El valle de Olaberria inicia un amplio proceso de participación para definir su futuro
La redacción del Plan Especial ha comenzado con un diagnóstico pero serán las aportaciones ciudadanas las que definan el contenido del documento
- IÑIGO MORONDO
- IRUN
El valle de Olaberria, por sus peculiares características y condiciones, es un reto que la ciudad dejó pendiente en su Plan General de Ordenación Urbana, remitiéndose a un futuro Plan Especial de Protección. El momento de encararlo ha llegado y el proceso ya está en marcha. No será sencillo. Aunque quedaron atrás las plataformas logísticas e industriales pretendidas en su día o el segundo cinturón viario del Bidasoa y la central termoeléctrica que un momento dado llegó a proponer el PTP, el debate social y político que se produjo durante la revisión del PGOU demostró que no existe un consenso pleno. Sí en cuanto a respetar el carácter natural y rural del valle, menos al entrar en el detalle de lo que eso puede significar.
Este Plan Especial se pone en marcha, precisamente, para entrar en lo concreto. Será «un proceso largo, pero permitirá aprobar un documento con todas las bendiciones», decía ayer el delegado de Urbanismo, Xabier Iridoy. Su homólogo de Medio ambiente, Miguel Ángel Páez, completaba asegurando que «hay bastantes agentes con intereses contrapuestos». Todo dentro, siempre, de la premisa inicial de respeto «a la idiosincrasia del valle». Pero las opiniones diferentes están ahí y sobre esa divergencia hay que trabajar. «Por eso, éste no es un Plan Especial como otros», advertía Páez.
Para empezar, el documento de partida no es una propuesta, sino una 'evaluación ambiental estratégica', un diagnóstico sobre el que construir, mediante un elaborado y profundo proceso de participación, el futuro del valle. No cabe calificarlo de 'hoja en blanco', porque recoge las muchas, muchísimas, limitaciones para actuar. Algunas derivan de los objetivos planteados que explicó el concejal. «Preservar, regenerar e incentivar las características rurales del ámbito», «consolidar las actividades agrarias existentes» y «regular otros usos compatibles con el entorno» definen en alto grado lo que no será Olaberria en el futuro. El 98% de sus 600 hectáreas seguirán siendo no urbanizables, un espacio natural, a poco más de un kilómetro del centro, del que la ciudad podrá presumir.
Otro objetivo recogido en la evaluación plantea «corregir las realidades degradadas» y se refiere al 2% restante, los 110.000 metros cuadrados de los ámbitos Urune y Epele (antiguos cebaderos y balsas de purines del Matadero Montero), el único suelo «urbanizable», pero dirigido siempre a «usos relacionados y compatibles con los recursos naturales y forestales del valle y su actividad agroganadera», especificó Xabier Iridoy.
La pésima situación en la que se encuentran estas dos zonas deriva «de malos usos que se hicieron en el pasado», recordó Páez, «cosas que hoy nos parecen muy graves, pero que en los años 70 y 80, cuando no existía una regulación ambiental, eran habituales, aquí y en todas partes. Ahora, sin embargo, asumimos el compromiso de limpiar y regenerar esos espacios». Para qué se podrán utilizar en el futuro es algo que le toca definir a este Plan.
Máxima participación
Cuando en las primeras fases de la reflexión sobre el PGOU se empezó a hablar de Olaberria, enseguida se descartaron las opciones más intervencionistas. «Pero hay propietarios de suelos que plantean desarrollar actividades económicas como una hípica, un camping, un agroturismo, un aserradero...», enumeró Páez. Otras posturas, más conservacionistas, no ven esa apertura con buenos ojos, así que con este Plan Especial se tratará de «buscar un equilibrio entre todas las posiciones, pero haciendo prevalecer siempre el carácter medioambiental que convierte este valle en una joya que hay que proteger y disfrutar».
Más allá de su patrimonio natural y paisajístico, Olaberria cuenta con otros elementos que el Plan Especial quiere cuidar también: patrimonio cultural, arqueológico, histórico y arquitectónico. Se van a tener en cuenta y no sólo para su conservación. Quieren definirse itinerarios peatonales y ciclistas que conecten los diversos lugares de interés y habilitar espacios de estancia.
El documento de diagnóstico esboza el dibujo, pero las líneas finas se determinarán mediante el proceso participativo previsto en el propio Plan Especial. Iridoy anunciaba ayer que ya ha arrancado. «A los grupos municipales se les ha entregado la evaluación ambiental estratégica y hemos empezado a enviar a los agentes sociales un cuestionario y un documento informativo». Se habilitará toda la información en una web específica, que permitirá remitir propuestas a cualquier ciudadano. Pero lo especial de este proceso serán las «entrevistas en profundidad a agentes locales significativos», según reza la propuesta. Páez e Iridoy detallaron que no se trata sólo de propietarios de suelo en el valle (incluidos los vecinos y las actuales explotaciones agroganaderas), sino que abarca un amplio espectro social: grupos ecologistas, técnicos de turismo, Bidasoa activa, Mondragon Unibertsitatea, la Asociación de Desarrollo Rural Behemendi, Luis de Uranzu Kultur Taldea, representantes sindicales del sector agrícola «y todo el que quiera sumarse. Nos gustaría que interviniera toda entidad que tenga algo que decir sobre el futuro del valle», señaló el delegado de Medio ambiente.
El resultado tendrá que ajustarse a las líneas maestras de la evaluación ambiental, sin olvidar las ineludibles servidumbres (gaseoducto, líneas eléctricas, infraestructuras hidraúlicas, proyectos ferroviarios, condicionantes aeroportuarios... y hasta puestos de caza de palomas). Desde ese punto, el Plan seguirá una tramitación más ordinaria. Aunque Iridoy fijó un horizonte de «algo más de un año hasta la aprobación definitiva», no se buscará tanto cumplir un plazo como «alcanzar un consenso político y social».
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