Margaret Bullen: «Hoy no se rompen las relaciones por el Alarde, pero tampoco hay más igualdad»
La profesora de Antropología Social de la UPV-EHU es coautora de un estudio financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad sobre las relaciones de género entre los jóvenes vascos
- MARÍA JOSÉ ATIENZA
Cinco antropólogas de la UPV realizaron entre 2010 y 2012 una investigación financiada por el Ministerio de Economía y Competitividad, que se publicó con el título 'Continuidades, conflictos y rupturas. Estudio de las relaciones de género entre los jóvenes vascos'. Mari Luz Esteban, Carmen Díez, Jone Miren Hernández y Elixabete Imaz fueron, junto con Margaret Bullen, las firmantes de este trabajo. A la antropóloga británica afincada en la comarca del Bidasoa desde hace dos décadas, le correspondió analizar las relaciones en el ámbito ritual, festivo y simbólico. Por este motivo, dedicó un capítulo a un conflicto que le resultaba muy próximo y que ha extractado este año en la revista publicada por el Alarde público.
-¿Cómo llevaron a cabo el trabajo de investigación?
- Éramos un equipo de cinco antropólogas y teníamos que estudiar las relaciones de género entre los jóvenes vascos. Sólo el trabajo de campo tuvo una duración de dos años. Fue la continuación de un estudio general anterior, que había llevado a cabo Teresa del Valle y ahora queríamos centrarlo en la gente joven. Queríamos ver qué cosas se mantenían, qué cosas iban cambiando, qué producía conflicto en los cambios y qué cosas suponían una ruptura con el sistema anterior, en diferentes aspectos de la vida. Cada una tenía un ámbito de trabajo y a mí me tocó el ritual, festivo y simbólico.
-¿Y a qué conclusiones llegaron?
-Concluimos que no se ha conseguido la paridad ni en lo cotidiano, ni en lo ritual. Hay un desajuste entre la igualdad discursiva y la vivida. Una de nuestras preguntas era: Si en una sociedad la igualdad entre mujeres y hombres está formalmente asentada e insertada en los estamentos legales, es decir, cubierta por la ley y la gente está de acuerdo en que las oportunidades deben ser iguales, ¿por qué todavía hay unas ideas muy marcadas sobre cómo debemos ser y cuáles son nuestros papeles? Si preguntamos a los jóvenes si creen en la igualdad, la primera respuesta es que sí, pero si empezamos con preguntas más específicas como el reparto del trabajo doméstico o los estereotipos de cómo somos, se ve que hay todavía unas ideas muy marcadas sobre cuáles son nuestros papeles. Hay una parte de continuidad muy fuerte. Es una contradicción. ¿Por qué esa continuidad, si formalmente aceptamos que somos iguales?
-¿Y cuál es la respuesta?
-Hay un complejo sistema de género. La sociedad va reproduciendo modelos que llevan a una estructura dicotómica, en la que sólo hay dos opciones de mujer y hombre, cada uno con sus características. ¿Por qué se siguen manteniendo ciertos valores a pesar de que la igualdad está formalmente asentada? En nuestro caso, en la sociedad vasca, vemos que hay dos grandes instituciones informales, que son la familia y la cuadrilla, que son grandes factores a la hora de reproducir valores y de enganchar con la parte emocional.
-Ya sabemos que la cuadrilla en nuestra cultura es religión, pero ¿también la familia tiene un peso especialmente fuerte?
-Tiene mucho peso cultural y estructural. Los jóvenes procuran vivir cerca de su familia, ahora en parte por problemas económicos, pero también porque está en su cultura. En otros países la gente sale de casa a los 17 años, aunque eso se ha complicado ahora con la crisis. No es mejor o peor una cosa que la otra. Vivir cerca de la familia tiene mucho de positivo, pero uno de los factores derivados de esa proximidad es que los jóvenes siguen reproduciedo valores, porque siguen en el seno familiar. No han salido. No han hecho el 'clic' de ver que hay otros mundos posibles. Y en su tiempo de ocio están con la cuadrilla, con los amigos y amigas de siempre. Eso, por un lado, les da muchísima fuerza, pero por otro les mantiene siempre en el mismo marco: la familia, la cuadrilla, el local, el pueblo... Impide que haya cambios. Para cambiar, hace falta poner un poco de distancia y sobre todo, hace falta mucho valor. Es mucho más fácil ir con el grupo y en esta sociedad es especialmente difícil seguir otro camino.
-¿Por qué es más difícil aquí que en otro lugar?
- Porque hay más control. En una ciudad como Londres, por ejemplo, es mucho más fácil. Cada uno va buscando su camino. Nadie te mira o te juzga mientras lo vas haciendo. Eso no ocurre aquí. Tiene su su parte buena, porque siempre hay alguien que te conoce y que te ayuda, pero también hay alguien que te conoce, te controla y te vigila. Por eso es muy difícil romper. Romper tiene un precio muy alto, pero la gente acaba encontrando su camino y sus apoyos.
-¿Que les llevó a dedicar un capítulo del estudio al conflicto del Alarde?
-En lo ritual se unen lo institucional, lo simbólico y lo emotivo. Dedicamos un capítulo aparte al Alarde porque ahí esos factores se reflejan muy bien. Entrevistamos a jóvenes de Irun y Hondarribia y quedamos impresionados por sus argumentos. Constatamos que los argumentos que manejan son los mismos que se barajaban hace veinte años, cundo ellos eran unos bebés. Entre los jóvenes que abogan por el alarde igualitario, la defensa de los derechos y la expresión del deseo de participar. Entre los jóvenes que se oponen a la libre participación de las mujeres, la tradición, la voluntad de la mayoría y las formas. Esas son las ideas que se han transmitido. En general, los jóvenes no se desvían de lo transmitido por sus familias y cuando se dan cambios en relación al género, es porque hay una persona referente en la familia, que suele ser la madre o porque en su camino se encuentran con un grupo social de pensamiento crítico.
-Aunque los argumentos no hayan cambiado, las relaciones entre las personas han mejorado sensiblemente.
-En la actualidad es menos frecuente que antes que se discuta sobre el Alarde hasta el punto de romper una relación, pero esto no es señal de una mayor igualdad. Tenemos que reflexionar mucho sobre ello. Hemos cogido la igualdad como valor, pero no la hemos interiorizado, ni en lo cotidiano ni en lo ritual. ¿En el ritual también tenemos que hacer de hombres y mujeres como hicieron entonces? Las mujeres no fueron a la guerra y tampoco los hombres de hoy. Tenemos que reflexionar también sobre el respeto a las diferentes posturas. Éste es uno de los puntos más delicados, ver si podemos respetar opciones que contravienen los derechos de grupos o personas. Podemos creer en cierta igualdad, pero la dificultad está en gestionar la diferencia. El sistema funciona para introducir dos modelos y el reto está en cómo hacerlos confluir.
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