Noticia publicada en Diairo Vasco,el martes día 15 de Diciembre de 2020.
«Lo de saber qué quiere quien entra por la puerta me viene de familia»
Pilar Calvo abrió en 1992 abrió las puertas de Olalla y tras algunos cambios y muchos años de trabajo, ha decidido jubilarse
Hay algunos comercios en Irun que son algo más que una tienda. Son parte de nuestras calles, de nuestra historia, de nuestras historias e, incluso, de nuestras costumbres. También existe una generación de tenderos y tenderas que son algo más que esa persona detrás del mostrador. Son consejeras, asesores, guías e, incluso, en muchos casos, se convierten en amistades. En unos días, uno de esos comercios que pueden llevar el título de 'los de toda la vida' echará el cierre. Después de casi tres décadas, Pilar bajará la persiana de Olalla para siempre. Después de tres ubicaciones y millones de consejos para llevar la mejor ropa interior, los mejores bañadores o los mejores pijamas, entre otras cosas, Pilar ha decidido jubilarse, demostrarse que puede disfrutar de otras cosas y descansar. Si te acabas de enterar, corre hacía Olalla o de lo contrario, tendrás que acostumbrarte a, como Marilyn, dormir con unas gotas de perfume.
–Pilar, yo acabo de ver el cartel, pero lo tienes puesto hace tiempo...
–Sí, hará un mes que puse el cartel del cierre por jubilación. Estoy alargándolo unos días más porque tengo todavía algunas clientas con pedidos y gente que por las últimas restricciones no se han podido mover, pero hacia el día 20 cerraré definitivamente.
–¿Cómo se ha tomado la noticia tu clientela? Les habrás dado un disgusto...
–¡Sí! Mucha gente ha entrado a decirme: «ay, no, no. No puedes hacerme esto». (Risas) Me lo dicen con mucho cariño y estoy muy agradecida. Hay gente que incluso ha hecho acopio antes del cierre...
–¿Están llenando su despensa de Olalla?
–Eso es. Mucha gente me ha dicho que mientras se acostumbra o encuentra otro lugar, que quiere tener cosas de sobra. Lo entiendo, son muchos años y hay clientela muy fiel.
–Claro, es que Olalla es ya parte de la historia más reciente de Irun.
–Abrimos en 1992, ha llovido mucho desde entonces. Incluso hemos cambiado de ubicación. Primero estuvimos 13 años en Serapio Múgica. Luego otros 12 o 13 años en el Paseo Colón y la última etapa, casi 6 años, aquí. Hay gente que nos ha seguido por los tres locales. A veces me doy cuenta de que he visto crecer a mucha gente también. Niños y niñas que se sentaban en el mostrador y que ahora son adultos. Es muy bonito.
–Volviendo a 1992, ¿de dónde surge la idea de abrir Olalla?
–En mi época era lo normal: si no querías estudiar, había que trabajar. Además, vengo de una familia que ha tenido comercio. Mis padres tenían la tienda de comestibles Calvo, así que sabía lo que era estar detrás del mostrador. Mi marido, también venía de familia de comerciantes con una zapatería. Al casarnos, decidimos que queríamos hacer algo nuestro. Elegí algo que me gustaba y empecé a recopilar marcas y a buscar proveedores.
–Se nota que tenías las cosas claras.
–Tenía clara la filosofía y creo que la hemos mantenido siempre. Yo quería ofrecer cosas de calidad, pero a precios no muy elevados. Por eso, hemos apostado por marcas de calidad que, tal vez, no tenían mucho nombre o no eran muy conocidas. Es verdad que también hemos tenido marcas como Adolfo Domínguez o La Perla, pero siempre apostando por la calidad. También es verdad que los tiempos han ido cambiando, claro.
–Pero lo que no ha cambiado nunca han sido las formas, ¿verdad?
–Sí, es algo que la clientela ha agradecido siempre: el asesoramiento. Esa forma de atender la hemos intentado cuidar siempre. Cuando éramos un equipo más grande y cuando lo hemos sido más pequeño. Mucha gente me dice que les capto en seguida lo que buscan y que les saco lo que quieren. Creo que eso es práctica. Me viene de familia lo de saber qué quiere la persona que entra por la puerta. (Risas)
–Incluso en épocas como la Navidad en la que el pijama o la ropa interior son el regalo estrella, habéis sobrevivido al mogollón...
–Hemos pasado algunas navidades muy cañeras, la verdad. No muchas, el furor fue unos pocos años. Pero sí, recuerdo años de abrir a las ocho de la mañana o no cerrar los domingos por la cantidad de clientes que teníamos. La verdad es que hemos trabajado mucho. Mira, hace solo dos años que empecé a cerrar los sábados por la tarde...
–¿Te ha costado entonces tomar la decisión de jubilarte, Pilar?
–Sí y no. Me explico. Hace un año, el asesor me preguntó si me iba a jubilar porque ya podía hacerlo. En ese momento me dio mucho vértigo. No me lo había planteado y le acabé diciendo que no. El confinamiento es el que me ha traído la tranquilidad y la opción de planteármelo. Ha sido pasar de 100 a 0 por obligación y he podido comprobar que sí, que puedo vivir sin estar en la tienda. Hay vida más allá. (Risas) Después del cierre volví con muchas ganas, eso sí, porque a mí este trabajo me encanta. Pero sentí que algo había cambiado y que era el momento de tomar la decisión. Y así ha sido.
–Antes de echar la persiana, una última curiosidad: ¿por qué Olalla?
–Por mi madre. Es su apellido. Cuando pensé el nombre, me hizo ilusión tener ese detalle con ella.
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