Lorena Martínez Oronoz (Ilustradora): «Dime un concepto, el que quieras, que yo me encargo de dibujarlo»
Esta irundarra es también diseñadora de jardines, pero los lápices de colores y los collages han ganado terreno a las flores y a las plantas
- YLENIA BENITO BIDASOANDV@GMAIL.COM
El mundo se divide siempre en dos tipos de personas. Los que prefieren el cine con palomitas y los que no. Los que desayunan la tostada con aceite y los que la cubren de mermelada. También dividen el mundo los que toman café y los que sólo beben té. Los golosos y los salados. Los del lado izquierdo de la cama y los extraños del derecho. Existen infinitas divisiones, ecuaciones, algoritmos que dan forma a este mundo. Hoy nos centraremos en una sola. Están las personas que no pueden expresarse sin palabras y aquellas a las que les basta un trazo para contar una historia. En ese segundo bando está Lorena Martínez Oronoz. Esta irundarra es capaz de decir las cosas más bellas, de expresar las sensaciones más comunes o los sentimientos más conmovedores con un color y cinco trazos. Lorena es de pocas palabras, pero sus ilustraciones hablan sin parar.
-Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Tú estarás en ese bando, ¿verdad?
-Bueno, creo que no del todo. Una imagen potente sí puede decir mucho, pero también creo que dos palabras pueden decir más que mil ilustraciones.
-Tú te expresas a través de ellas...
-Sí, me manejo mejor, la verdad. Siempre voy con mi libreta haciendo pequeñas viñetas, bocetos y garabatos. (Risas)
-¿Cuándo descubriste tu pasión por los lápices de colores?
-Desde pequeña me ha gustado dibujar. En casa siempre se le ha dado mucho valor al arte. Mi madre es muy detallista, también dibuja, y mi abuelo era pintor. Lo cierto es que desde pequeña me han enseñado el valor que tiene la creatividad o el arte.
-No fue un problema, entonces, decir eso de: 'Mamá, quiero ser artista'...
-(Risas) ¡No! Pero no es lo primero que dije. Antes me dediqué a otra cosa...
-Uy, confesión.
-(Risas) No, no es ningún secreto. Hice una Ingeniería Técnica Agrícola. En realidad, ¡me encantan las plantas!
-Háblame de esta etapa en la que las flores eran tu herramienta y no los collage de colores.
-En realidad soy diseñadora de jardines. Me gusta mucho la botánica y disfruté mucho organizando espacios, pensando qué flores o plantas colocar... Si pudiera quedarme sólo con esa primera parte del trabajo, seguiría siendo paisajista.
-¿En qué paisajes o jardines está tu firma?
-Pues nada más terminar mis estudios, entré en el fomento de empleo del Ayuntamiento de Andoain e hice un proyecto de rehabilitación del 'Tren Txiki'. También diseñé un parque en Lezo y muchos jardines privados.
-Con lo bonito que suena eso de estar entre flores todo el día, ¿por qué lo dejaste?
-Me di cuenta de que me gustaba el color y dibujar, así que decidí, poco a poco, dejar el diseño de jardines y dedicarme a la ilustración.
-¿Cómo fue el cambio? No dejarías morir ninguna flor...
-¡No! De eso nada. De hecho, estuve un tiempo compaginando los dos trabajos.
-¿Y cuál fue tu primer trabajo oficial como ilustradora?
-Fue con el escritor Juan Kruz Igerabide. Fue profesor mío en EGB y también era amigo de mis padres. Un día en casa, cuando aún trabajaba diseñando jardines, le enseñé algunos dibujos. Le conté que lo que verdaderamente me gustaba era eso, dibujar. Él fue quien me animó y me propuso hacer algo juntos.
-¿Juan Kruz Igerabide puso las palabras y tú las 'imágenes', entonces?
-Así es. Fue una experiencia muy bonita. Y cuando llegó el libro a casa...
-¡Te quedaste sin palabras!
-¡Justo! Recuerdo la primera vez que llegó un libro con mis ilustraciones. Entonces mi pareja y yo, Juan Mari, vivíamos en la calle Mayor. Abrí la caja y los dos nos emocionamos muchísimo. Fue increíble. Ver la encuadernación, las hojas, la textura...
-¿Cambian mucho los dibujos de la carpeta al libro?
-Sí, sí. Mira, aquí te he traído algunos para que los veas. Estos son del último trabajo que he hecho con Harkaitz Cano, 'Zer demontre dago aulkien azpian?'.
-Vaya, pero estos dibujos son muy diferentes a los que hiciste en ese primer libro con Juan Kruz.
-Sí, mis ilustraciones han cambiado mucho. Ahora creo que estoy en una etapa más conceptual. Tú dime un concepto, el que quieras, que yo te lo dibujo. (Risas)
-¿Qué te ha hecho cambiar? (Mientras pensaré un concepto)
-Después de los dos libros que hice con Juan Kruz Igerabide, comencé a dedicarme de lleno a la ilustración. Durante algunos años trabajé muchísimo. Hice de todo: puzzles, material escolar, calendarios y hasta un videojuego. Después de unos años a tope, decidimos ser padres. La maternidad frenó mi vida en algunos aspectos, pero creció en otros.
-Seguro que tus hijas llenaron tu fuente de la inspiración.
-No sé qué fue. Lo cierto es que ser madre me cambió los tiempos de trabajo, pero mi cabeza seguía maquinando. Mientras le daba el pecho a mi segunda hija, recuerdo que pensaba: 'Amo el sol, la luna, las estrellas...' Mi cabeza hilaba ideas y poco a poco, en un cuarto que tengo de trabajo, fui hilando unas viñetas. Así comenzó mi nueva etapa y también nació un nuevo proyecto, 'Maite dut'.
-¿Tus herramientas también cambiaron?
-Sí. El primer libro lo hice con acuarelas y ahora trabajo mucho el collage. Lo que mantengo es el trazo a mano, aunque luego lo digitalice en el ordenador, el trazo siempre es a lápiz.
-Así has hecho las ilustraciones de 'Zer demontre dago aulkien azpian?', ¿Harkaitz Cano ha usado lápiz también para escribir?
-Ha sido una experiencia preciosa crear este libro. Harkaitz y yo queríamos hacer algo con libertad, aunque fuera una marcianada. Nos apetecía hacer algo sin plazos, ni presiones.
-¿Qué tal se han entendido una libélula y una silla?
-(Risas) ¡Ah! Para eso hay que leer el libro. Solo diré que Harkaitz es la silla y yo la libélula.
-No he pensado un concepto, pero sí que tengo una recomendación, 'Zer demontre dago aulkien azpian?'. ¡Leanlo!
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