Tercera generación de producción láctea
Lastaola, en el barrio Bidasoa, es la mayor explotación lechera de la comarca y la cuarta de Gipuzkoa
- IÑIGO MORONDO
- IRUN
Si recorriéramos hacia atrás el camino que hace el contenido de los bricks de leche que enfría nuestro frigorífico, acabaríamos en una granja similar a la del caserío Lastaola, en el irundarra barrio de Bidasoa. Quizá una más pequeña o una de mayor tamaño, pero parecida en cualquier caso: un proceso de producción del sector primario aunque con aspectos propios del segundo: tecnológico, avanzado y con exquisitas medidas de control y calidad.
«La imagen idílica del caserío, con el casero de txapela y azada, labrando con bueyes y un arado hay que quitársela de la cabeza», dice José Antonio Etxeberria, propietario de Lastaola. Su abuelo Vicente inició este proyecto de producción lechera «con ocho vacas suizas» y siendo arrendador del caserío. Su padre se hizo con la titularidad y él, en 2002, puso en marcha el proyecto del Lastaola actual: 300 cabezas de vacuno (unas 170 en producción de leche), 3.000 metros cuadrados de establos, 42 hectáreas de campo, dos tractores, sembradora, tres trabajadores en plantilla, ordeñadora automática para 20 vacas simultáneamente... No tan grande como las mayores del Estado, ni se acerca a los grandes productores europeos, pero es la mayor de la comarca y una de las cuatro más importantes de Gipuzkoa.
«Para que esto sea algo de lo que puedas vivir necesitas cierto tamaño», explica. «Para pasar los controles de calidad y sanidad necesitas una inversión mínima. Si entras en esa inversión, tienes que calcular un mínimo de vacas para poder cubrir gastos fijos». E insiste en aclarar que el hecho de ser grande «no significa hacer peor». Es una cantinela que le molesta mucho.
Si algo reivindica Etxeberria es la calidad; la calidad de vida de sus animales y calidad de su producto. Hay que cuidar la nutrición del ganado, la limpieza del mismo y de su entorno, sus ritmos de embarazo y lactancia, su salud; hay que dejarlo pastar en campo abierto, que tenga espacio suficiente en las cuadras... En los calurosos días estivales se encienden ventiladores, y si la temperatura aprieta aún más, «se ponen en marcha duchas para que se refresquen. Suelo decir que estas vacas viven mejor que el ganadero», comenta. «Cuanto mayor es el confort de la vaca, mejor es la leche que da. Kaiku compra la leche a un precio fijo y mide la calidad. Si estás por debajo de una tasa, te descuenta precio; si la calidad es alta, te prima. Nosotros siempre tenemos prima», afirma José Antonio Etxeberria.
Un futuro incierto
Se levanta a las cuatro y media porque a las cinco está en el primer ordeño del día. Casi no recuerda qué es un fin de semana y ha estado nueve meses sin salir de la comarca «más que para ir a Donosti por temas de trabajo». Pero se declara «feliz, porque hago lo que me gusta, lo que siempre he querido hacer». Su explotación funciona, pero sabe que tiene algunas inversiones pendientes hasta ver completado el proyecto que ideó hace 12 años. «Vamos a esperar. No es buen momento».
No lo es porque Europa exige un cambio, también en este sector. Etxeberria, activo miembro del sindicato Emba (Euskal Nekazarien Batasuna), reconoce que «las negociaciones del Gobierno central, tanto del anterior como del actual, con la UE estuvieron bien, siendo conscientes de que España, en producción de leche, es más que Italia o Portugal, pero menos que las grandes potencias (Alemania, Holanda, Francia). Pero el año que viene este sector, que ahora está muy regulado», intervenido, podría decirse, «se va a liberalizar. Va a poder entrar leche de cualquier parte. Es una incógnita qué va a pasar».
Ese cambio llega a enturbiar una realidad nada risueña. «En los últimos años, en la comarca, ha cerrado el 25-30% de las explotaciones agroganaderas. Muchas otras están con el agua al cuello. Y la situación podemos extrapolarla a Gipuzkoa».
Él, que fue concejal del Ayuntamiento de Irun durante 6 años, sabe que «la administración, aunque quiera ayudar, es torpe y es lenta. Además, en este caso, no tiene las ideas claras». Critica por ejemplo que Diputación plantee «un modelo base para otorgar subvenciones y a medida que una explotación se aleja de ese modelo, se reducen las ayudas. No está bien, porque no hay un modelo bueno. Hay muchas formas y tamaños y en cada una, gente que hace las cosas bien. Y también gente que no las hace tan bien, claro», admite. «No se puede generalizar».
Tampoco entiende como ayuda al sector el desarrollo de agroaldeas («que en un sentido ocupacional están bien, pero carecen de perspectiva profesional» o, ciñéndose a Irun, el Tren Verde o el bus rural, «porque no impulsan realmente el sector primario y, sin embargo, salen de las partidas destinadas a él». No rehuye la autocrítica y reconoce que «deberíamos ser más activos, lanzar propuestas», pero señala que «no hay cauces. Ya hubo en Irun un Consejo de Montes, pero los cazadores querían estar, los ecologistas querían estar... Al final, sólo servía para discutir y no sacar nada en claro. El casero es más práctico y ante tanta discusión, se calla, se vuelve al baserri y se pone a trabajar. Hace falta una comunicación más directa entre primer sector y Ayuntamiento, pero para eso, debemos organizarnos», admite.
Con todo, José Antonio espera que, en el futuro, Lastaola lo gestione una cuarta generación de Etxeberrias. Cree que hay porvenir porque «en Euskadi estamos haciendo las cosas bien y a la larga eso se nota».
Lastaola. El propietario, José Antonio Etxeberria, con algunas de las vacas de su establo. / FOTOS: F. DE LA HERA
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