El blues, la música que se toca con el alma
James Armstrong nació para tocar blues. Hijo de un guitarrista de jazz y una cantante de blues, estando aún en el instituto formó una banda con la que giró por Estados Unidos.
Trabajó con figuras de renombre y en 1995, reubicado en San Francisco, firmó su primer álbum. «Ya era un bluesman reconocido cuando en 1997 un ladrón entró a robar a su casa», contó Malles. Armstrong forcejeó con el ladrón, que le produjo una lesión en el brazo izquierdo con afección nerviosa y dolor crónico. Parecía que su prometedora carrera musical había terminado apenas nada más empezar.
Armstrong trabajó duro y «recibió el apoyo de mucho músicos para poder recaudar dinero que costeara los tratamientos». Fruto de su empeño, a los dos años volvía a los escenarios «por la puerta grande», afirmó Malles. Tuvo que adaptar su estilo, que algunos críticos identifican ahora como un 'slow blues' o blues lento. «Sí que se dice que ese sonido característico que tiene viene de ahí, pero yo no lo sé»
Lo que sí le consta a Malles es que después de que su carrera musical se hubiera dado por terminada, Armstrong no ha dejado de crecer como músico, de grabar discos, de dar conciertos. Porque el blues se toca con el alma y Armstrong nació para tocar blues.
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