necesita. Yo creo que el problema es que, muchas veces, nos distraemos con un montón de cosas para no parar y sentir. Nos da miedo sentir y esto puede acabar siendo un problema.

CAMBIOS«No podemos cambiar la forma sin cambiar el interior, ahí está la clave para muchos problemas»APRENDER«En Kamaima enseñamos herramientas para poner en práctica luego en el día a día»

–Dicen que ojos que no ven...

–Claro, sí. Miramos para otro lado, pero es una solución a corto plazo. Todas las emociones a las que no les damos salida, acaban debajo de una alfombrita.

–¿Qué hacemos para limpiar debajo de esa alfombra?

–A veces, es algo tan sencillo como levantarse de la silla del trabajo, ir al baño, limpiarse las manos y un poco la cara y respirar. Respirar profundo. Respirar siendo conscientes, no de forma mecánica. Solo hay que escuchar y sentir esa respiración. Son cinco minutos que lo cambian todo. Tal vez estamos en la oficina con la mesa llena de papeles, acumulando trabajo y viendo que nunca vamos a terminar. No esperemos a estar muy mal. Con levantarse y caminar un poco también se cambian las emociones y se para la mente.

–¿Se puede parar la mente?

–El problema es que deberíamos entrenar la mente. Lo que hacemos es complicarlo todo en la mente, ponernos en un precipicio continuo. La mente inventa y siempre nos estamos colocando en el futuro, así que debemos intentar hacerlo con positividad. La clave está en plantar semillitas, aprender pequeñas herramientas que podamos poner en práctica en nuestro día a día. Eso es lo que pretendemos en Kamaima, que la gente aprenda para luego cuidarse. Podemos quedarnos en la queja o abrir los ojos al aprendizaje y al agradecimiento. Pero es un trabajo que debe hacer cada uno...

–Cuidarse para poder cuidar de los demás, ¿verdad?

–¡Exacto! No podemos compartir caramelos si tenemos un bote vacío. Para ayudar bien a los demás, primero hay que estar bien. La base está ahí, pensamos que primero hay que cuidar de los demás y es al revés.

–¿Cuándo empezaste tú a cuidarte primero?

–Descubrí las terapias alternativas a raíz de un accidente de tráfico. Fue un golpe tonto, pero sufrí un esguince cervical durante mucho tiempo. No me recuperaba, solo tenía dolor. Tenía un negocio y no podía atenderlo porque sufría mucho estando de pie. Decidí entonces probar otras cosas como el Reiki, temas energéticos, pilates... Esto me llevo a indagar, a querer saber, porque poco a poco me fui encontrando mejor. Y así, gracias al accidente, puedo decir que hoy estoy aquí. Me di cuenta de que estaba metida en una espiral que solo me limitaba. Dejé todo y decidí que iba a dedicarme a cuidarme. He aprendido tanto en el camino, que ha merecido la pena.

–Cuando hay dolor de por medio, salir de esa espiral es difícil...

–Sí que lo es, pero no podemos empeñarnos en cambiar la forma sin cambiar el interior. La clave está ahí. Y para llegar ahí existen herramientas y aprendizajes. Por eso abrí mi primer centro en Luis de Uranzu. Ahí estuve unos cuatro años hasta que abrí éste en el que estoy ahora. Sigo en San Miguel, pero es más grande.

–¿Y qué hay o qué se aprende en Kamaima?

–Tenemos terapia emocional, tratamientos en camilla, flores de Bach, cursos de crecimiento personal... Son herramientas para eso, para un crecimiento personal, pero también para saber nombrar y entender emociones como la ansiedad, el estrés, el llanto...

–He visto que también haces complementos, ¿está unido con tu trabajo en Kamaima?

–Sí, Siempre he hecho cosas, soy muy hacedora. El mundo de los minerales también me interesa mucho y por eso empecé a hacer creaciones personalizadas.

–¿Cómo los personalizas?

–Según lo que necesitan. Yo en Kamaima puedo mirar con el péndulo qué necesita cada persona, pero también tengo pedidos externos. Gente que me pide cosas concretas. Una mujer el otro día me dijo que una pulsera le había ayudado muchísimo y que sentía que no se la podía quitar. Es una satisfacción saber que ayudas a la gente.

–¿Nos estamos cuidando más ahora con esa situación?

–Hay de todo. Yo me he dado cuenta de que lo que quiero es vivir en paz. Y '¡chispun!'. No quiero más. También tenemos que darnos cuenta de que no tenemos por qué poder con todo y que sí somos capaces de cualquier cosa. Poco a poco, lo somos.

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