Encuentran restos de dos calaveras y dos fémures en el Eko Center de Emaús de Irun
Empleados de la fundación social hallaron restos óseos en una de las últimas recogidas de muebles en Donostialdea
- ARANTXA ALDAZ
- IRUN
Los objetos son capaces de contar historias asombrosas. ¿Qué se puede esconder detrás de un cráneo y unos huesos hallados en el interior de una caja de cartón? La Fundación Emaús ha resuelto un misterio que le ha tenido en ascuas durante las últimas horas. Vayamos al final, que es por donde empieza todo. Ayer por la mañana varios trabajadores del Ekocenter de Irun a punto estuvieron de quedarse "sin respiración" cuando al abrir una de los embalajes procedentes de las recogidas de muebles de particulares se encontraron con restos óseos, aparentemente humanos. Un cráneo completo, restos de un segundo y dos huesos más. El grito que dieron se debió de oír a varios kilómetros a la redonda. Y allí no se sorprenden con facilidad. La fundación está más que acostumbrada a cruzarse con rarezas que la gente guarda en la intimidad de sus casas: un obús de la Guerra Civil con la Virgen del Pilar tallada, una argizaiola con cuatro siglos de historia, un sombrero de copa de los años veinte, una sopera firmada por el mismísimo Dalí, una pistola de coleccionista... ver para creer, pero lo más extraño aún estaba por llegar a sus manos.
¿Y qué se hace en estas situaciones? Con el susto todavía en el cuerpo, responsables de la fundación se pusieron en contacto con la Er-tzaintza. Agentes de la comisaría de Irun se desplazaron al Ekocenter para llevarse los restos y empezar a tirar del hilo para identificar de qué domicilio procedían semejantes elementos. En la fundación también rebobinaron la película, que dio pie a todo tipo de elucubraciones. Las menos fantasiosas estaban a la altura de una novela de Agatha Christie. Las más macabras ya empezaban a pensar en un misterio digno de CSI o de Cuarto Milenio.
Al final y por suerte, aunque no para los amantes del género negro, la explicación resultó ser de lo más sencilla. El pasado martes, día 16, tocó ruta por varios domicilios de Donostialdea. En uno de ellos esperaba una señora mayor, que iba a vaciar la habitación donde había estudiado su hijo, médico. Ropa, libros y, vaya por donde, unos huesos. "¿Podéis llevaros también esto?", les preguntó a los dos trabajadores de Emaús que tienen por norma no rechazar nada –quién iba a pensar en unos huesos–, cumpliendo al pie de la letra la filosofía de la entidad que busca una segunda vida a los objetos que van a terminar en la basura. Las cajas de aquella jornada, en la que hubo más recogidas, fueron a parar a los almacenes de Irun. Y hasta ayer por la mañana no fueron abiertas con el consiguiente revuelo. Pero lo más curioso de la historia es probablemente la pregunta que deja sin resolver. ¿A quién pertenecieron los huesos?
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