domingo, 23 de febrero de 2020

Koldo Zabala: «Biológico no, pero sentimentalmente es completamente gestado»

Noticia publicada en Diario Vasco,el sábado día 23 de Febrero de 2020.

Koldo Zabala: «Biológico no, pero sentimentalmente es completamente gestado»

Koldo y Kaiet. Kaiet y Koldo. Forman, sin lugar a dudas, una familia muy feliz./F. DE LA HERA
Koldo y Kaiet. Kaiet y Koldo. Forman, sin lugar a dudas, una familia muy feliz. / F. DE LA HERA

Koldo y Kaiet son la preciosa historia de una familia que ha nacido del corazón, de un cariño que no tiene explicación

YLENIA BENITO* BIDASOANDV@GMAIL.COM
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Hasta doce significados le he encontrado a la palabra amor en el diccionario. Doce formas de entender el amor, ¿es eso posible? ¿Acaso puede definirse algo tan complejo? ¿Podemos explicar su origen? ¿Cuándo empezaste a querer a tu madre? ¿Y a tu hija o a tu abuelo? Cuenta Ángeles Caso en su último libro que los indígenas shuar no tienen la palabra amor en su lenguaje. ¿Significa eso que no aman? ¿Puede no existir el amor? ¿Puede alguien inventarlo? No, pero puede alguien saber que lo quiere. Que se lo pregunten a Koldo. O a Kaiet. Antes de encontrarse ya había un cariño. El de un padre. Nada más verse ya hubo amor. El de un padre y un hijo. Un amor que no necesita definición, ni palabras.
-¿Por dónde empezamos?
-No lo sé. Parece que ha sido algo intrínseco a mi persona porque, según dice mi familia, desde que era txiki ya decía que de mayor iba a adoptar. Nunca he tenido claro de dónde me viene esta idea porque no he tenido ningún referente. Creo que es algo que se ha gestado en mí de manera armónica.
«Mi reacción fue acercarme las dos fotos al corazón, al lugar del que había nacido mi hijo»CORAZÓN
«Me clavó la mirada con sus ojos azules y se tiró a mis brazos. ¿Cómo podía ya quererle tanto?»PRIMER MOMENTO
-Cosas de niños podrían pensar.
-Sí, pero no ha sido así. De txiki era una idea que iba soltando, pero en la adolescencia, en el paso al bachillerato, la idea cogió fuerza. Cuando me di cuenta de que empezaba a tomar decisiones que iban a marcar mi futuro, ésta fue siempre una variable que incidía en lo que decidía.
-¿Cómo? Aún eras muy joven...
-Sí, pero yo lo tenía claro. Hacía cosas con el objetivo de en un futuro poder adoptar.
-¿En qué pensabas?
-Mira, estudié comunicación y luego me especialicé en Igualdad, participación ciudadana y educación infantil. Tenía claro que quería una plaza en la función pública para poder asegurar desde mi monoparentalidad unas buenas circunstancias económicas para poder adoptar.
-También tenías claro que querías ser padre en solitario.
-Absolutamente. Mi idea de construcción de mi familia ha nacido de mí y lo quería desarrollar yo solo. No te sé decir el por qué, me lo he preguntado muchas veces, pero entiendo que ha sido una gestación natural. Mi hijo no es biológico, pero sentimentalmente es completamente gestado.
-¿Cuándo te sentiste preparado para dar el paso?
-Aquí hay un poco de casualidad también. Saqué la plaza de funcionario en 'haur eskola', pero justo antes tuve un contrato en intervención comunitaria. Aterricé en el Ayuntamiento con 23 años. A la que entonces era mi jefa, y que también lo es ahora, le pregunté cómo era el tema de las adopciones. Aquí, en mi trabajo, me facilitaron el primer folleto informativo.
-Con solo 23 años...
-Entonces supe que la edad mínima para iniciar los trámites de adopción es de 25 años, así que seguí con mi plan.
-¿Qué hiciste?
-Hice la OPE, saqué plaza, compré un pisito y cumplí 25 años. Con todas las variables fijas, preparé toda la documentación y, acompañado por dos amigas, me presenté en Diputación.
-¡Tenías cómplices!
-(Risas) Lo he compartido siempre con mis amistades y familiares. Era mi proyección vital.
-¿Y cómo empieza todo en serio?
-Lo primero es hacer un curso formativo para enterarte de lo que es la adopción para saber a qué te vas a exponer. Aquí es cuando te cuentan que tienes dos vías de adopción: la internacional y la nacional.
-Hay que elegir...
-En el caso de las internacionales, solo puedes abrir un expediente. Hay que elegir un país. Las vías en mi caso, como hombre soltero, eran muy excasas y, además, la competencia es de las agencias de adopción. La nacionales, sin embargo, las llevan las diputaciones. Me decidí por la nacional por hacer algo de un matiz local y, además, con la cercanía de las técnicas de la Diputación.
-Suena sencillo, ¿lo es?
-Sí. Una vez que me decidí, presenté la documentación y me otorgaron un número de registro con el que entré en la listas.
-Y a esperar...
-Eso es. Así pasaron seis años.
-¿Qué puso fin a la espera?
-Una llamada. Y aquí llega la casualidad de nuevo. La primera información la recabé en 2010 en mi primer trabajo en los servicios sociales del Ayuntamiento. En 2018 regresé a trabajar a Bienestar Social, vine en febrero y en marzo nació mi hijo. Ese mismo mes de marzo me llamaron para pasar a la idoneidad.
-¿Y?
-La maquinaria se puso en marcha. En tres semanas pasó todo.
-¿Qué recuerdas?
-Pasé unas pruebas psicológicas, me visitaron unas trabajadoras sociales y renové alguna documentación. Enseguida obtuve la idoneidad y me citaron, a finales de mayo, para exponerme lo que había.
-¿Te acompañaron cómplices?
-No. Primero me lo guardé para mí porque intuí que era el inicio de algo, en mis adentros ya algo me decía que mi hijo me estaba esperando y que era el momento de encontrarnos. Y así fue. En esa reunión me confirmaron que si me animaba, mi hijo estaba esperando a que nos juntásemos.
-¿Cómo fue?
-Dije que sí, sin ninguna duda. Me dejaron solo con un sobre que tenía fotos de mi hijo. Sin abrirlo ya estaba llorando sin lágrimas. Saqué las dos fotos, vi a mi hijo y la primera reacción fue traérmelas al pecho. Al corazón, al lugar del que había nacido mi hijo. Ahí mismo se creó un vínculo inquebrantable.
-¿Qué pasó después?
-Salí loco de contento a contárselo a mi familia. La pregunta fue: «¿cuándo viene a casa?». Para mis sobrinas, que han sido guía y luz, era su primer primo. Me han ayudado tanto...
-¿Recuerdas vuestro primer día juntos?
-Kaiet y yo nos vimos por primera vez un 21 de junio. Tenía solo tres meses, pero ya tenía unos ojos azules enormes. Me clavó la mirada y se tiró a mis brazos. ¿Cómo podía ya quererle tanto? No lo sé. Así, el 28 de junio fue el primer día que pasamos juntos para el resto de nuestras vidas.

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