JAVIER GIL DÍEZ-CONDE, ESCRITOR
JAVIER GIL DÍEZ-CONDE, ESCRITOR
«El cerebro humano está programado para el engaño»
Acaba de publicar su primera novela larga, 'Rumorada', que presenta hoy (19.30), en la sala de conferencias del Centro Cultural Amaia
10.01.14 - 00:13 -
La localidad fronteriza de Solano del Puerto, en el Alto Pirineo, vive inmersa en dos obsesiones: su aislamiento geográfico y la aspiración de su club de fútbol por ascender de categoría. Para superarlas, se pretende aprovechar el descubrimiento de un yacimiento arqueológico, que podría estimular el desarrollo de ciertas urbanizaciones, promovidas por el alcalde y el presidente del club deportivo.
En este imaginario valle pirenaico, se ambienta 'Rumorada' (Tabula Rasa), el nuevo libro de Javier Gil, con el que el escritor, exprofesor del Pío Baroja y fundador de Katamitus y de la Muestra de Teatro Joven de Irun entra de lleno en el género de la novela.
-'Rumorada' lleva como subtítulo 'Delirio fronterizo de traca y música de banda'. El humor sigue presente en su obra.
-Es un libro de humor, con un contenido delirante y en ese delirio está el núcleo argumental. 'Rumorada' habla de la pretensión de crear la realidad a partir del propio deseo, bien por medio del rumor o bien por medio de la mirada. La mayoría de los habitantes de Solano del Puerto son gente de ambiente rural y tratan de hacerlo a través del rumor. Pero cierto personaje universitario les embauca con unas pretensiones científicas.
-En Solano del Puerto hay un hallazgo arqueológico real, que se acaba falseando.
-Las grandes falsedades, las falsedades a escala supraindividual, siempre me han fascinado. Por eso soy fan de películas como 'El general de la Rovère', un personaje que llega a ser un héroe, cuando sólo era un embaucador. El engaño está en la naturaleza del ser humano. El cerebro humano es consciente de que engaña y es capaz del autoengaño. Tenemos un cerebro que no está programado para decirnos la verdad, sino para interpretar la realidad exterior y hacérnosla más fácil o entendible. Está programado para engañar.
-Hay hechos en su libro que nos recuerdan a algunos reales, no muy lejanos.
-El libro está lleno de referentes. Pero no hay que confundirlos con la realidad. La gente está pensando en la cueva de Zubeldia o en Iruña Veleia, pero yo puedo haber pensado en el hombre de Piltdown. No quiero decir que no me haya inspirado, sino que este tipo de fraudes se dan con mucha frecuencia y todos tienen un denominador común: tienen éxito en un entorno social dispuesto a creérselos. Esa es una necesidad muy humana
-Otra de sus fascinaciones es el mundo rural.
-Sí, porque aunque la sociedad española sea una sociedad urbana desde hace mucho tiempo, yo creo que tenemos una especie de ADN rural, que a nada que se rasque aparece por ahí. Lo rural tiene una mezcla de entrañable calidez y feroz brutalidad. En lo rural, se recrudece el cainismo, que es algo que también aparece en esta novela.
-'Rumorada' no es la primera obra que ha situado en una frontera.
-La frontera no es una simple ubicación geográfica. Es algo más. Yo reivindico la acepción original del término frontera, que era tierra abierta, espacio abierto a las personas y a las mentes. Mis personajes se resisten un poco a esa acepción. Viven cierta esquizofrenia. Por una parte quieren abrir el pueblo al turismo, porque necesitan una financiación para el club de fútbol y por otra se aferran a lo propio y quieren delimitarlo.
-Después de nueve libros publicados y once obras de teatro estrenadas, 'Rumorada' es su primera novela larga. ¿Cómo se encuentra como novelista?
-Me estoy encontrando muy a gusto. Es un género que te da mucha libertad. Jose Luis Alonso de Santos dice que el teatro necesita estar encauzado, que en el teatro puedes ser libre en lo que dices y en cómo lo dices, pero no en la forma en que lo llevas a cabo a escena. El teatro necesita de unos cauces, porque si no, descarrila. La novela es mucho más abierta. Cabe todo. Ahora estoy en mi aprendizaje como novelista, pero decidido a seguir, porque le he cogido la marcha.
-Además de escribir, Javier Gil forma parte de la editorial Tabula Rasa. ¿Cómo viven hoy los editores?
-Con dificultades y eso que el IVA del libro se mantiene. Las pequeñas editoriales tienen una vida complicada. La nuestra, afortunadamente, sigue trabajando. Lo bueno de ahora es que puedes sacar pequeñas tiradas y si el libro se vende, volver a sacar otra pequeña, dentro de la misma edición. Así vamos manteniéndonos.
-Sin embargo, hay mucho interés por la creación literaria. Los talleres de escritura proliferan y se llenan de alumnos. ¿Cómo ve estos talleres?
-Los veo bien, porque eso quiere decir que hay una preocupación y un interés. ¡Bienvenidos sean! Pero yo soy un poco escéptico. En los talleres, se le puede ir cogiendo el tranquillo al asunto. Ahora bien, la literatura, como todas las artes, es un ejercicio solitario. Se aprende en solitario y se sufre en solitario.
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