Las casualidades existen. No hay más que observar al niño que se coló en la fotografía de los antiguos fundadores de la Asociación Chapelaundis, sacada, hace ya unos cuantos años, en la calle Korrokoitz de Irun. Es Evaristo Larrañaga, padre de Iñaki Larrañaga, uno de los actuales refundadores. Un niño que, además, ganó hace ya más de un siglo un «concurso literario de cuentos en vascuence». Es el tipo de legado que quieren rescatar ahora los nuevos Chapelaundis, a los que también les encantaría poder conservar ciertas costumbres, ahora impensables, como la de cerrar la puerta de la asociación únicamente con una pequeña cuerda. Pese a tan poca protección nunca llegó a faltar una sola peseta de la hucha.
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