«Competí, pero ahora ruedo con los amigos y tomo un pintxo y una birra»
Ciclos Artia tiene acento argentino, pero el sabor es irundarra y el trato es el de un barrio y el de un amante de las bicicletasJuan Nieva Sobre dos ruedas en Ciclos Artia
La unión entre la buena gastronomía y el ciclismo me la descubrió Ander Izagirre con su gran 'Plomo en los bolsillos', un libro que reúne todo tipo de hazañas del Tour de Francia. Al parecer, Petit-Breton, el conquistador del primer doblete, un francés criado en Buenos Aires, en su segundo Tour se fugó en la última etapa en compañía del que fuera segundo clasificado, François Faber. Este luxemburgués es quien confirmó que el buen comer es imprescindible para pedalear porque siempre tomaba la salida con doce chuletas en el bolsillo del maillot. No me negarán que es un buen avituallamiento. Igual que el hábito no hace al monje, la bicicleta tampoco hace al ciclista. Hace falta algo más. Y eso seguro que lo encontramos en Ciclos Artia porque Juan Nieva y su equipo saben a la perfección lo que es ir sobre dos ruedas y tomar una salida. Sin chuletas, pero con la misma pasión que Faber y Petit-Breton.
–¿Una buena chuleta puede ser clave, Juan?
–Aquí la alimentación se cuida mucho y eso también ayuda a que la actividad física sea algo importante en nuestras vidas. Yo, desde luego, no extraño la carne de Argentina. (Risas)
–Pero a Irun no viniste por la gastronomía...
–No, vine para montar una tienda de bicicletas. Llegué aquí hace ya siete años y medio. Lo recuerdo bien, la tienda era muy, muy pequeña y tenía muy poco material. Y ahora...
–Empecemos por la salida. ¿Cuándo decidiste que las dos ruedas eran lo tuyo?
–Empecé a competir grande de edad, recién tenía 14 o 15 años. Empecé con la 'mountain bike' , de hecho estuve en la selección de Argentina. Luego ya me dediqué más al duatlón y al triatlón. Vine a Europa para competir y gané dos campeonatos europeos y un mundial en Costa Rica.
–¿Por qué dejas la competición y los podios?
–Pues porque llega un momento en la vida en el que tienes que decidir si seguir disfrutando así del deporte o trabajar un poco más fuerte. Y llegó el momento de lo segundo. Ahí es cuando decidí montar mi sueño.
–Una tienda de bicicletas.
–Eso es. Al final, para alguien que le gusta el deporte y que le gustan las bicicletas, tener una tienda de bicis es una pasión. Es un poco trabajo y un poco pasión.
–Y quién mejor que alguien que ha estado sobre una bici para asesorar a ciclistas...
–Mira, eso es algo importante. Aquí, todos los que estamos en la tienda, andamos en bicicleta o hemos competido. Cada uno en su modalidad, no importa, pero todos andamos en bicicleta. Es una forma un poco más efectiva de atender.
–Pero tú empezaste solo en la tienda, ¿verdad?
–Sí, ahora somos cinco en la tienda. Dos mecánicos, dos muy buenos mecánicos que son la base, Aitor que es mi mano derecha, mi chica que lleva todo el tema administrativo y yo. Cuando arranqué no pensé que llegaría a tanto, la verdad.
–Háblame de los inicios, serían duros como el Tourmalet.
–Lo fueron. Recuerdo días de, a nivel económico, no generar ni un céntimo. Simplemente subsistía. Sabía que lo que tenía que hacer era sobrevivir al invierno porque la llegada de la primavera podía reactivar el tema. Sobreviví ese primer invierno como pude, viviendo donde podía y comiendo todos los días arroz y atún. Tal cual.
–¿Cómo lo hiciste?
–Pues reduciendo. La primera tienda que monté estaba justo al otro lado de esta. Pasé de estar solo en una tienda de casi 200 metros cuadrados a reducirla a 35. Era una microtienda. Boca Center se llamaba.
–¿Y cómo llegó Ciclos Artia a ganar una etapa?
–Pues paso a paso todo fue mejorando. Recuerdo que fue increíble el hecho de que dos comerciales me tendieran la mano. Rafael Gamarra y José Mari de 'Connor' fueron los primeros en echarme un cable y eso fue clave. Cuando arrancas una tienda, los distribuidores te piden implantaciones y tienes que hacer compras de material de 3.000 euros, por ejemplo. Eso es imposible para una tienda pequeña. Ellos fueron muy flexibles y me ayudaron a dar ese primer paso. De ahí, poco a poco, dedicándole mucho tiempo y amor a las bicicletas, el boca a boca fue llevando la tienda a lo que es ahora.
–Es una tienda grande en la que no falta de nada.
–Bueno, siempre falta algo. (Risas) Quieres una bota del 44 y tengo el 43 y el 45. Pero sí, tenemos prácticamente de todo. Desde los calcetines a una bicicleta de más de 13.000 euros. Hay gente que piensa que solo vendemos alta gama, pero no. Tenemos un rango de bicicletas desde los 200 euros hasta los 13.000, pero nuestra base es, y siempre lo seguirá siendo, la bicicleta más económica y lo mejor para los ciclistas. Para todos y todas. Aquí son igual de importantes los que vienen a cambiar una cámara, como los que vienen a llevarse la bicicleta más cara.
–El desconfinamiento os ha traído más trabajo que a las peluquerías, ¿verdad?
–(Risas) Hemos tenido colas de 30 y 40 metros. Ha habido gente que ha esperado una hora para entrar en la tienda. Esto ha sido y está siendo increíble. Los clientes están respondiendo muy bien. Y creo que no solo aquí. En Irun somos cuatro o cinco tiendas y espero que todas estén funcionando igual de bien. Espero que esto no solo dure, si no que perdure. Es importante que la gente cuide el comercio local, el de Irun, el de su barrio.
–Artia es conocido fuera de nuestras fronteras gracias a Ciclos Artia, sois referencia.
–Tenemos clientes que vienen desde Vitoria o Pamplona, pero yo sigo creyendo que somos una tienda de barrio. Un cliente me dio la idea del nombre, él me dijo que pusiera el nombre del barrio y me pareció una idea genial. Podemos ser referencia en la zona, pero seguimos con la misma pasión y dedicación de siempre. Igual que el resto de tiendas.
–Competir, ¿lo echas de menos?
–Lo extraño, pero la prioridad es la familia y la tienda. Me conformo con salir un solo día a la semana. Ruedo con los amigos, tomo un pintxo y una birra y para casa. ¿Qué más se puede pedir? (Risas)
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